Una semana, simplemente una semana era lo que me quedaba. Organicé todo para poder viajar con tranquilidad hasta llegar a casa. Una semana... solo eso tenía.
Me estiré en la cama, desde que Marcus empezó a mejorar ya no me necesitaba con tanta frecuencia y mi tiempo libre aumentaba al pasar los días. El tratamiento dio resultados positivos y pasaba mucho tiempo volviendo a entablar una rutina en relación al ejercicio, aunque siempre lo monitoreaba para mantenerme al corriente, él no reportó ningún dolor. Estaba funcionando bien.
Escuché los ladridos y diferencié a Baxter con claridad. Dejé a un lado la cama y fui hasta el balcón, si bien al principio no me gustó la idea de viajar para atender un paciente ahora agradezco haberlo hecho, las vistas desde esta propiedad de Marcus eran sensacional. Me apoyé en el barandal y miré como los perros persiguen una pelota que era arrojada por Marcus. Las sesiones ya no requerían tanto a Baxter como al principio, pero eso no significaba que su trabajo no hubiera funcionado, era todo lo contrario.
Viendo los resultados, aquel testarudo hombre cayó rendido a los encantos de ambas bolas de pelo. En los últimos días siempre, aunque fuera solo algunos minutos, se dedicaba a jugar con ambos perros. Creía en mi fantasía, que era porque de alguna manera extrañaría a Baxter... ¡Vamos! Ese perro era el más adorable del mundo. Nadie escapaba de sus encantos.
Miré al mar y aprecié como él mismo estaba un poco invadido por diferentes barcos que eran de los vecinos. Estábamos en la costa y cada propiedad tenía una bajada al mar personalizada, en el caso de esta casa era tenía una plataforma lo suficientemente cómoda para tomar sol. Volví a la habitación mirando indecisa las maletas.
«No suena nada mal»
Abrí una de las maletas y saqué la ropa. En el fondo se encontraban mis diferentes trajes de baño. Tomé uno y me vestí lista para salir a explorar dentro de lo permitido. El calor no era tan malo, pero me incomodaba un poco. La ropa que llevaba encima del traje de baño era holgada lo suficiente para no sofocarse.
Antes de bajar el último tramo de las escaleras me animé a hacer algo ilegal. Otra cosa más a mi lista. Sigilosamente entré en la habitación de Marcus, seguro que debía tener protector solar en algún lugar. Miré a mis alrededores y busqué en el baño, era el lugar más lógico donde pensé que podría encontrarse. Abrí las puertas del mueble marrón y lo único que encontré fueron toallas y papel higiénico.
¿Dónde podría tener protector solar?
Revise sus muebles tratando de no desacomodar demasiado, bueno... tampoco había muchas cosas para desacomodar. No había adornos, ni portarretratos con fotos o algo que pudiera delatar que entré en su habitación sin permiso. Todo estaba pulcramente acomodado.
Suspiré al darme cuenta que no había protector solar por ningún lado. Mi búsqueda no sirvió para nada. ¡Maldición!
—¡No quiero hablar sobre esto! —escuché del otro lado la voz enojada de Marcus—, necesito que lo resuelvas porque me está afectando y es tu problema —hizo una pausa—. ¡No es mi problema!
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Solo quiero estar a tu lado
Teen FictionNichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...