Cómplice

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—Lamento interrumpir, señor — Gabriela carraspeó, y Laura y yo nos separamos de inmediato—. En efecto, fue el padre del niño quien se lo llevó. Tenemos las placas del auto, por lo que, Mauricio se hará cargo de seguirle la pista mediante las cámaras de seguridad de la ciudad.

—Perfecto. Ve con Mauricio y ayúdale en todo lo que necesite. Cuando tengas el lugar exacto a donde ha llevado al menor, avísame. También avisa a la estación para que estén preparados por si hay que salir en cualquier momento.

—Sí, señor — sonrió ladeado antes de dar media vuelta y desaparecer de nuestra vista.

—Dios mío, espero lo puedan encontrar pronto.

—Verás que sí — tomé su mano y dejé un suave beso en el dorso de la misma—. Ve a casa y espérame allí.

—No me pidas eso, yo quiero quedarme e ir con ustedes.

—No puedes estar aquí, preciosa. Ve a casa y espera noticias mías. Todo va a salir bien, lo prometo. Traeré al pequeño de vuelta contigo.

Dudó mucho, pero al final terminó cediendo. Le pedí a uno de los patrulleros que la llevara a casa y que por nada del mundo fuera a quitarle el ojo de encima. No sé por qué tengo el presentimiento que Laura es uno de los objetivos de ese hombre, el caos que había en su apartamento confirma que es así. Y ahora que está bajo mi techo y mi protección, no voy a permitir que nada malo le suceda.

Fui directo a la estación para cambiarme de ropa y hacer todo el procedimiento debido a la denuncia. En este trabajo no se tiene un poco de paz, siempre hay que estar con los sentidos alertas y la predisposición para salir cuando así el caso lo requiera, mas cuando se es el jefe de la estación.

Gabriela y Mauricio entraron poco después a mi oficina, trayendo consigo una carpeta que dejaron sobre mi escritorio.

—Lo llevó con su madre. El auto también es de ella — informó Mauricio, tomando lugar frente a mí.

—Usted dirá qué hacemos, señor.

—Avisa a servicios sociales sobre el caso. Salimos inmediatamente a ese lugar.

—Sí, señor.

Gabriela fue a hacer su trabajo y Mauricio y yo salimos en la patrulla en dirección a la casa de la madre de ese sujeto. Es un imbécil, ¿cómo se le ocurre llevar al niño con su madre? Creí que era más inteligente, pero lo que más me entra la duda, es que, probablemente, esa mujer estuviera encubriendo a su hijo todo este tiempo de nosotros, aún sabiendo, que muchas veces fuimos a buscarlo allí y juró por su Dios que no sabía nada de él.

—¿Qué hay con la chica?

—¿Qué chica?

—No te hagas, Enzo, sabes muy bien a quién me refiero.

—Ah, ¿Laura?

—Sí, esa misma.

—Sabia que Gabriela no lo dejaría pasar — suspiré—. No hay nada con la chica.

—Pero se estaban comiendo la boca.

Reí, observando las calles de la ciudad por la ventana del auto y recordando la textura suave de sus labios. Dios, aún no puedo creer que la mujer que tan loco me trae, haya estado compartiendo conmigo todo este tiempo.

—Solo fue un beso, no hay nada más que contar.

—Sí, claro. ¿De cuándo acá le comes la boca a una chica que, por cierto es muy guapa, y te atreves a decir que no hay nada con ella? Ese cuento no me lo creo, además, llevas viviendo con ella desde hace semanas.

—No ha pasado nada en todo este tiempo, si es lo que quieres saber. Lo de hoy fue solo un beso, ni supe en qué momento nos besamos. Solo pasó y ya.

Bufó, y agradecí a todos los cielos de haber llegado a la casa de la madre de Nelson, aunque conociendo a Mauricio, sé que no va a dejar ese tema hasta aquí.

Bajamos del auto y caminamos a la entrada. Tan pronto llamamos a la puerta, la mujer salió con cara de pocos amigos y una pizca de nervios. No se atrevió a abrir la puerta por completo, solo sacó la cabeza y nos miró de arriba abajo. Antes había actuado cooperativa, ahora parece estar a la defensiva.

—Buenas tardes, oficiales. ¿Qué les trae por aquí?

—Sabe a la perfección por qué estamos aquí — respondió Mauricio, y lo calmé.

—Sra. Rivera, sabemos de sobra que su hijo a traído al pequeño con usted, así que, no nos haga el trabajo más difícil y no se complique más la situación usted misma. Entregue al pequeño ahora mismo.

—¡Ustedes están equivocados! Estoy cansada de decirles que mi hijo no se ha aparecido por aquí. Ahora, ¿cómo creen que va a traer al niño conmigo?

—A mí me gusta actuar por las buenas, pero usted no nos deja de otra — le mostramos la orden de allanamiento, y palideció—. Si usted tiene al pequeño y, además descubrimos que todo este tiempo ha sido su cómplice, está metida en serios problemas.

—Sigan — cerró la puerta, con el fin de quitar los seguros, pero antes que pudiéramos reaccionar, el auto que se encontraba en el garaje, arrancó de un solo golpe.

—¡Encárgate del pequeño, yo mismo atraparé a ese maldito bastardo! — corrí al auto y le seguí al paso, al tiempo que llamaba refuerzos y manejaba a toda velocidad detrás de él.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora