Cuando volví a abrir los ojos supe que regresamos a donde todo empezó.
El jardín de la iglesia se encontraba igual de solitario que aquel día.
Solté su mano comenzando a correr a la iglesia en busca de Junny pero después de darle una vuelta entera y gritar su nombre, nunca apareció.
Mi corazón comenzó a agitarse y mi cabeza no estaba mejor.
¿Se habían llevado a Junny para mantenerla a salvo? O algo peor.
Había comenzado la historia de la novela sin que me percatara de las cosas por estar encerrada.
Caí de rodillas por el golpe de confusión.
No.
Aunque la historia comenzará aún tenía una oportunidad para verla pero para eso tendría que llegar a la santa sede.
Me mordí el labio con fuerza, ¿cómo podía llegar hasta ahí en un día?
Giré para ver la estatua de la diosa, aquel semblante sonriente pero tranquilo me hizo ponerme mal.
Corrí hacia la salida y para mi sorpresa aun estaba Ezriel esperando, como si tuviera la esperanza de que volviera con él en este momento.
Respire profundo para relajarme, una serie de imagines me vinieron a la mente.
Sonreí ante mi estúpida idea pero era la mejor opción ante este momento.
Tome el vestido con fuerza entre mis manos y comencé a correr en una sola dirección, pase a un lado de Ezriel sin mirarlo, como si no existiera.
Y ciertamente era lo mejor, no me detuve para mirar si él seguía ahí.
Solo necesitaba un...
—¡Guardia! —grité asustando a los dos guardias que tenia frente a mí.
Llegué jadeando hasta ellos que me miraron extrañados.
—Soy la hija del Duque... Luna Whither, por favor, ayuda... Necesito hablar con el príncipe.
Los dos ante su confusión tuvieron que mirarme un poco más para corroborar pero en cuanto se dieron cuenta de la verdad corrieron para llamar más guardias.
Apenas había pasado media hora desde que me metieron en un carruaje para llevarme al castillo, rogué para que me mandaran al castillo y no al ducado.
Mi cuerpo se había relajado un poco y lo comencé a sentir pesado pero aún tenía que aguantar otro viaje y lograr convencer al príncipe de que me mandara a la santa sede.
La puerta se abrió de golpe dejando ver al príncipe con respiración agitada.
—Su Alteza...
Mis palabras fueron interrumpidas cuando me abrazo con fuerza.
Se separo para revisarme asegurándose que estaba entera y sana.—¿Estás bien? —una pregunta simple pero llena de preocupación en esos ojos verdes que debajo de ellos parecían tener ojeras.
¿Cómo es que él estaba tan preocupado por Luna?
Por un momento solo un pensamiento se me vino a la cabeza, el príncipe en verdad amaba a Luna pero desgraciadamente yo no era ella.
—Por favor permita que pueda entrar a la santa sede.
Fue mi única respuesta para él, sus ojos se abrieron sorprendidos por la seriedad con la que salieron, supongo que esperaba que le devolviera el amor que profesaba por mi pero me sentía extrañamente incomoda ante esa idea.
—¿Luna?
Su susurro parecía que estaba a punto de romperse.
—Por favor, Su Alteza —negué con la cabeza—. No tengo mucho tiempo.
Ante mis dudas lo único que hizo fue decirle al cochero que comenzará a moverse a la santa sede, Klieb se sentó frente a mí sin hablar y distante.
No tuve la valentía para hablar primero pero respondería todas sus dudas si pudiera.
—Cuando desapareciste —por fin comenzó a hablar—, pensé que todo había sido mi culpa en realidad, todas tus palabras que dijiste en ese momento las pensé...
Me encogí en mi lugar, lo había gritado frente a todos, que él tenía la culpa de que quisiera correr, huir de todo.
—Yo...
—Espera... Deseo terminar...
Me mantuve callada para que se desahogara, si decía cosas horribles tampoco lo culparía.
—Pensé que estar comprometida conmigo te hacia feliz de cierta manera, siempre fuiste cálida y sonreías todo el tiempo, a veces incluso llegué a creer que eras una muñeca pero el día que tuviste el accidente, me dijiste que realmente me querías entre una gran sonrisa pensé que íbamos a poder ser un matrimonio más que un contrato.
No pude imaginar todo lo que Luna sufrió a causa de su padre, pero parecía que Luna sabía su propio final ese día que decidió confesar sus sentimientos.
—Yo... No deseo mentirle, Su Alteza —estaba dudando de mis palabras, no sabía que tan bueno era decir la verdad—, no recuerdo nada de ese día pero tampoco digo que Su Alteza sea mala persona, le agradezco todo lo que ha hecho por mi hasta ahora e incluso en este momento pero me temo que...
"Yo no soy Luna " me trague mis palabras cuando vi los ojos sin esperanza de Klieb en mí, no pude quitar la mirada de él aún así continúe.
—Mi padre es un codicioso y no deseo darle ningún problema al reino, fui entrenada para emperatriz solo por poder, en tanto mi padre me temo que no sea la persona más amable del mundo.
Su rostro se distorsiono al escucharme.
—Pero él realmente estaba preocupado por usted...
Negué con la cabeza apesadumbrada.
—Me temo que solo me ve como moneda de cambio, lo que paso ese día en la iglesia fue por mi terror de que... algo irremediable sucediera.
El silencio se propagó por todo el carruaje, el camino iba a ser largo pero al menos estábamos solos para escucharnos.
—Tengo más dudas que respuestas en este momento...
Un bufido de asco salió de sus labios.
—Me temo que no es el único.
—¿Deseas que tu padre sea investigado? —preguntó el príncipe sin quitarme la mirada.
—Sí, ya que si caigo en sus manos lo único que me esperara será un encierro a base de mentiras al exterior, me temo que incluso el príncipe será incapaz de volverme a ver hasta el día de la boda.
Se mordió un labio en respuesta, se coloco las manos en la cabeza mientras descansaban en las rodillas.
—Después de que se comprueben los cargos al Duque sabes que dejaras de ser mi prometida.
Esas palabras debieron dolerle pues su voz tembló sin que se diera cuenta.
—Sí.
Mientras ese camino me mantenga viva y libre lo tomaría sin dudarlo.
Soltó un largo y pesado suspiro, él no podía ir en contra de la ley real, ni siquiera yo, pero tal vez con suerte y con ayuda del príncipe sería solamente expulsada y degradada a plebeya.
Al menos evitaría mi muerte de esa manera, en otra parte aún tenía que evitar mezclarme con la guerra.
Ahora que lo pensaba un poco, acusar a mi padre fue fácil, lo peligroso ahora sería revelar sus secretos y aunque tenía algunos que revelaron en la novela me temo que la Luna original fue quien causó su propia muerte.
Solté un suspiro pesado ante toda esta situación, la historia de mi propia muerte de cierta manera estaba superada pero aún podía morir si mi padre me encontraba.
—Parece que las cosas se complican a momentos —soltó el príncipe para él.
Tuve que darle la razón en mi corazón porque nada de esto tenía sentido.
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La Bailarina Del Dragón
Fantasy¿Por qué dejar que mi camino sea trazado por una novela? No me gusta la típica heroína que necesita ser salvada, ni la típica villana que intenta arreglar su vida con los personajes principales para no morir en su historia. Al diablo todo eso. ¡Toma...