Teresa

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Un silencio atronador me envolvió durante horas, no podía escuchar, ni sentir, ni ver. Todo a mi alrededor estaba reducido a la nada. Mi mente estaba en ese quirófano donde estaban realizando una cirugía de emergencia a Enzo, pues su pierna se vio muy afectada por el choque. Su estado es crítico, pero hay un poco de esperanza después de todo.

Me quedé en la sala de espera durante horas, viendo a la nada y rezando porque todo saliera bien. Sé que él va a salir de esto, es un hombre bueno que merece vivir, además de que aún tenemos una conversación pendiente, y no podría con el cargo de conciencia al saber que no le dije todo lo que tengo atravesado en la garganta como daga.

—Laura, es mejor que vaya a casa y descanse un poco. Ha estado toda la noche esperando por una noticia.

¿Ya amaneció? ¿Tan pronto? Ni siquiera tengo noción del tiempo.

—Prefiero quedarme.

Gabriela no añadió nada más, solo tomó asiento a mi lado y nos hicimos compañía hasta que el otro compañero de Enzo apareció en su pulcro uniforme.

—Teresa ya se enteró del accidente.

—Y de seguro debe venir en camino — afirmó Gabriela.

¿Quién es Teresa? Me pregunté, removiendome en mi silla.

—Así es — el oficial de policía me miró y me sonrió amable—. Srta. Laura, si gusta puedo llevarla a la casa.

—No es necesario, quiero quedarme aquí hasta saber noticias de Enzo.

—Puede tardar...

—No importa el tiempo que tenga que esperar — bajé la mirada, sintiendo que las lágrimas volvían a hacer acto de presencia—. Iré a tomar un café, ya vuelvo.

—Ve, tranquila. Te avisamos cualquier cosa.

—Gracias — me fui bajo sus atentas miradas.

Salí a la calle y respiré hondo, el café solo fue una excusa para salir y tomar un poco de aire. Saqué de mi bolso un cigarro y lo fumé pausadamente, hace mucho había dejado de fumar, pero cada que me encuentro nerviosa, me gusta echarme uno o dos para bajar la ansiedad y el estrés.

Aunque me encontraba cansada, seguí estando en la clínica en espera de una respuesta, pero los médicos han tardado mucho en salir a dar algún reporte de Enzo. Entre tanto, una mujer de avanzada edad se acercó a Gabriela, quien me señaló y procedió a irse a la estación como en un principio me lo había hecho saber.

—Laura, ¿verdad?

—Sí señora — me puse de pie enseguida y extendí mi mano para saludarla.

—Soy Teresa, la madre de Enzo — me respondió ella el saludo muy cortés—. ¿No se ha sabido nada?

—Todavía no, supongo que no tardan en darnos información.

Tomamos asiento en completo silencio. Así que ella es Teresa, no sé por qué pensé que sería alguna exesposa o algo por el estilo. Ahora que veo bien a la madre de Enzo, es que me doy cuenta en el gran parecido que tienen los dos. Tienen el mismo color claro de ojos, algunos rasgos e incluso sacó la bonita sonrisa de ella.

—¿Qué relación tienes con mi hijo? — preguntó sin rodeos, entrelazando sus manos sobre su bolso—. Si estás aquí tan al pendiente de él, es por algo, ¿no?

¿Cómo decirle quien soy? Más no creo que haya necesidad de ser tan explícita de contar el tipo de relación que tenemos, menos cuando no tenemos nada claro aún.

—Lo conocí hace un tiempo cuando mi mejor amiga falleció. Él lleva su caso.

—Oh, ¿eres la chica que vive con él?

—Sí, soy esa misma... — me encontraba incómoda y avergonzada—. ¿Él le comentó de mi presencia en su casa? —la miré de reojo, sin poder creer que él haya hablado de mí con su madre.

¿Qué más le habrá dicho? ¿Será que también le habló de nuestros candentes intercambios? Aunque eso sería muy extraño.

—Me mencionó hace unos días que estaba protegiendo a una chica que la había pasado muy mal, pero no me quiso contar a grandes rasgos la situación, pues a veces me toca sacarle las palabras a obligación — soltó una risita divertida—. Él siempre ha sido un buen hombre, no es la primera vez que lo hace, pero me parece extraño que te haya llevado a su casa. Eso sí es nuevo.

—Bueno, con lo que me pasó... creo que no le dio tiempo de buscarme un lugar adecuado a tiempo.

—Supongo.

Nos sumergimos en un silencio bastante cómodo. La señora se ve que es muy amable y fácil de tratar, además de que en sus ojos y en la manera en la que mueve sus manos con ansiedad, se nota lo preocupada que ha de estar. Y no es para menos, si la vida de su hijo está en riesgo.

El cansancio en los ojos me pasaron factura sin que me diera cuenta, solo sentí que me perdí un largo rato entre sueños.

—Laura... — sentí un suave toque en mi hombro—. Despierta.

Me enderece en un solo segundo entre avergonzada y aún un poco soñolienta de su hombro.

—Disculpe mi atrevimiento, Sra. Teresa.

—No te preocupes, no ha pasado nada. Además, necesitabas descansar, aunque fuera un poco — me sonrió cálidamente, ella como me recuerda a mi madre—. El cirujano salió hace poco a dar información de mi niño.

—¿Ya? ¿Y por qué no me despertó? ¿Cómo está Enzo? ¿Sí salió bien la cirugía? Dios mío, ¡y yo durmiendo!

—Tranquila — palmeó mi hombro varias veces, viéndome con curiosidad—. Todo ha salido muy bien, ahora solo nos queda esperar que despierte.

—Gracias Dios mío — suspiré aliviada, sintiendo que la vida volvía a mi cuerpo.

—Ahora que mi niño está bien, ¿será que podemos hablar de la relación que los une? Una persona que se preocupe tanto por la salud de uno, quedándose toda la noche y casi un día completo en el hospital en espera de una noticia, es porque algo más se está cocinando ahí — sonrió grandemente, recordándome a esa hombre que se ha empezado a robar desde hace un tiempo atrás mis más profundos suspiros—. Estoy encantada de que mi hijo tenga a su lado a una mujer tan bonita y, que sin importar qué, se preocupe por su bienestar. Te invito a tomarnos un café, Laura, de paso nos conocemos un poco mejor, ¿no, crees?

—Acepto su café, Sra. Teresa — sonreí, sintiendo que por primera vez no seré juzgada por alguien.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora