Juego

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Laura

¡Eh Ave María Purísima! Me había propuesto a no sobrepasar el límite con el poli sexi, pero es imposible no caer en esa tentación tan deliciosa que desprende todo su ser. El hombre está muy bueno como para no aprovechar cada que tengo la oportunidad de verlo como Dios lo trajo al mundo.

Estando aún a sus pies, me quedé atolondrada observando su virilidad en su máximo esplendor, sus anchos y musculosos muslos más esos tatuajes tan llamativos que decoran algunas partes de su piel. Subí la mirada lentamente por su pelvis bien marcada y esas venas que ahora mismo están causando estragos en mi interior.  Joder, que hombre más perfecto. El ejercicio le sienta de maravilla. Su abdomen bien definido me hace querer lavar por horas y horas allí. Ahora bien, sus brazos y sus manos deben tener una fuerza deliciosa. Es tan grande. 

Al llegar a su rostro, lo descubrí mirándome con gran detenimiento y perversión. Se ve serio, pero su respiración acelerada confirma lo bien que está reaccionando su cuerpo a mis atrevimientos. Estrujé la toalla en mi mano y me acerqué un poco más, quedando a tan solo centímetros de su erección.

—¿Nervioso? — sonreí malicioso, apoyando mis manos en sus muslos. 

—Para nada — exhaló fuerte, tensando los músculos. 

—¿Entonces...? — tiré la cabeza hacia atrás y dejé la lengua por fuera, lista para pasarla por toda su extensión y deleitarme con su sabor. 

—No sé, dímelo tú — tembló y cerró los ojos tras percibir el tacto de mi lengua directamente en su base. 

Nunca antes había probado un miembro en mi vida, todos han sido de plástico, y decir que es desagradable sería mentir descaradamente. Dejándome guiar por lo poco que sé del sexo, paseé la lengua hasta la punta de su pene y, seguidamente, lo apresé entre mis labios y lo llevé profundamente en el interior de mi boca sin dejar de admirar esas expresiones tan eróticas que ahora mismo está haciendo. Sus jadeos son muy sensuales y tiernos. Este juego me está gustando más de lo que había creído. Tras la misma necesidad de respirar, fui liberándolo de a poco, rozando los dientes con suma intención y malicia. Por último, antes de soltarlo e irme, dejé una fuerte succión que nos arrancó un fuerte gemido a los dos. 

Verlo temblar por mi causa se siente muy bien, más cuando pensé que nunca un hombre se sentiría de esta forma por mí. Pero, debo decir que, con este policía, he descubierto lo que tanto me hacía falta vivir y se me fue negado por haber nacido en el cuerpo equivocado. Teniendo eso en mente, retrocedí dos enormes pasos y me puse de pie de un solo salto, no sería capaz de soportar un rechazo más.

—Ah, no — me tomó de la nuca sin ejercer fuerza y me acercó a su rostro, esbozando una sonrisa torcida—. ¿Acaso piensas irte y dejarme así? 

—Sí. 

—Eres una mujer con grandes huevos, ¿eh? — chupó mis labios con fiereza, despertando el deseo en mis entrañas—. No puedes irte sin acabar con lo que has empezado por voluntad, muñeca.

Soy una mujer que se siente libre y atrevida detrás de una cámara, por el simple hecho de que nadie ve en vivo como me entrego a mis propios placeres. No tengo a nadie más que complacer que a mí misma, y eso me ha funcionado por años, incluso me dije que no había necesidad de llevar las cosas a otro punto que no quiera con un hombre, pero el oficial de policía ha despertado esos deseos que han dormido en mi interior luego de tantos desaires de la vida. ¿Qué tiene él de diferente a los otros? Después de todo, son contadas las personas que aceptan realidades como las mías. 

—No tengo intención de acabar con algo que no tiene pie con bola — no dejé de mirarlo a los ojos ni un solo segundo, con ganas de ser besada una vez más por sus suaves y cálidos labios—. Me estaba agarrando de tu pierna buena para ponerme en pie.

—No juegues conmigo, Laura — pronunció, y por poco el corazón me explota en el pecho. 

Es normal que se dirija a mí con tanto formalismo cuando estamos frente a frente, pero que me diga Laura y use esa misma mirada que me da detrás de la cámara, todo mi ser reacciona a los estímulos que él provoca solo con su gruesa y firme voz.

—No estoy jugando a nada, no sé a qué te refieres. 

—No te hagas la tonta que ese papel no te queda. Has estado jugando sucio conmigo, provocándome con esos cortos vestidos que usas a diario o con tus palabras en doble sentido. ¿Crees que no me he dado cuenta lo que quieres de mí? 

—¿Y qué es lo que quiero de ti, según tú? — enarqué una ceja. 

—Quitarte esas mismas ganas que yo siento por romperte entera. No puedes venir a provocarme y luego dejar todo a medias. Sé adulta y hazte cargo de lo que acabas provocar en mí con esa boquita tan deliciosa.  


  


Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora