—No quiero hacerme cargo de nada, porque no hice nada — estaba actuando como una pequeña de cinco años, lo sabía de sobra.
—Eres tremenda ponzoña — me giró en un solo movimiento y me estampó contra la pared—. No puedes morder la mano que te da de comer, belleza —trazó un fino y húmedo camino con su lengua por mi cuello.
Caliente, malicioso, perverso, sensual, erótico; no sé cuál de esas palabras le queda mejor para describir la locura que está desatando en mi interior con esos besos de lengua que son bastantes húmedos.
—No niegues más lo mucho que deseas que te rompa en miles de pedazos — subió mi falda de un solo halón, dejando mi trasero expuesto—. Tienes bonito culo.
Me sentí extraña; contrariada por la inseguridad que me gobernó al instante y excitada por sus palabras y besos. Lo he tenido en sueños, haciendo de mí un divino colador, pero ahora mismo no sé qué hacer ni cómo responder a sus ardientes estímulos. No he tenido sexo ni antes ni después de todo el cambio que me realicé hace cinco años atrás; claro está, un sexo que sea consensuado y no por violación, y es obvio que todo se sienta diferente. Lo único que he recibido de los hombres son abusos.
—No te atrevas a negar lo mucho que me deseas — susurró en mi oído, frotándose contra mí—. Porque, siendo sincero, yo sí deseo mucho pasar un buen rato contigo.
Se me aflojó un gemido al instante en el que empezó a frotarse con mayor ímpetu contra mis nalgas. Sentir la humedad en mi piel y la dureza de su masculinidad me dejó sin palabras. No negué lo mucho que me gusta desde aquella primera vez en la que me hizo sentir tan bien con cada uno de sus cumplidos, o lo mucho que me fascinó verlo masturbarse por mí, pero tampoco le confirmé absolutamente nada. Solo me quedé disfrutando de sus jadeos y sus fricciones cada vez más rápidas.
—Oh, Laura, no te imaginas lo mucho que he pensado en ti... — mordió el lóbulo de mi oreja, deslizando su mano por la cara interna de mi muslo derecho—. Ya perdí la cuenta de las veces que he soñado con este día.
Mis alertas se activaron cuando pretendía acercar su mano mucho más a mi intimidad, por eso mismo me zafé de sus brazos y me alejé de él rápidamente. Lo vi acercase con el ceño fruncido, la respiración acelerada y una gran erección. No pensé que, la primera vez que fuera a intimar con un hombre por elección y gusto, me suceda este tipo de cosas. Sé que ahora sí puedo lucir lo que realmente soy, pero no deja de ser chocante y doloroso tener en mente todo el daño que me hicieron. Incluso el recuerdo de lo que me hizo ese infeliz hace poco, aún está fresco en mi memoria. Que me haga la fuerte, como si no hubiera pasado nada, no significa que no sangre el alma con tan solo recordar sus palabras y en todo lo que me hizo.
—¿Qué pasa?
—No me lo tomes a mal, pero no me apetece tener sexo contigo — estaba en ese punto de inflexión, a punto de quebrarme por los recuerdos que aun en el presente me persiguen.
—Hace un momento estabas gimiendo y moviéndote a la par conmigo. ¿Acaso hice algo mal? — dio dos pasos más cerca, y retrocedí—. No te voy a hacer daño —se detuvo, cubriéndose con las manos.
—Esto ha sido un error y mi culpa, lo mejor será que me vaya — crucé por su lado, pero me tomó del brazo con delicadeza.
—Espera, no te vayas de esa manera — suspiró—. Perdóname, me dejé llevar por lo que me hiciste sentir. Si te hice daño o te lastimé, de verdad perdóname, no suelo tener ese tipo de comportamiento con una mujer. Te prometo que algo como esto no va a volver a pasar. Y si tanto quieres irte, mañana mismo te ayudo a buscar un lugar para que puedas estar tranquila.
—No me has hecho daño, es que no podemos...
—¿Por qué? Dime una cosa, ¿estabas jugando conmigo?
—No puedo, de verdad, no puedo...
—Es por lo que te sucedió hace poco, ¿verdad? — presionó los labios, luciendo muy arrepentido.
Si lo dice, me quebraré en miles de pedazos. Pero a la vez lo comprendo, ¿quién se fijaría en una mujer que está tan sucia como yo? No era momento de mostrarme débil, pues, a pesar de recibir dolor, siempre he sido inquebrantable.
—No voy a fallar a mi promesa, eso te lo juro por mi madrecita. Perdón por ser tan idiota y no detenerme a pensar por un momento en el cómo te sentías con este tipo de situación, sé que no debe ser fácil para ti luego de esa experiencia tan traumática que has vivido. Comprendo si te quieres marchar, después de todo, me he visto como el peor de los hombres tratando de llegar a mi propia satisfacción sin pensar primero en ti. Soy un hombre que protege, y no precisamente por deber o por compromiso, sino porque detesto que se aprovechen de la inocencia de personas como tú. Perdón por ser un hijo de puta. La cagué hasta el fondo, y en verdad espero que puedas perdonarme.
Todo me esperé menos que me fuera a decir esas palabras que lograron darme un fuerte pinchazo en el corazón. Puede que sea tonto e ilógico para muchos, pero cuando nunca se ha tenido a alguien que te diga palabras bonitas, de aliento o te pida un perdón aun cuando no es su culpa, hace que esos muros que he construido por años se derritan a mi alrededor. Y Enzo es un hombre que sabe usar las palabras, que sabe ser tierno y sabe comprender el dolor ajeno; y, por muchas cosas más, es que decidí abrir mis puertas por primera vez con él, porque él sabe indirectamente a la perfección, lo mucho que necesito de sus fuerzas y su empuje cada día que hablamos por medio de una pantalla.
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Obsesión[✓]
RomanceEnzo es un oficial de policía que vive sometido a su arduo trabajo para proteger a la sociedad de la maldad. Su trabajo no le permite disfrutar de los placeres de la vida como le gustaría, pero en sus cortos descansos encontró su propia diversión en...