Repudio

2K 196 27
                                    

Laura

La felicidad no cabe dentro de mi pecho, luego de tanto demostrarle al juez que soy la mujer más apta para mi terroncito, haya aceptado a darme un mes de prueba. No puedo fallar a la única promesa que le hice a Samay antes de que ese desgraciado le quitase la vida de un soplo.

Por eso mi vida cambió radicalmente el último mes. Si quiero que me den la custodia del pequeño, no puedo seguir haciendo lo que hacía frente a tantas personas y que en el fondo disfrutaba. Buscar un trabajo no fue nada sencillo, pero logré encontrar un lugar en un hotel muy lujoso de la ciudad como mucama. La paga no es la misma que recibía haciendo videos para adultos, pero lo suficiente para darle todo lo que merece Nico.

—¿Estás segura de la decisión que has tomado, Laura? — inquirió Lucrecia, viéndome con esa calma que siempre la ha caracterizado.

—Sí, estoy muy segura.

—Eres una de mis mejores chicas, es una lástima que te vayas. Sabes que puedes volver cuando quieras, ¿no?

—Lo sé. Muchas gracias por todo lo que me has ayudado durante estos años.

—No fue nada, para mí siempre ha sido un placer ayudarte en todo.

—Gracias una vez más — la abracé, Lucrecia tiene un lugar muy importante en mi corazón.

—Ven a visitarnos cuando quieras, cariño.

—Lo haré — sonreí con nostalgia antes de salir del lugar que se volvió mi único hogar durante tanto tiempo.

Pensé que nunca saldría de ese lugar. Para mí hacer esos vídeos me abrió al mundo de una forma que no tiene nombre. Muchos me han dicho que lo que hago es prostitución, pero no lo veo así, ya que nunca tengo encuentros sexuales con un hombre. Lo único que hacemos las mujeres y los hombres que trabajamos con Lucrecia es mostrar su marca de juguetes sexuales un tanto diferente. Gracias a ella pude aceptarme tal como soy; me aprendí a querer primero a mí misma y luego a los demás.

La cantidad de mensajes que recibo, la mayoría de mujeres, sobre los juguetes y pidiéndome consejos, es algo de lo que me he ido acostumbrando con los años. Muchas de ellas son casadas, que, por una cosa u otra, descubrieron a sus esposos viendo mis videos; y, aunque he recibido muchos insultos, hay unas cuantas que se han desahogado conmigo de una forma inimaginable y un tanto extraña. Pero lo que más me satisface son los resultados de sus relaciones cuando las cenizas vuelven arder con furia. Jamás se ha cruzado por mi mente tener una relación de cama con todos esos hombres que me escriben, pidiéndome encuentros y cosas que sobrepasan mi limite.

Llegué a mi apartamento y me dispuse a terminar de organizar el cuarto que será para Nico. La defensora infantil del orfanato en el que ha estado este último tiempo vendrá en un par de días a verificar que todo esté en orden para que me puedan dar entrega del niño. Le compré una cama hermosa de carros, muchos juguetes, ropa nueva e hice enmarcar una preciosa foto de él y Samay. Aún es muy pequeño, pero es lo suficientemente inteligente para comprender lo que ha pasado. Dos toques apresurados y fuertes me sacaron de mis pensamientos.

Pensando que se trataba de nuevo de ese policía de quinta, dejé la foto a un costado recostada en la pared y salí furiosa. Aun no olvido que me haya acusado hace un mes, y menos cuando lo he visto pasear por la calle mientras me vigila. Esta vez no dejaré que se atreva a machar mi buen nombre con sus falsas acusaciones.

—¿Qué demonios quiere ahora? — abrí la puerta, pero me congelé tras ver a Nelson frente a mí—. ¿Qué haces en mi casa?

—¿No estás feliz de verme, perrita? — me miró de arriba abajo, entrando a mi casa como si fuese la suya—. Porque yo no.

—Lárgate o llamo a la policía — amenacé.

—Uh, qué miedo — se carcajeó—. Sabes bien para qué he venido, no te hagas la estúpida —cubrió su boca y negó con la cabeza.

—¡Largo de mi casa! — traté de empujarlo, pero fue mucho más rápido y me puso una navaja en el cuello.

—No me hagas perder la paciencia — me arrojó contra la pared, dejando el filo de la navaja muy cerca de mi cuello—. Ni creas que voy a permitir que un puto como tú se haga cargo de mi hijo.

—Primero muerta antes que permitir que un miserable y poco hombre arruine la inocencia de un niño que no pidió venir a este mundo.

—¿Y quién pidió tu opinión, perra? Te recuerdo que es mi hijo — deslizó el filo de la hoja por mi garganta y todo el centro de mi pecho hasta llegar a mi vientre—. Tengo una pequeña curiosidad, ¿cómo haces para que el paquete no se note? — presionó la rodilla en el medio de mis piernas y la frotó con rudeza, lastimándome en el proceso—. No me digas que ya no tienes nada.

—Lárgate, Nelson — mi voz salió firmé, como hace mucho tiempo no salía.

—Lo que te hizo falta fue una buena cogida para que te enderezaras — presionó tan de golpe la navaja en mi vientre, que no pude evitar soltar las lágrimas—. Ni creas que voy a dejar que mi hijo viva con un puto que se cree hembra. Si la perra de su madre está muerta, es por tu maldita culpa, porque quiso creerle más a un marica que a su propio esposo. A no ser, que todo esto sea un disfraz y estuvieran jugándomela a mis espaldas —sacó la navaja con esa misma fuerza y me giró entre sus brazos, manteniéndome firme con la ayuda de la pared.

—Por favor, Nelson, no me hagas nada. Juro que no voy a denunciarte... — supliqué entre lágrimas y muy asustada.

—Los putos se ven mejor en cuatro patas y bien callados — desgarró mi pantalón con la misma navaja, cortando parte de mi piel.

Sus intenciones las vi reflejadas en sus palabras. No hubo necesidad de mirarlo a los ojos para saber lo que pretendía hacerme. Separó bruscamente mis piernas y sentí el cierre de su pantalón seguidamente. Traté de no dejarme violar una vez más, pero fue inútil. El dolor se mezcló con los recuerdos en el mismo instante en el que me conectó sin ningún tipo de pudor. La sangre fluía con mayor intensidad de mi herida entre tanto él se iba moviendo con violencia en mi interior, agudizando ese dolor que me estaba llevando de nuevo al infierno.

Ya ni las lágrimas tenían el mismo significado. La tristeza, el dolor, la rabia, la impotencia, esos recuerdos que marcaron parte de mi niñez y enterré hace muchos años cuando tomé la decisión de ser una persona diferente, salieron a la luz y me consumieron viva. Pero la sociedad no perdona que el curso de una persona sea distinto.

Cuando creí que todo acabaría, me golpeó hasta que sus nudillos sangraron. Mi rostro y mi abdomen recibieron la mayoría de los golpes que me tiró a diestra y siniestra. No tenía fuerzas, las piernas me temblaban y las energías de mi cuerpo fueron drenadas por la cantidad de sangre que escapaba con cada segundo. Deseé morir una vez más. ¿Por qué siempre tengo que vivir algo tan horrible? ¿Acaso nunca podré ser feliz y tener paz sin que los demás me tilden como lo peor? ¿Acaso merezco el repudio de todos? ¿Qué pecado he cometido en la vida para recibir tanto sufrimiento? 

Lo último que recordéantes de caer inconsciente, fue la hermosa sonrisa de mi madre. Esa mujer, que apesar de que hace muchos años no tengo el gusto de verla, me enseñó el amor máspuro y real que una persona pueda brindar. Ella fue la primera en aceptarme yamarme con los miles de defectos que aparecieron con el pasar de los años. Ellafue la única en defenderme cuando todos decidieron clavar la daga en mi pecho ydestrozar la inocencia de una niña que nació en el cuerpo equivocado.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora