Era pasado medio día cuando nos recibieron en la santa sede.
Mire alrededor, era una gran iglesia con bastantes sacerdotes y candidatas a santas caminando por ahí en pareja.
-Junny Fresta -dije a nadie en particular-, necesito verla.
El sacerdote e incluso el príncipe me miraron largamente.
-Por favor, no tenemos mucho tiempo -las palabras que salieron de mi boca le siguieron con una reverencia.
-La haré llamar.
Ambos entramos a la sede, me sentía extrañamente agobiada ahí, el sacerdote mayor se quedó con nosotros cuando entramos a una sala con estanterías.
-¿Puedo hacerle una serie de preguntas? -pregunté fríamente al sacerdote.
-¿La señorita Whither se siente bien? -su cara de preocupación era evidente.
Claro que no lo estaba, quería saber que aún podía correr pero me estaba estancado cada vez más.
-Sí, lamento preocuparlo -intenté sonreír pero lo que quedó fue una mueca-, espero pueda responder mis preguntas.
El sacerdote asintió ligeramente.
-La señorita Junny Fresta, ¿despertó su poder divino?
La cara de confusión del sacerdote fue increíble.
-Me temo que la candidata a santa está muy lejos de serlo, me temo que la señorita Fresta no posee ningún poder divino.
"¿Qué?"
Me sentí mareada ante su respuesta, se suponía que ella tenía el poder divino de la diosa, me mordí tan fuerte el labio que sentí la sangre en mi boca.
-¿Entonces porque la tienen como candidata? -pregunté sin creer nada.
-Ella dijo que quería unirse para liberar a la señorita Whither, aunque fallaba cada prueba nunca se rindió.
Me lleve las manos a la cabeza, tenía un montón de ideas locas que corrían como un río.
La puerta sonó sacándome de mis propios pensamientos.
Unos ojos de cuarzo brillaron con intensidad al verme.
-¡Señorita Luna!
Antes de pararme ella se lanzó contra mí abrazándome con ternura.
-Estaba tan preocupada por usted...
No entendía porque ella se sentía de esa manera, no me conocía de nada pero aun así estaba preocupada.
-¿Por qué? -mis palabras le hicieron levantar la cabeza con sorpresa.
-Porque vi como aquellos ojos rojos la deseaban con desesperación, me dio la impresión de que aquel hombre mataría sin pena alguna para obtener lo que deseaba.
¿Era realmente así?
Ezriel no dejaba de cuidarme pero tampoco parecía tener cariño en sus ojos cuando me miraba.
-Gracias por preocuparte por mi -la abrace intentando encontrar consuelo en ella.
Junny regreso el abrazo con dulzura, tal vez aún no despertaba sus poderes de la diosa pero ella era cálida.
Se sentó a mi lado aunque no soltó mi mano.
-¿Podría contarme un poco más sobre la guerra de la diosa y el dragón?
Mi pregunta sorprendió a los presentes pero el sacerdote accedió.
En esencia era lo mismo que Junny me contó en su momento pero aún tenía dudas.
-¿Qué pasó con el ejercito del dragón?
-Ellos desaparecieron una vez que el gran dragón fue sellado, la diosa no dejó nada que amenazara a los humanos.
Entonces era por eso que estaba tan solo el castillo.
-Pero ¿qué paso con su general?
-¿El dragón negro? -el sacerdote se rasco la barbilla pensando su respuesta.
-Se dice que él quería el amor de la diosa, no su poder pero para someterla tuvo que engañar al dragón rojo para llevarlos a la guerra.
-¿Qué sucede si la diosa reencarna? -si bien, no quería preguntar, algo estaba mal en esta historia.
-Será enviada al norte para que resguarde el sello evitando una posible guerra.
Sus palabras fueron firmes pero parecía tener amargura en las mismas, los tres presentes entendimos el final de la pobre joven.
-La están mandando a morir.
Las palabras de Klieb hicieron que Junny se tensara.
-Me gustaría hacerle una pregunta a la señorita.
El sacerdote me escaneo con cuidado a lo que me quede muy quieta.
-Usted se quedo en el norte al ser secuestrada, ¿verdad?
Las miradas de los dos jóvenes se quedaron clavadas en mí, no era difícil de decir por el tipo de ropa abrigadora que portaba, solo asentí.
-¿Vio al dragón?
Negué tan rápido como pude porque la verdad a estas alturas no era una buena jugada, la guerra comenzaría para tomarlos por sorpresa.
-Ese lugar no tenía ni una puerta, era un laberinto para que no escapara.
No mentí pero tampoco diría toda la verdad, porque defendía a Ezriel, ni siquiera yo me entendía.
-¿Puede protegerme por una semana? -pregunté esperanzada a que estando en este lugar él no entrará.
El sacerdote lo pensó largamente pero accedió.
-La señorita Junny se quedará a su lado en todo momento, por favor relájese, no dejaremos que la tomen otra vez.
-Muchas gracias.
Tras esto, nos quedamos los tres solos en la sala.
ESTÁS LEYENDO
La Bailarina Del Dragón
Fantasy¿Por qué dejar que mi camino sea trazado por una novela? No me gusta la típica heroína que necesita ser salvada, ni la típica villana que intenta arreglar su vida con los personajes principales para no morir en su historia. Al diablo todo eso. ¡Toma...