Nichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...
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—¿Quieres decirme cómo rayos accedí a esto?
—Soy muy convincente —Lo abracé rápidamente.
—¿El jefe no va a despedirme?
—Lo impediré, es una promesa. —Hice una cruz en mi corazón cerrando el trato.
—Van a matarme. —Me entregó el artefacto y se subió a la bicicleta.
—Gracias Jeremías, eres mi guardia favorito. —Me subí a la parte de atrás.
Al principio no encontró el equilibrio, pero después de algunas maniobras comenzamos nuestro viaje. Debíamos encontrar a Marcus en el camino, hace veinticinco minutos que comenzó a correr, esa era su idea. No impedí su compromiso con el ejercicio, cargué todo lo que necesitaba en el auto en donde iba uno de los guardias que nos esperaría en la playa y junto a Jeremías iríamos en bicicleta para dar motivación.
—Más rápido hombre que en cualquier momento se hace de noche.
—No creo que eso suceda, ¿debo recordarte que son las dos de la tarde?
—Sino pedaleas más rápido lo que dije sucederá.
Eso hizo. Pedaleó en forma constante por el camino de tierra, haciéndose complicado en algunos tramos, pero juntos llegamos a encontrarnos con Marcus. Al distinguirlo encendí el megáfono:
—¡Vamos Marcus! —hablé—. Estás un poco lento, debo avisarte desde ahora.
Él simplemente frenó el troté hasta quedarse parado y estupefacto mirándome. Le hice una seña a Jeremías y él siguió pedaleando.
—¡Vamos que no hay momento para el descanso! —hablé a través del megáfono. Uh... esto era genial para poder hacerte escuchar.
—Cuando me dijiste que tenías una idea para complementar la mía, jamás pensé que te vería como motivadora personal —Marcus expresó mientras comenzaba de nuevo a trotar casi tomando de nuevo su ritmo inicial.
—Tengo muchas habilidades, Marcus.
Él solo siguió corriendo, en ciertos puntos era quien lideraba, ya que Jeremías se cansaba y bajaba un poco el ritmo. Miré el movimiento en su hombro, no había gestos de dolor o algo anormal en esa área. Si bien estaba cubierto por la ropa aun así podía distinguir sus amplios hombros. Bueno... si teníamos que analizar el cuerpo de Marcus todo gritaba que trabajaba duro por mantenerlo en forma. Estos meses fuera de un entrenamiento más complejo no le afectó significativamente. Pero quién era yo para juzgar esos aspectos, solo una simple chica que no podía negar lo evidente, ahora que lo veía moverse de manera continua era muy indiscutible sus atributos.
—Marcus, ¿ya te dije que tienes un buen trasero? —expresé y juro que Jeremías quería desaparecer—, esos pantalones lo resaltan más.
Él desaceleró hasta estar junto a nosotros y me envió una mirada mordaz.