Enigma

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El apartamento de la Laura es pequeño; una sala que comunica con la cocina, dos habitaciones que me mostró sin problema y un baño. Por más que revisé sus cosas no encontré absolutamente nada que la incriminara, más no pensaba rendirme tan fácilmente. Hasta el último momento seguía pensando que tenía algo que ver con la muerte de Samay.

—¿Encontró lo que estaba buscando, oficial? — su sonrisita cínica no me pasó desapercibida.

—Le recuerdo que no puede salir de la ciudad ni mucho menos abandonar el país, Srta. Bermúdez.

—¿Es en serio? — borró la sonrisa de sus labios, luciendo muy molesta—. En lugar de estar perdiendo su tiempo conmigo, debería estar tras la pista de ese desgraciado. Da tristeza cómo funciona la ley en este país.

—Solo hago mi trabajo.

—¿Y cree que aquí es donde va a encontrar el verdadero culpable de la chica que consideraba como una hermana? — sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo a pesar de que estaban al borde de deslizarse por sus mejillas—. ¿Ya acabó de hacer su trabajo, oficial?

—Ya acabé — una parte de mí sintió su sinceridad, pero si de algo he aprendido en este mundo, es que la falsedad siempre se esconde detrás del rostro más hermoso y angelical— Tenga un buen día — salí de su apartamento y entré en mi auto.

Ella se quedó viéndome desde el umbral de su puerta, y más incómodo me sentí. No es la primera vez que trabajo en un caso como estos, no entiendo por qué me siento terrible por primera vez. No quería llegar a la estación y tener que estar de cabeza en una pila de papeles, así que me dediqué a patrullar las calles con la mente puesta en otro lugar, o más bien, en una morena que me tiene cada vez más con la cabeza ocupada.

Mi Laura aún no ha respondido mi mensaje, nada nuevo en ello, pero no he dejado de pensar ni un solo segundo en si estará bien o no. No sé por qué tengo una maldita obsesión con una completa desconocida, que, para ser honesto, para ella solo debo ser parte de un montón de personas que la siguen. Me detuve a un lado de la calle y le envié un corto mensaje, preguntándole si se encontraba bien o si necesitaba ayuda en algo. Siento mucha angustia de que algo malo le haya sucedido.

—Deja de pensar en esa chica — suspiré, viendo la foto que me envió aquella madrugada.

La notificación llegó inmediata, acelerando los latidos de mi corazón. Aun no puedo creer que vuelva a responderme. Me siento como un mocoso de quince años y hormonal.

—Gracias por preocuparte por mí. He estado mejor, pero aún no del todo.

—Verás que todo se va a solucionar.

—¿Crees que la muerte y la soledad tienen solución? — me preguntó, preocupándome.

—Depende. No quiero sonar grosero ni mucho menos entrometido, pero ¿acaso has pensando en quitarte la vida? — dudé mucho para enviarle eso; sin embargo, me atreví a hacerlo.

—¡No, claro que no! Hace poco alguien que era muy importante en mi vida, murió. Ella era mi única compañía en este mundo. Me quedé sola, y ha sido muy difícil seguir sin ese único apoyo. Y cada día todo parece empeorar a mi alrededor — respondió.

—Lo siento mucho. Verás que pronto encontrarás la resiliencia que su partida te dejó.

—Perdóname, no sé por qué te estoy contando todo esto.

—Quizás porque necesitas desahogarte con alguien. No puedo ser el indicado, pero créeme que te trataré de ayudarte en todo lo que en mí respecta.

—Eres tan lindo, muchas gracias — adjuntó una carita sonriente—. Eres policía, ¿verdad?

No supe qué responder a eso, pero era algo ilógico porque yo mismo revelé parte de mi identidad con el vídeo que le había enviado.

—Así es.

—¿Todos los policías suelen ser tan hijos de puta? Perdón si te ofendo, pero tengo uno ahora mismo en mente que le estoy deseando que le caiga una plasta de mierda en la cabeza.

Una risita escapó de mis labios.

—Espero no ser yo ese policía — bromeé.

—Ah, no, créeme que no. Tú me haces pensar otro tipo de cosas.

—¿Cómo cuáles?

—Cosas muy agradables.

—¿Y no me puedes decir una de ellas?

—No puedo revelar mis pensamientos tan a ligera, se perdería el enigma.

—Me encantaría descubrir tu enigma. ¿Laura es tu verdadero nombre? — quise saber.

—Te quedarás con las ganas de saber si es mi nombre real o no. Ten un lindo día, poli. Gracias por hacerme sonreír, hablar contigo siempre resulta muy excitante.

—Puedes escribirme a la hora que tú quieres si lo que necesitas es hablar.

—Lo tendré muy en cuenta, bebé.

Hace un mes empezamos a hablar cada día. No me importa si solo cruzamos un par de palabras, pero es agradable y me llena como nadie hablar con ella y saber que no soy uno más entre su larga lista de seguidores. Sigue siendo mi enigma favorito, pues no pienso descansar ahora que me ha dado una oportunidad de llegar más allá de saber quién es la verdadera Laura que se esconde detrás de una pantalla y una máscara.

No ha vuelto grabar nada y no voy a mentir, la he echado mucho de menos, pero a la vez no quiero que nadie más la vea actuar. Hace unos días me envió una fotografía muy sensual de ella comiéndose un helado. Solo se trataba de sus labios succionando el helado con suma sensualidad y pericia, pero es suficiente para que sea lo que siento por ella crezca en mi interior. Quiero mandar todo a la mierda e ir a buscarla sin importar la odisea que pasaría por encontrarla, pero tengo que conformarme con verla a través de una pantalla.

El caso de Samay se ha ido enfriando, pero me juré encontrar esa rata que se ha sabido esconder muy bien. La Srta. Bermúdez ya no hace parte de mis sospechosos; todo lo contrario, me sorprendió mucho el hecho de que haya apelado por la custodia del pequeño hijo de Samay, y para mayor sorpresa, que el juez esté pensando que ella pueda ser una buena opción para el menor, después de todo, ella lo conoce casi como si fuese su madre.

Gabriela irrumpió en mi oficina, alterada y con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

—Se trata de la Srta. Bermúdez, señor.

—¿Qué con ella?

—Uno de los vecinos la encontró muy golpeada en la entrada de su apartamento. Ahora mismo se encuentra en el hospital central muy mal herida.

—Envía una unidad a su casa, estoy seguro que fue ese desgraciado.

—Sí, señor.

Tomé mis cosas y salí como alma que lleva el diablo hacia el hospital central. Necesito saber qué fue lo que pasó con exactitud. Esa lacra lo está haciendo todo muy personal. ¿Por qué tuvo que golpearla a ella? Tal vez sea por la decisión que ha tomado el juez de otorgarle la custodia de su hijo a ella. 

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora