Extra II

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Miré hacia el mar desde el balcón, y como siempre, lucía espléndido

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Miré hacia el mar desde el balcón, y como siempre, lucía espléndido. Aunque no era habitual que visitáramos la casa en Miami con tanta frecuencia, esta semana logramos coordinar nuestros horarios para disfrutar de un tiempo libre juntos, escapando de nuestras ajetreadas vidas y permitiéndonos descansar un poco. La puesta de sol desde esta altura era simplemente hermosa, y no me cansaba de contemplarla a pesar de haberla disfrutado en numerosas ocasiones.

Mientras tomaba un sorbo de jugo de arándanos, una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver a Marcus regresando a casa, charlando animadamente con Nathaniel, aunque desde mi posición no podía escuchar de qué hablaban. Mi hijo se encontraba cómodamente en los brazos de su padre, y con entusiasmo agarró la gorra de Marcus para jugar con ella. Estaba en esa etapa en la que todo le llamaba la atención y quería explorarlo.

Nathaniel, con apenas dos años de edad, era mi fuente de orgullo. Como madre, me sentía especialmente protectora debido a las dificultades que habíamos atravesado. Su llegada al mundo había sido prematura, a los siete meses de gestación, causada por miomas uterinos que desencadenaron un parto prematuro. En ese momento, experimenté temor, ya que me sentí impotente ante la situación y un poco culpable al mismo tiempo. Las consecuencias fueron que sus pulmones no estaban completamente desarrollados, lo que requería que le proporcionaran oxígeno para su bienestar, significó muchos días en el hospital con una pizca de miedo constante de que algo saliera mal. En el presente, era un niño completamente sano y estábamos rodeados de amor todos los días como familia.

Era una réplica exacta de Marcus en cuanto a su apariencia física, pero cuando se trataba de su actitud, bueno, en ese aspecto se asemejaba mucho más a mí.

Caminé hasta la cocina y abrí la nevera para preparar algo para mis chicos. Después de pasar varias horas jugando en la playa, sabía que estaban exhaustos y necesitaban recargar energías. Agarré yogur de vainilla y serví dos vasos, y mientras lo hacía, percibí el sonido de la puerta siendo abierta, acompañado de murmullos.

—¿Alguien quiere budín de banana? —pregunté, y recibí aplausos como respuesta. Luego, vi a Nathaniel correr hacia mí mientras soltaba algunas risitas. Me agaché y esperé el dulce beso que mi hijo obedientemente depositó en mi mejilla.

—Vamos, Nathaniel, primero debemos lavarnos las manos —dijo Marcus, tomando a nuestro hijo y llevándolo al baño.

Mientras tanto, corté el budín y lo dispuse en un plato, dejándolo todo listo en la isla de la cocina.

Mientras esperaba a que Marcus y Nathaniel regresaran de lavarse las manos, me entretuve observando el paisaje desde la ventana de la cocina. El sol comenzaba a sumergirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados que contrastaban con el azul profundo del océano. Era un espectáculo asombroso que nunca dejaba de maravillarme.

Pocos minutos después, Marcus y Nathaniel regresaron a la cocina. Nathaniel tenía las manos limpias, y con entusiasmo, se acercó a la isla de la cocina donde había preparado el budín de banana. Marcus lo siguió de cerca.

Solo quiero estar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora