Te quiero

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—Hablen con calma, sin necesidad de herir con palabras o no permitir que el otro diga lo que tiene guardado, mi amor — me dijo mi madre, acariciando mi cabello con suavidad—. Escúchala y haz que te escuche de la misma forma. Me iré a casa, pero si me necesitas no dudes en llamarme.

—Ve a casa y trata de descansar, mamá. Se supone que deberías estar en cama y no estar en estos rollos conmigo.

—Ya te dije que por ti lo hago todo. Solo habla con Laura y sé sincero. No te guardes nada aquí adentro — señaló mi pecho con su dedo índice.

—No lo haré. Te amo con toda mi alma, mamá. Descansa, por favor — dejé un beso en su mejilla antes de bajar del auto con la ayuda de mis muletas.

Si no hubiera sido por el analgésico que mi madre me obligó a tomar, todavía estuviese preso de ese mendigo dolor en mi pierna. Al ser un medicamento tan fuerte, me siento un poco más relajado y calmado, aunque todavía siento la presión en el pecho a causa de la reacción que Laura asumió.

Toqué dos veces el timbre de esa casa que no me agrada ni un poco, pero sé que este es el único lugar donde ella pueda estar. Un hombre moreno y corpulento me abrió la puerta poco después, observándome de pies a cabeza y con cautela.

—Buenas noches, ¿qué se le ofrece?

—Soy oficial de policía, estoy buscando a la Sra. Montés — le mostré mi placa y mi identificación.

—¿Y su uniforme? ¿Por qué razón viene buscando a la Sra. Lucrecia?

—Solo dígale que el Oficial Sánchez la busca.

Había olvidado por completo cuán fuerte era el medicamento, pero necesitaba llegar primero con Laura antes de que terminara dormido aquí mismo.

—Espere un momento — cerró la puerta y volvió poco después con una chica que usaba un vestido bastante corto y revelador.

—Sr. Oficial, venga conmigo — la chica me guio al interior, llevándome a la que supongo debe ser la oficina de la Sra. Montés—. La Sra. Lucrecia en un momento estará con usted.

—Gracias.

—De nada, guapo — me lanzó un guiño antes salir de la oficina.

Esperé ansioso por varios minutos, luchando por no cerrar los ojos. La Sra. Lucrecia entró con una expresión bastante seria y fría a la oficina.

—Espero que su visita no tenga nada que ver con lo que le sucedió a Laura. Esa chica está reacia a contarme el por qué llegó en ese estado a mi casa.

—Puede que sí tenga que ver, pero no es del todo mi culpa. ¿Dónde está?

—¿Para qué la busca?

—No tengo tiempo que perder, luego si quiere nos sentamos a tomar una taza de té y le comento mi vida privada con lujo de detalle.

—Ni por qué esté convaleciente deja de ese sarcasmo tan característico suyo, oficial — soltó una risita—. Lo llevaré con mi chica, pero si termina de romperle el corazón, olvídese de su tercera pierna.

—Solo para dejar en claro; Laura no es su chica, ella ya no pertenece a este mundo y usted más que nadie lo sabe.

Sonrió, mas no se atrevió a decir nada. La seguí por un pasillo largo, cada cinco pasos hay puertas rojas con una estrella dorada en el centro y el nombre de la chica u hombre que transmite para esta señora. Esto se puede considerar como una red de prostitución, ¿no? Pero la mujer tiene su supuesto negocio bajo un nombre legal, por lo que es imposible saber si las «estrellas» son obligadas por esta mujer o no.

Llegamos a una puerta negra al fondo del pasillo, no tenía ninguna estrella y tampoco un nombre, por lo que supuse que sería un cuarto normal, pero al abrir la puerta, recorrí el espacio en cuestión de segundos, dándome cuenta que es la misma puesta en la que Laura grababa sus videos. Mi corazón reaccionó al verla hecha un ovillo en la cama, parecía que lucía dormida, pero al levantar la cabeza y verme allí, quedó de pie en un solo salto.

—¿Qué haces aquí? — limpió sus lágrimas, viendo de la mujer a mí—. ¿Tú lo llamaste?

—Bueno, aquí sobro yo. Ya saben, eso de hacer mal tercio nunca ha sido lo mío. Pórtense juciosos — cerró la puerta, echándole pasador desde afuera.

—¿A qué has venido?

—Te parece poco lo que dejamos pendiente tú y yo en mi casa.

Desvió la mirada, por lo que aproveché para acercarme a ella y tomarla suavemente de la barbilla. Inspeccione su rostro una vez más, quedando igual e incluso más que encantando con lo bella que es.

—¿Cómo se te ocurre dejarme solo y con la palabra en la boca? Si pretendías asustarme con ese secreto, déjame decirte que tus planes se vieron afectados — la obligué a mirarme—. ¿Cómo crees que podría llegar a odiarte, Laura? Dime, si lo único que siento aquí en mi pecho es un gran amor por ti.

—Es que es lo más comprensible, nadie acepta a alguien como yo...

—¿Sabes? Eso ha sido lo más narcisista que he escuchado en mi vida viniendo de ti, Laura. No hace falta que me digas lo difícil que ha sido tu vida a causa del poco razonamiento humano, pero yo nunca te voy a odiar — me acerqué a sus labios, rozandolos suavemente con los míos—. Jamás, escúchame bien, jamás podría odiar a la mujer que está tan metida en mis pensamientos y en mi pecho. No importa si eres hombre, mujer, un gato, una paloma o un alienígena; seas lo que seas, te voy a querer y adorar por la gran persona que eres, por lo bello que hay en tu corazón y que muero de ganas por descubrir como loco. Pero me duele que no me hayas dado la oportunidad de hablar y dejar que sea yo quien decida lo que siente por ti. Yo no te tengo que aceptar, Laura, porque no somos seres humanos sujetos a las bases de otros. Tu aceptas mis sentimientos, ya verás tú lo que hagas con ellos; aceptas también tenerme en tu vida, más no quiere decir que sea a tu lado como tanto lo deseo — expliqué mi punto de vista—. Yo no tengo que aceptar nada de ti, porque lo único que quiero es que aceptes mi corazón así como he aceptado el tuyo sin ningún tipo de reparos. Para mí, eres mi Laura; la chica hermosa que me enredó con su encanto y me deslumbró con lo hermosa y buena persona que es.

—Pensé que me ibas a rechazar.

—¿Por qué? Dímelo.

—¿No es obvio?

—Para mí no. Si me quedé en silencio, fue recapacitando en esa confesión que me dejó en la luna.

—Es natural luego que te hayas enterado de que era hombre.

—Siempre has sido una linda princesa, cariño. ¿No fue lo que me dijiste que te sentías cuando eres una pequeña que se veía al espejo?

Sus ojos se llenaron de lágrimas, así que besé sus ojos y mis labios se vieron húmedos por su llanto.

—No llores, mi princesa bella — acaricié sus mejillas, sus ojos, su nariz y sus labios con los míos, siendo preso de un acelerado palpitar en mi pecho—. Tu no te equivocaste; eres la más bella de todas las princesas que pueda existir.

—Enzo... — estalló en llanto, escondiendo el rostro en mi cuello y abrazándome con tanta fuerza, que pensé que nos iríamos al piso juntos—. ¿En realidad no me odias?

—No, no te odio. Estoy un poco enojado por haberme dejado solo luego de que me lanzaras esa bomba de que estás enamorada de mí y luego te marcharas como si nada, pero eso se soluciona con un par de besos que me des. Así de fácil soy tratándose de ti — sonreí, dejando varios besos seguidos en su frente—. ¿Sabes? Aunque me encantaría abrazarte, no puedo hacerlo. Te recuerdo que tengo en uso solo una pierna.

—Lo siento, perdóname — me llevó a la cama y me ayudó a sentar, estirando mi pierna con total delicadeza—. ¿No te duele?

—Ya no — la halé de la muñeca y caímos de espaldas a la cama—. Acércate un poco que quiero contarte un secreto.

—D-dime — dejó su rostro a tan solo centímetros del mío.

—Te quiero querer bonito y si es posible por mucho tiempo — entrelacé mi mano en su pelo y robé sus labios, demostrándole con un beso apasionado y tierno, lo mucho que significa para mí.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora