Convencer a Marcus de venir conmigo fue todo un desafío. Tardé una semana completa hasta que se dignó en aceptar la invitación, por dentro debía admitir que mi insistencia lo fastidió y la idea de probar algo nuevo para el tratamiento terminó convenciéndolo.
No decirle exactamente a donde iríamos lo tenía un poco preocupado. Lo noté tenso desde el momento que entramos al vehículo o tal vez era porque era yo quien manejaba su extravagante y costoso auto. Eso podría ser el inconveniente.
Quería tratar de hacer alguna conexión con él, aunque sonará imposible. Hablar sola estaba siendo un problema para mí y realmente quería poder entablar una pequeña conversación de cualquier cosa, por más estúpida que pudiera ser. Miré por el retrovisor, Jeremías venía en el auto de atrás ya que Marcus no quiso salir sin protección, lo persuadí para elegir el guardia y Jeremías era un chico tierno, atento y no se interpondría en mis planes. Tener un guardia gruñón y que no podría persuadir no era muy conveniente.
—¿Estas emocionado? —pregunté. Tardaríamos cinco minutos en llegar, las reservaciones eran complicadas para este tipo de actividades, siempre estaban llenas, pero moví algunas influencias junto a Rupert.
—No —expresó.
—Genial. —Doblé cuando el GPS me indicó que lo hiciera y entramos por un camino de tierra—. Este auto no sirve para estas circunstancias.
Marcus me miró enojado por mi comentario.
—Es un excelente auto. —Traté de remediar mi error.
Anduvimos un tiempo más hasta que llegué a nuestro destino.
Bienvenidos a Sonrisas y Paz.
Aquí los problemas desaparecen por un tiempo.
Bajé del auto y Marcus me siguió un poco preocupado.
—¿Dónde me trajiste? —tomó mi brazo para detenerme.
—La clase empieza dentro de dos minutos, apúrate. —Caminé hacia la entrada.
Entregué nuestras identificaciones a la recepcionista y ella corroboró la información y nos hizo entrar.
—¿Esto es una granja de cabras? —me susurró.
—¿No es divino?
Dio media vuelta y quiso salir. Lo retuve y le indiqué una colchoneta para que ocupara.
—Estás despedida. Definitivamente. —Se sentó.
Había pocas personas, no éramos más de diez y la que parecía ser la coordinadora estaba al frente y muy sonriente. Era un espacio iluminado con muchas fotos de animales como decoración. Todo era lindo, aquella actividad me recordaba a la que había implementado para mi recuperación, solo que aquí sería ligeramente diferente.
—Practicar yoga es algo que trae consigo muchos beneficios, pero...—Abrió una puerta y los animalitos empezaron a entrar—, hacerlo con animales es mucho mejor.
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Solo quiero estar a tu lado
Teen FictionNichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...