Delito

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Desde aquella noche, en la que Laura me contó gran parte de su vida, siento que nos unimos un poco más. Es tan triste todo lo que vivió en manos de su padre, ese que debía amarla y protegerla contra todo mal. Me llené de impotencia al escuchar cada una de esas cosas desagradables que ella no merecía vivir, pero que, por la poca empatía del mundo, desafortunadamente tuvo que afrontar. Todo ese dolor que ha vivido he querido borrarlo de su mente y de su corazón con mi amor, pero no ha sido nada fácil, más estoy seguro que no será ningún imposible.

Hace cinco meses empezamos a salir. En todo este tiempo nos hemos dedicado a conocernos; saber los gustos y disgustos del otro, a conocer los sueños, las metas y las fracasos que hemos tenido y que en el ahora aún tenemos. La comunicación entre los dos es clave, poco a poco vamos construyendo una confianza más sólida y, que para mí, ha sido un gran paso y una muestra de que ella también anhela que nuestra marche bien.

No hemos tenido intimidad alguna, aunque no voy a mentir, desearía hacerla mía por completo. Sé que debo esperar a que el tiempo perfecto se dé, más porque mi pierna tampoco me ha dejado dar un paso más cuando en esos momentos que tenemos la cabeza caliente se dan. Todo llegará a su debido tiempo, y decir que disfrutaré amarla en cuerpo y alma, es poco.

Las terapias en mi pierna me han devuelto una movilidad casi por completa, pero aún tengo que seguir con ejercicios y medicación hasta que logre llegar a lo indicado por el doctor. Dejé de usar las muletas hace un mes, ahora llevo un bastón que me hace sentir viejo, aunque para los ojos de mi Laura, me veo muy sexi y atractivo. Y si ella lo dice, ciegamente le creo.

Aunque he tratado de persuadirla para que deje de trabajar en ese hotel, ella no ha querido ceder. No quiere ser, según ella, una «oportunista» conmigo, más porque no le permito pagar una renta o aportar en los gastos de la casa, pero las cosas no son así. Me gusta su trabajo, lo que no me gusta es ese jefe pervertido y poco profesional que tiene. Ella es una mujer muy linda, y no hace falta el buitre que quiera caerle encima.

El proceso de la custodia total del pequeño de Samay va por buen camino, sobre todo, porque vamos a ser, en pareja, los tutores legales del niño, si es que llegara el caso dado a aceptarnos todos los requerimientos que exigen. Aunque la madre de Nelson ha tratado por todos los medios de obtenerla, se la han negado por haber sido cómplice de su hijo.

Aún no he podido regresar a mi trabajo y, aunque es aburridor estar en casa, he aprovechado el tiempo para invertir en un negocio. No para mí, sino para dejarlo en manos de mi linda novia. Aún no he tenido oportunidad de decirle, ya que estoy esperando que mis planes se den como tanto quiero. Además, si nos llegan a dar la custodia del niño, ella tendría que dejar su trabajo como mucama para hacerse cargo de él.

En vista de que nos han exigido tener un cuarto propio para el niño, he convencido a Laura para que usemos su habitación para él, pues más adelante podemos pensar en mudarnos a una casa más grande para mayor comodidad. Pero la he notado nerviosa y extraña con el hecho de que esta noche tendrá que empezar a dormir conmigo, aunque si ella no quiere compartir cama conmigo, dormiré a gusto en el sofá.

Esa mujercita es perversa para unas cosas, pero para otras se vuelve un ocho.

Me encontraba terminando de pintar la habitación de un verde menta cuando ella llegó de trabajar. Su abrazo me tomó por sorpresa, más cuando dejó un beso suave en mi cuello que me puso a temblar.

—Que bonito está quedando — volvió a besar mi cuello, pero se me hizo que esta vez, ese beso fue más húmedo que el anterior—. ¿Necesitas ayuda?

—No hace falta que te ensucies las manos, princesa. Me falta poco por acabar.

—Dejame ayudar, no es justo que tengas que hacer todo esto tú solo.

—Si me niego, igual vas a hacer todo lo contrario, ¿verdad?

—Ya me estás aprendiendo a conocer, ¿eh? — besó mi mejilla—.  Ya regreso.

La vi llegar poco después en un pantalón corto y un blusa muy pequeña, dejándome con los motores recalentados ¿Cómo pretende que me voy a concentrar cuando está vestida de forma tan provocativa?

—Ya estoy lista — agarró su cabello en un moño revuelto a lo alto—. ¿Qué hago?

—Termina tú este lado, yo acabaré con las líneas de los bordes — le entregué el rodillo y yo tomé la brocha más pequeña.

—¿Y cómo lo paso? — se quedó viendo de la pared al rodillo, y reí.

—Ven, te ayudo.

Me fui a su espalda, guie su mano a la pintura y, una vez el rodillo quedó cubierto de esta, llevé su mano de nuevo a la pared, mostrándole la manera en la que debe pasar el rodillo por toda esta.

—Así — susurré en su oído, aún rozando su cuerpo con el mío—. Hazlo por tu cuenta.

—Sí...

Se dobló para volver a mojar el rodillo en la pintura, y no fui capaz de moverme un solo paso, pues la poca presión y roce de su trasero no me dejó ni pensar con claridad. Acaricié su espalda baja con suavidad, tratando de no pensar en nada indecente, pero teniéndola en esa posición tan hermosa, es imposible no llenarme de perversiones en un solo segundo.

—Estamos bastantes activos, ¿no?

—Desde hace mucho — solté, agarrando firmemente su cintura—, y todo por tu culpa.

—¿Mi culpa? — se hizo la ofendida.

—¿Y no lo es?

—Claro que no — maliciosamente acomodó sus dos nalgas entre mi dureza—. Lo que pasa es que eres un pervertido que no tiene remedio.

La presioné con rudeza contra mí, arrancándole un gemido muy fino y lindo.

—Enzo... estamos pintando.

—Eres una diablilla muy perversa. Vienes a provocarme y luego te haces la que no es contigo — la enderece de un solo movimiento, por lo que pude tener pleno acceso para morder su cuello.

—Tienes pintura — se hizo la desentendida, viéndome por encima de su hombro.

—¿Qué? ¿A dónde?

—Aquí — se zafó de mis brazos y pasó el rodillo por todo mi pecho, manchando mi camisa blanca—. Ay, me equivoqué.

—Me la vas a pagar, muñequita diabólica.

Quité el rodillo de sus manos e hice lo mismo que ella me hizo, pero su ataque fue mucho peor al coger un puñado de pintura con su mano y salpicarla directamente a mi pecho.

—No es agua bendita, pero ha de servir para que todos tus pecados se bajen al infierno — soltó una carcajada contagiosa, tirando una y otra vez pintura a mi pantalón—. Por el poder de Cristo, esa cosa no se baja. Como que está más arriba, ¿o me equivoco?

—Si quieres compruebalo por ti misma — de un solo movimiento y con gran facilidad la aseguré entre mis brazos y la acerqué a mi cuerpo.

—No hace falta, ya sentí que está incluso muy duro — mordió su labio, observando los míos con hambre.

—Eres una pervertida de muy alta calaña. Debería ponerte bajo arresto — apreté su espalda contra mi pecho, sintiendo explotar de ganas—. Causar alboroto en la tranquilidad de mis pantalones es un delito muy grave, Srta. Bermúdez.

No la dejé hablar, tampoco le permití ni siquiera pensar cuando la estampé contra la pared sin importar arruinar la recién pintura, y ataque su boca con desenfreno y pasión, acariciando con extrema suavidad la piel expuesta de su cintura.

—Te deseo como no tienes idea, mi reina — volví a fundir nuestros labios, percibiendo en ese beso tan intenso y ardiente, que el deseo es mutuo.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora