Gravedad

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Laura

No he tenido ni un segundo de paz desde que llegué a la casa. Pensar que ese enfermo pueda estar haciéndole algún tipo de daño a mi gordito, me tiene inquieta y nerviosa. Por más que quiera creer y confiar en Enzo, no puedo dejar de pensar en todas las cosas malas que puedan haber en este mundo. Ese desgraciado no tiene alma ni corazón, está más que claro que no le importa el bienestar de su propio hijo; lo dejó en claro cuando decidió quitarle la vida a la única mujer que podía hacer del niño un mundo mejor.

El policía que Enzo dejó conmigo no se ha movido ni un poco de su auto, pero las veces que he ido a preguntar si sabe algo del caso, su respuesta es negativa. Tengo el corazón en la mano y los nervios a flor de piel sin saber nada de Enzo. No sé si ya hayan dado con el paradero del pequeño y de ese malnacido, no sé si esté a salvó o no. ¡No sé absolutamente nada! Y no recibir llamadas de Enzo me tiene presa del pánico.

Me aparté de la ventana y fui a la cocina a preparar una taza más de café bien cargado para tratar de disipar esa mal espina que se ha sembrado en mis pensamientos. Necesito quitarme esta ansiedad que me está comiendo segundo a segundo, pero el café no me está ayudando para nada.

Escuché varios golpes fuertes y repetitivos en la puerta y salí corriendo a abrirla. El policía que me está cuidado se veía fatigado y asustado, cortando la comunicación de su radio.

—¿Qué pasa? ¿Ya hay noticias?

—Disculpa que entre así a la casa, pero tienes que ver esto... — fue directo a la sala, encendió el televisor y puso el canal de las noticias.

«Choque violento tras posible persecusión», rezaba el anuncio de la noticia de última hora.

—No estoy seguro, pero ese auto puede ser el del Jefe Sánchez.

Mi corazón se paralizó, dejó de palpitar por un segundo para luego reventar de miedo dentro de mi pecho. Podía escuchar la voz de la mujer del noticiero, pero no entendía nada de lo que estaba diciendo.

—No puede ser cierto — tomé mi bolso, saqué mi teléfono y llamé a su número; no obstante, todas las llamadas se iban directo a buzón.

—Sé que el jefe me pidió que la acompañara, pero me requieren en la estación con suma urgencia...

—Llévame a ese lugar, por favor.

—No puedo hacerlo, señorita.

—¡Me llevará y no hay discusión de nada! — lágrimas brotaron de mis ojos sin control, tal vez porque seguía viendo ese auto policíaco fundirse con el fuego a gran velocidad.

—Entiéndame, no puedo llevarla o me meteré en problemas con mi superior.

—Solo lléveme, necesito saber que no es Enzo el que sufrió ese accidente.

—Está bien — me miró con pena antes de guiarme a su auto.

¿Por qué será que lo malo siempre me persigue? Enzo no ha hecho ningún daño para que algo así le suceda. No entiendo nada de lo que pasó, pero tengo la esperanza que no sea él el que se encontraba en ese auto.

Al llegar al sitio, estaba todo acordonado, pero por suerte nos dejaron pasar por el oficial de policía, de no ser así, aún estuviera tratando de convencer al policía que prohíbe el paso a las personas.

Las esperanzas se fueron al piso al ver a la asistente de Enzo, hacer su trabajo entre lágrimas y muy afectada. Sentí que me hundían el corazón hasta el estómago y lo retorcían cada vez más fuerte. De las llamas del auto ya no quedaba nada, pero al pasear mi vista por el mismo, me di cuenta que en efecto sí era el suyo.

—No fue él, ¿verdad?

Ella hizo silencio por unos segundos que me parecieron eternos antes de asentir y limpiar un par de lágrimas que rodaron por sus mejillas sin poder contenerlas.

—Sí, fue el Jefe Sánchez el que se estrelló de frente con ese sujeto que estaba persiguiendo. De ese hombre no sé nada, pero tal parece que murió tras el fuerte impacto...

—¿Y Enzo? ¿Estaba con el niño? ¿Él está bien? ¿Dónde está? — pregunté tan rápido y entre lágrimas, tratando de reunir la fuerza necesaria para seguir en pie.

—El pequeño está seguro en servicios sociales — sonrió tan solo un poco, sonrisa que se borró así mismo como apareció—. El jefe está herido de gravedad. Lo lograron sacar del auto, pero no me dieron mayor información sobre su estado, solo que iba inconsciente y con una herida bastante comprometedora, pero no sé nada más de él.

¿Alguna vez has sentido que el mundo deja de importar a tu alrededor y todo se vuelve negro por más luz que haya iluminando tus ojos? ¿Alguna vez has sentido la necesidad de respirar por más aire que haya en tus pulmones, pero que, por alguna razón, no sale expulsado por más que fuerces a normalizar tu respiración? ¿Alguna vez has experimentado un jodido dolor de pecho que te hace creer que vas a morir allí mismo?

Entre todas las cosas malas que me ha pasado a lo largo de toda mi vida, este ha sido el golpe más duro que he recibido. Si bien, Enzo y yo no tenemos una relación como tal, pero eso no quiere decir que no tenga sentimientos por él. No puede ser, que, cuando mi corazón está tratando de amar por primera vez en la vida, esta misma sea tan hija de puta y trate de quitarme esa única oportunidad de querer y ser querida.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora