Allanamiento

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Luego de hablar con la Sra. Lucrecia, la jefa de Laura y corroborar que, en efecto, la declaración que ella me había dado es verídica, dudé por un momento en que ella tuviera algo que ver, pero no soy de los que descartan sospechosos con una información que fácilmente no puede ser cierta. No sé por qué hay algo más en ella que me hace sospechar de su persona.

—No la podría ver como una sospechosa — me dijo Mauricio sin dejar de observar a Laura desde el otro lado del ventanal—. Está demasiado buena para haber cometido algún delito.

—Que sea linda, no significa que no pueda haber hecho parte del crimen — le recordé.

—Sigo creyendo todo lo contrario. Se ve muy sincera y dolida. ¿Puedo consolarla? — Gabriela golpeó su cabeza con fuerza—. ¡Oye, eso duele! —se quejó.

—Ves una escoba con faldas y te vas corriendo detrás de ella, ¿no? Cierra la boca antes que las moscas se adentren en un lugar poco agradable.

—Que no se noten tus celos — su burló y ella volvió a golpearlo.

—No seas estúpido, Además, estoy segura que ella no es ella.

—Entonces, ¿qué es según tu ojo crítico y envidioso? Porque eso que ves; es tremendo mujerón, te duela y te sangre la herida.

—Ustedes con tal de ver un trasero y un pecho grande, no se fijan en lo que a simple se ve.

—Las mujeres ya no saben que inventarse para llamar la atención.

—¿Desde cuándo se desviaron de tema? — los detuve, aunque también sentía curiosidad por saber a lo que se refería Gabriela—. Hagan su trabajo en lugar de estar chismeando —regresé con Laura, y guardó su teléfono en el bolso.

—¿Ya me puedo ir, señor oficial? — preguntó.

—Sí, ya te puedes marchar. Si requerimos que te acerques nuevamente, Gabriela; mi asistente, te contactará.

—Por supuesto. Ese desgraciado tiene que pagar por todo el infierno que ella vivió en sus manos. Hasta luego, Oficial Sánchez — sonrió vagamente antes de salir del cuarto de interrogaciones.

Su sonrisa me recordó la que me dedicó la dueña de mis fantasías. Primero su nombre, luego el color de sus uñas y ahora sus labios. ¿Será eso una señal divina? Saqué mi celular del bolsillo y miré la notificación de la página de Laura.

«Lamento mucho lo que les voy decir, pero por problemas personales y que se salen de mis manos, me tomaré un tiempo para sanar. Nunca los voy a abandonar, solo que no estoy bien para hacer las grabaciones. Espero volver pronto. Los adoro a todos y gracias por comprender». Me sorprendió el comunicado que dejó, más por el hecho de saber que no podré verla quien sabe por cuánto tiempo. Revisé los comentarios, muchos de sus seguidores se molestaron, otros fueron más empáticos y comprendieron que no siempre se estaba bien en la vida. No dejé nada ahí, pero sí le envié un mensaje para que contara con mi apoyo.

«Espero que puedas superar todo lo malo que esté pasando en tu vida en este momento. Me da tristeza que no grabes nada, pero primero está tu bienestar. Sea lo que sea, espero que logres encontrar la calma y tu propio bien. Cuenta conmigo si lo que quieres es hablar, juro que no lo hago con mala intención». Le di enviar al mensaje y guardé el teléfono en mi bolsillo.

El resto de semana el trabajo ha ido en aumento. Cada día la inseguridad está latente en la calle, más cuando tengo casos tan complicados que resolver como el de Samay. Ese hombre parece que la tierra se lo hubiera tragado, o de plano alguien lo está ayudando a esconderse.

Mauricio se ha encargado de investigar a Laura Bermúdez durante estas últimas semanas, pero no hay nada que la incrimine. Lo único que no me queda claro es el cambio de nombre que hay en los registros. Es curioso que no esté su nombre anterior registrado, pero sí se encuentre en la base de datos. No sé si sea un error del sistema, o es que han manipulado las redes para que nadie se dé por enterado, aunque esta última suposición es sumamente ilógica.

Tomé mi arma de reglamento, la macana y mis esposas y salí de la estación rumbo a la casa de Laura con la orden de allanamiento en mano. No sé por qué esa espina de que ella esconde algo se metió en mi cabeza.

Toqué su puerta dos veces, y ella salió con un pijama demasiado corto y revelador para su propio bien. Sus piernas son bien largas y carnosas, y sus senos se me hicieron incluso más grandes que el otro día. No sé por qué rayos imagino que ella es mi Laura.

—Pero qué sorpresa. Buenos días, Oficial Sánchez — sonrió ladeado.

—Buenos días, Srta. Bermúdez — aparté la mirada de su cuerpo y le hice entrega de la orden de allanamiento.

—¿Y esto a qué se debe? — frunció el ceño.

—Eres una posible sospechosa en la muerte de Samay Rivera, así que...

—¿Me está jodiendo? ¡¿Quién mierda se cree para levantar semejante calumnia?! — enfureció.

—No intervenga en la investigación, señorita, o no tendré de otra que llevarla conmigo a la estación.

—Adelante y tráguese sus estúpidas sospechas por el culo — se hizo a un lado, y sonreí.

—¿Acaso quiere que la arreste por insultar a un oficial? — entré a su pequeño apartamento, y la escuché maldecir entre dientes—. Eso pensé. 

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora