Nichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...
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Terminé mi jugo de arándanos y lavé todo correctamente. Mi nueva casa era pequeña, el espacio era bueno y me gustaba poder tener esa privacidad que me brindaba en comparación de tener que vivir junto a alguien, en una pequeña habitación y en la casa de alguien más. Si quería vivir sola mayormente tenía que pagar yo misma y hacer mucho papeleo. Era complicado tener que atender a alguien cuando no era cerca de mi casa.
Vivía cerca de los límites de la propiedad y tenía específicamente que salir por otro lugar si quería irme de la propiedad. Era como una salida secundaria. No fui a ningún lugar todavía, solo a una tienda, sin embargo, la playa estaba en la lista de lugares a los cuales me gustaría ir.
—Vamos Baxter. —Silbé al cerrar la puerta. Él estaba muy contento con todo el espacio que tenía para jugar.
Paré en el carrito de golf. Baxter subió y le ajusté el equipamiento.
—Debes ser un buen perro. —Lo acaricié—. Debemos impresionar al señor Marcus.
Conducir un carrito de golf era divertido. No tenía mucha velocidad, pero era mejor que caminar hasta la gran casa de Collins.
Al llegar hice algunas maniobras y estacioné de forma correcta el carro. Baxter se bajó cuando le di la señal y empezó a oler todo. Tomé mi bolso con todo lo necesario.
Técnicamente según las indicaciones del representante de Collins, tendrían un lugar específico en la enorme casa en donde podríamos iniciar el tratamiento con el equipamiento necesario. Saqué la correa de Baxter y la enganché. Era mejor tenerlo junto a mí, hasta que todos se acostumbraran a él.
—¿Por dónde debo entrar? ¿puerta trasera o la principal? —dudé.
Busqué alguien que me pudiera ayudar. Por lo menos tuve la decencia de ir veinte minutos antes, quería conocer mi lugar de trabajo.
Recorrí con prisas los alrededores, la casa era gigantesca y creía reconocer un poco a lo lejos una piscina. El trabajo de jardinería era estupendo, muy bien cuidado todo. La casa tenía un estilo moderno y un toque de diseño español haciendo que combinara todo.
—¡Oye! —Levanté mi mano como saludo. Un guardia junto a un perro paró. —Fisioterapeuta. —Levanté mi identificación, desde ese accidente la llevaba siempre en mi bolsillo del jean—. ¿sabes por donde puedo entrar? —Señalé la casa.
—Puerta trasera, en la habitación con la puerta blanca, segundo piso.
—¡Gracias por la ayuda! —Lo volví a saludar. Tiré de Baxter para entrar, no hizo caso.
Lo observé, él estaba mirando al otro perro que estaba sin correa.
Oh.
—Vamos Baxter. —Lo tiré de nuevo. Sin respuesta.
El otro perro lo miró e hizo un movimiento como si estuviera invitando a Baxter. Mi perro tironeaba porque quería ir con él.