Nichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...
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—¿Es normal que una fiesta sea tan escandalosa? —murmuré en forma tímida.
—Jamás había traspasado los límites de esta manera —Marcus respondió.
Alexander había organizado una fiesta que parecía ser tranquila y sencilla al principio, él nos había aclarado que eso técnicamente iba a pasar. El resultado fue el opuesto, había muchos invitados y el personal sirviendo bebidas o pequeños aperitivos a todos los invitados.
—¿Acaba de sacarse la parte de arriba? —murmuré.
—Completamente —él desvió la mirada.
Había una chica que se sacó la parte de arriba de su bikini y se lazó a la fuente que estaba en la entrada de la casa. Junto a Marcus nos encontrábamos en los escalones de una entrada secundaria, observando con un poco de asombro como la fiesta se distorsionó.
—Ahora podrá la música a todo volumen —Marcus se apoyó en la barandilla de la escalera, dejando la copa vacía a un camarero que se dirigía a la cocina.
—¿No es peligroso para la seguridad? —señalé el espectáculo con preocupación.
—Alexander puede ser un idiota, pero no le conviene quedarse desprotegido.
—Eso no me aclara mis dudas —susurré mientras subía algunos escalones.
—¿Quieres escapar de aquí? —hizo una pausa, las comisuras de sus labios se levantaron hacia arriba—, podríamos tener una cita.
Casi escupo mi bebida ante aquella declaración, no entendía la razón, pero Marcus últimamente estaba un poco más abierto a hablar conmigo y eso lograba sorprenderme. Aún más cuando él era quien iniciaba las conversaciones o las bromas.
—Debemos buscar otras bebidas —levanté la copa—, estas están asquerosas.
—Eres exigente —subió las escaleras y lo seguí.
—Yo no soy exigente —protesté.
Él siguió caminando por un pasillo hasta que abrió una puerta que parecía estar dirigiéndose hacia el sótano. Cerré la puerta cuando él me indicó y me sostuve de su hombro hasta terminar de bajar las escaleras, tiempo después él prendió una luz, la misma alumbraba levemente.
—Elige lo que crees que es de tu gusto —levantó su mano señalando las botellas con vino.
—Tiene una gran colección —dije, arrugué la nariz al notar el polvo, no quería empezar a estornudar como una loca.
Las instalaciones eran las más modernas, pero parecía que nadie había limpiado por algunos meses. Tomé una botella quitando un poco de polvo con mis dedos para poder ver la etiqueta, era viejo, diez años para ser precisos.
—Puedo asegurar que tiene buenos vinos —señalé a mi alrededor, parecía una bodega profesional.
—Es uno de sus vicios —él señaló—, no va a notar que falta una botella.