No creí que pudiera abrirme tan rápido a una persona que apenas si conozco, pero la Sra. Teresa es una de esas personas que te generan confianza con la amabilidad y la dulzura que transmite siempre.
Conté muchas cosas de mi vida; las cosas más tristes y las pocas que me han hecho ser feliz, incluyendo ese secreto que muy pocas personas conocen de mí. Cuando creí que me ganaría su rechazo y su odio total, me sorprendió con una historia bonita, pero muy triste de su hermana mayor.
El mundo en el que vivimos no está preparado para ir en contra de la naturaleza, pero no comprende que todos los seres humanos, sin importar la raza, el color de piel, el peso, la talla o que haya nacido en un cuerpo diferente, es algo que está sujeto a lo que radica en si la naturaleza del ser humano, porque no tenemos nada de diferente a los demás. Seguimos siendo personas; con sentimientos y emociones.
Hablar con esa mujer me trajo un gran aprendizaje; uno que estaba esquivando a toda costa por el miedo al rechazo y la burla.
«Cuando se ama de verdad, no importa ni siquiera que no se tenga un peso en el bolsillo, pues el amor no radica de la fortuna que el otro sea capaz de brindarle o no a la relación futura; radica en lo que tú como persona estés dispuesta a brindarle, solo que la base del amor verdadero se ha perdido con el pasar del tiempo», sus palabras aún me seguían haciendo ruido en la cabeza, pues cuánta razón tiene en todos los consejos que me dio. Ni siquiera mi madre que, aunque siempre estuvo conmigo y me apoyó a escondidas de mi padre, me ha dado tantos consejos como una señora que acabo de conocer.
No es que Enzo haya proclamado amarme, pero sí me ha confesado lo mucho que me piensa y lo mucho que desearía tenerme a su lado. No sé si lo hable en el plano sexual o de otro, pero ¿por qué no intentar, aunque sea una sola vez en mi vida, tener una ilusión como cualquier otra persona? Porque si de algo sí estoy segura, es de li mucho que me está gustando todo lo que él es.
«La base de cualquier relación, así sea amorosa, amistosa o fraternal es siempre hablar con la verdad. Conozco a mi hijo y sé de sobra lo mucho que se rige en la confianza y la honestidad de las personas, yo misma lo crié de esa manera. Habla, cuéntale tu vida así como me lo acabas de contar a mí». Sus últimas palabras antes que una enfermera nos dijera que Enzo ya había despertado, me estaban picando una y otra vez en la cabeza.
Ella tiene razón; debo hablar con la verdad, más cuando hemos entablado un algo extraño, pero que me gusta desde el primer instante en el que me atreví a enviarle una respuesta.
Enzo
Desperté tratando de asimilar el por qué me encontraba en un cuarto de hospital y el por qué me dolía todo el cuerpo, pero de momento no me llegó nada más que no sea ese fuerte impacto que tuve con el auto de ese sujeto al cual estaba persiguiendo.
Traté de moverme un poco, más el dolor en mi pierna y mi cabeza no me dejó hacerlo. Una enfermera llegó a mi lado y me hizo un chequeo, supongo yo, normal mientras me hacía varias preguntas. Luego llamó al doctor y fue él quien me explicó a grandes rasgos lo que me había sucedido y de la cirugía que me habían realizado en mi pierna derecha según llegué a la clínica.
Y, para ser honesto, lo de mi pierna es lo de menos, lo que verdaderamente me importa es que ese maldito criminal no se hubiera escapado, pues me dio de frente con toda la intención de dejarme malherido para poder escaparse.
—¿Tiene un teléfono que me pueda facilitar, doctor? Necesito hacer una llamada vital.
—No puede usar el teléfono estando en el área de cuidados intensivos, Sr. Sánchez. Si se trata de avisarle a su familia, su madre y su novia se encuentran en la sala de espera.
—¿Mi madre y mi novia? — pregunté incrédulo—. De mi madre lo espero todo, ella siempre se viene volando cuando me hago algún rasguño, pero ¿dice mi novia? —me reí, pero el dolor me hizo quejar—. Estoy seguro que antes del accidente no tenia novia.
—Bueno, entonces debe ser una amiga o su hermana — se encogió de hombros—. Pero lo que le sucedió no fue un rasguño, oficial. Por poco pierde su pierna, así que no subestime ese accidente. Dé gracias a Dios que llegó a tiempo y pudimos salvarla.
—Hay que tener un poco de humor así sea en este tipo de casos, ¿no?
—Eso sí no se lo discuto, oficial. Descanse y trate de no hacer ningún movimiento en su pierna. Hablaré con las enfermeras para que su madre y la chica puedan entrar a verlo.
—Gracias.
¿Esa chica será Laura o quizás el doctor se refería a Gabriela? Después de todo, mi asistente siempre ha estado muy al pendiente de todo lo que me ocurra, más cuando resulto herido.
Vi a mi madre entrar y esbocé una sonrisa grande, de esas que tanto le gusta ver en mi rostro y para no preocuparla más de lo que debe estar, pero su mirada me lo dijo todo.
—No hay por qué sonreír de esa manera, Enzo, no cuando el dolor está reflejado en tus ojos — me reprendió, depositando un suave beso en mi frente—. ¿Cómo te sientes, cariño?
—Fatal, siento que una aplanadora me pasó por encima.
—Sé que este trabajo es así, pero no deja de ser doloroso y un tormento cada que recibo una llamada y me dicen lo que tanto temo escuchar.
—Pero estoy bien, mamá. No te preocupes.
—Solo viéndote sano y salvo es que puedo tener paz, así que no me digas que no me preocupe por mi único hijo.
—Mala hierba nunca muere — bromeé, pero no le hizo gracia mi broma.
—Eres todo, menos mala persona, hijo — suspiró.
—Oye, ma — carraspee—. ¿La chica que está afuera, la que el doctor me habló, es Gabriela u otra?
—Ah — esbozó una sonrisa tan pícara como hermosa, de esas que ponen a mi corazón como loco, pues adoro ver a mi madre sonreír de aquella manera—. ¿Hablas de la morena hermosa que está afuera esperando que sea su turno para entrar a verte?
—Sí, ella — el ritmo cardíaco que marcó la máquina, me dejó en evidencia frente a mi madre.
—Te doy mi buen visto, tesoro, ¡qué mujer tan preciosa y encantadora! Ya tuve el gusto de conocerla, y déjame decirte que te has ganado el cielo con ese lindo ángel.
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Obsesión[✓]
RomanceEnzo es un oficial de policía que vive sometido a su arduo trabajo para proteger a la sociedad de la maldad. Su trabajo no le permite disfrutar de los placeres de la vida como le gustaría, pero en sus cortos descansos encontró su propia diversión en...