Única

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Enzo

Quedé sumergido en el tiempo, en esa confesión que no me esperaba en lo absoluto, más porque por dónde sea que la vea, su cuerpo entero es como el de una mujer. Sus senos, sus caderas, su parte íntima, su angelical y bello rostro. Es que ella no tiene ningún rasgo masculino que delate lo que su boca aseguró. ¿O acaso todo fue un montaje? Pero me parece tan ilógico e irracional, pues ¿cómo va a esconder ella algo que es tan visible de un hombre?

Pensé que estaba jugando conmigo, pero la honestidad más esas lágrimas que acompañaron su declaración, me dejó muy en claro que no era así. Ella no puede estar bromeando conmigo, pero entonces el proceso abierto y sin completar del cambio de su nombre, hace acto de presencia en mis pensamientos. Y de pronto una oleada de dudas me pican la lengua, principalmente, el hecho de que dé por sentado que la voy a odiar cuando mi corazón lo único que sabe hacer es quererla de una forma que yo mismo desconocía, más al levantar la cabeza y por fin darle una respuesta luego de aquel largo silencio que hice, me encontré con una silla vacía frente a mí.

—¿Laura? — me levanté con ayuda de las muletas, pero la casa se sentía tan fría, vacía y silenciosa.

Subí las escaleras y entré a su habitación, pero me volví a topar con la soledad y la fragancia fresca de su perfume en el aire, pero sin rastro de ella. Al notar que su ropa no se encontraba en el armario y, en general, ninguna de sus pertenencias, mi corazón se hundió hasta fondo de mi estómago.

—¿En qué momento se ha ido? — di la vuelta y bajé las escaleras con un vacío muy grande en el pecho y con el corazón quebrándose poco a poco.

Fue tanto mi descuido y mi afán de evitar que se marcahara que, tropecé con los mismos escalones y terminé cayendo por las escaleras. El dolor que experimenté en la pierna se asemejaba al que sentía en el corazón, con la única diferencia que, el del corazón la única que puede curarlo es ella.

¿Por qué se fue? ¿Por qué no me dijo que tenía intención de marcharse luego de escupir esa verdad que, para ser honesto, me importa muy poco? Si lo que más me importa es que me quiere de la misma forma en que lo hago yo. ¿Por qué tenía que subirme a la nube más alta y luego dejarme caer de sus brazos de esa manera tan bestial?

Me quedé ahí tirado, sintiendo la pierna arder y el corazón desarmarse por completo. Lloré como niño, por la misma impotencia que sentí al no poder levantarme del suelo por mi cuenta y salir corriendo a buscarla a dónde quiera que se haya ido.

—¡Enzo!

—Mamá, ella se fue de mi lado.

—Pero ¿qué fue lo que pasó? — trajo la silla de ruedas consigo y me ayudó a sentarme en ella—. No entiendo nada. Hace un momento me encontré con Laura afuera, llorando y con sus maletas, y ahora tú aquí en el suelo de la misma forma. ¿Qué fue lo que pasó?

—¿La viste? ¿A dónde? — moví la silla hacia la entrada, pero el jodido dolor en la pierna se hacía cada vez más fuerte.

—Trata de calmarte, ¿sí?

—No puedo, ella ni siquiera me permitió hablarle sobre mis sentimientos y se marchó.

—Entiéndela un poco, ella es una mujer con temores muy grandes.

—¿Y yo qué? Por lo menos debió esperar una sola palabra de mi parte, pero se fue, pensando que la iba a dejar de querer por decirme que nació en un cuerpo que no le pertenecía... espera un momento — la miré fijamente, con las lágrimas quemando mis ojos—. ¿Tú sabías que ella...? Bueno, eso es lo de menos ahora.

—Sí. Sabía su secreto exactamente desde que la conocí. ¡Y no puedo creer que la hayas dejado ir luego de decirme que la amabas?

—¡Y la amo, mamá! Pero ella se fue sin darme un chance de hablar. No fue fácil enterarme de ese secreto, pero, sobre todo, también enterarme de la manera más bonita que mis sentimientos son correspondidos — golpee la puerta con mi puño, preso de la frustración y la rabia que siento conmigo mismo—. ¡Jodido accidente de mierda!

—Cálmate, hijo. Ponerte de esa manera te hará más daño.

—Es que... — cubrí mi rostro con ambas manos, evitando que mi madre me viera de esta manera; llorando por la única mujer dueña de mi mente y mi corazón.

No pensé que el amor dolería tanto. Siento rabia de que ella no confíe en mí, que solo piense en sí misma y se escude del mundo con tal de no sentir ningún tipo de dolor. Pero ¿lo que yo sienta qué? ¿No vale? ¿No importa?

—Necesito ir a la estación. Llévame allá, mamá.

—No puedes ir a la estación en esas condiciones en las que estás, Enzo. Además, primero debe verte un médico, ¡te caiste de las escaleras, por Dios!

—Estoy bien, mamá, solo llévame a la estación, por favor.

¿De qué sirve llorar? Si lo que tengo que hacer es ir a buscarla antes que pueda llegar a perderla para siempre. Laura tiene que entender que no hay mujer en esta tierra que pueda querer tan intensamente como a ella. Que no me importa lo que haya sido antes, pues eso hace parte de un pasado que está muerto y enterrado. A mí lo único que me importa es que su corazón me pertenece de la misma manera en la que el mío le pertenece. Porque desde el primer momento en que la vi, supe que ella era la única dueña de mi mundo.

—Voy a buscarla, mamá. En la estación está la dirección de ese lugar a dónde ella no tiene por qué estar.

—¿Qué lugar?

—No importa, lo único que quiero es que le pidas a Mauricio la dirección de la casa de Lucrecia Montés.

—Deja lo llamo, no hay necesidad de ir a la estación por eso. Te traeré un analgésico para el dolor, y luego que Mauricio me dé la dirección de esa señora, yo misma te llevo con ella. ¿Entendido? — asentí con la cabeza, pensando una y otra vez en las palabras de mi Laura.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora