Capítulo 4

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Tomar esta decisión fue fácil, era la mejor opción para correr del ducado, mi padre me había amenazado con ser cortes y cortejar más al príncipe.

Estoy segura que la Luna original no le disgustaba el príncipe pero tampoco lo amaba, ella hizo todo lo posible de obtener el poder por manipulación del Duque, que pena...

Ella murió en la guillotina sin siquiera tener un mísero juicio para culpar a su padre.

Así que como no les iban a servir a ellos, tomé varias cosas del ducado, todas las joyas bonitas pero no llamativas por si al encontrarlas dieran con mi paradero, aretes y anillos, eran fáciles de vender y no llamarían la atención como con un collar.

Lo metí todo en una pequeña bolsa y la oculte en la gran falda que llevaba, una vez que escapara borraría todos estos horribles vestidos de telas que pesaban.

El carruaje había llegado, aunque el príncipe tardaría en verme porque tenía asuntos pendientes, no me preocupaba en realidad porque no quería verlo si iba a escapar.

En realidad tenía una duda, todas las heroínas sufrían pero no escapaban y aun así se metían en la historia quisieran o no, era absurdo. Así me costará me largaría de este país y dejaría que todo el reino se quemara.

Pero mi preocupación real fue otra, en el recuerdo que tenía alguien me había llamado por Luna y el tener las marcas corriendo por mi cuerpo demostraba que ambas morimos igual.

¿Qué clase de mal chiste de historia era este?

No me interesaba el reino, tampoco me interesa el dinero del ducado y menos voy a morirme de una manera absurda.

Suspire cuando bajamos del cómodo carruaje, una tienda grande y elegante apareció frente mis ojos, había visto arquitecturas similares en mi vida pasada pero esto era otro nivel de elegancia.

Le eche un vistazo a los guardias que el príncipe había seleccionado para mí, eran un total de cinco pero nadie estaba ciertamente interesado en que hacía.

Tomé aire mientras miraba la calle elegante y poco concurrida, seguramente no era la zona para que plebeyos caminarán tan campantes.

Miré las tiendas y note un joyero cerca, necesitaba alejarme para encontrar uno decente pero que no llamara la atención por vender cosas tan caras.

Entre a la tienda, había tan poca gente que todas sus miradas fueron hacia mí. Tan rápido como puse un solo pie dentro cuatro doncellas y la gerente fueron a atenderme.

—Princesa Luna, es un honor.

No devolví el saludo, así que entre y miré todo alrededor, todos eran vestidos como el mío, así que iba a ser sofocante, hice mala cara.

—Quisiera ver algo ligero y fresco, así como zapatos de tacón bajo y que sean cómodos para caminar.

Las mujeres me miraron confundidas pero accedieron.

—También un lugar solo.

En un momento estuve sentada en un bonito sillón con ventanales que daban a un jardín trasero.

Fueron rápidas, el vestido era claro sin tanta tela, era como para ir a la playa y no morir de calor.

—Todo el mundo fuera.

Me miraron con dudas pero me mantuve seria ante ellas, sin decir nada salieron.

Me quite el gran vestido con mucho esfuerzo era tan pesado que cayó solo, me coloque con rapidez el nuevo vestido y los zapatos que apenas tenían tacón.

Tomé mi bolsa de joyas y amarré mi cabello en una trenza, no entrarían hasta que yo lo dijera así que me darían tiempo suficiente para correr a algún lado.

Abrí el gran ventanal y comencé a caminar hacia la calle, no necesitaba que me encontraran y tampoco me veía capaz de ir sola por una ciudad que no conocía.

Lo primero que vi fue una tienda de capas elegantes, no dude en entrar apenas llevaba un par de monedas, no más.

—Quiero esta capa —dije sin dudar al señalar una capa café sin gracia.

—Señorita creo que tengo cosas más bonitas y elegantes para usted.

—Deme está —repetí sin ganas de pelear.

No tuvo más opción que cobrarme, no fue cara pero al menos era de buena calidad.

Al salir la coloque sobre mis hombros ocultando mi cara con la capucha, en realidad me sentía tan extraña, no era raro ver a personas con la misma vestimenta que yo pero siempre creí que esto pasaba en las películas y en los cuentos.

Ahora está era mi realidad y simplemente me estaba dejando llevar por todas aquellas cosas que vi que hacían, no es como si tuviera un plan y mucho menos que realmente podría escapar sin ser vista.

Respiré hondo, necesitaba alejarme más y encontrar una joyería, aunque sonará loco no tarde en dar con una, seguramente ya estarían buscándome así que comencé a caminar más rápido.

—¿Cuánto por esto? —pregunté colocando varios anillos sobre el mostrador.

El señor me miró con cara extrañada pero por la capa no vio mucho.

—Una bolsa de veinte monedas de oro.

Seguramente esas cosas valían más así que dije sin dudar:

—Cuarenta.

—Robar no está bien visto —se encogió de hombres sin problemas.

—Si ya lo sabe entonces deme lo justo.

Una ceja se alzó sorprendida pero dejo una sonrisa en sus labios.

—Puedo llamar a los guardias —amenazó sin problema.

—Y seguramente se lo llevan a usted —me encogí de hombros sin decir nada más.

Si eso pasaba mi plan estaría arruinado pero no mentía con que se lo llevarían a él primero si usaba el nombre del ducado.

—No eres buena para los negocios, niña.

—Usted tampoco si no va a negociar estos caros anillos —los tomé del mostrador y los guarde otra vez.

—Veinticinco.

—Treinta —finalicé lanzando los anillos al mostrador.

No sabía que podía ser una buena negociante para estafar a la gente o en su defecto ser estafada...

No importaba mucho, al menos tenía más cosas para vender y llevarme más dinero en caso de ser necesario.

Necesitaba un arma pero mi suerte se había terminado cuando vi una caravana de guardias pasar frente a mí.

Me oculte entrando a un callejón mientras escuchaba lo que decían.

—La princesa no puede estar lejos, busquen por todas las tiendas, seguramente alguien la intenta secuestrar.

Estaba sorprendida no sabía que estaba... ¿secuestrada? Supongo que era por mí culpa, en ese caso me declaró criminal de querer mi libertad.

Corrí en sentido contrario de ellos, ya tenía la mayoría de las cosas necesarias así que no importaba mientras no me encontraran.

Descubrí un gran jardín, aunque no estaba descuidado se veía que no era de un rico.

Seguí avanzando como si fuera lo último que podía hacer pero no me di cuenta que mi pie quedó atorado en una rama sobresaliente.

El golpe fue seco, mis manos dolieron junto a mis rodillas al menos no me lastime el pie.

—¿Estás bien?

La suave voz de una mujer me hizo alzar la cabeza, unos ojos rosas como un cuarzo me contemplaron con preocupación.

"Junny"

La Bailarina Del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora