Interrupción

1.2K 153 1
                                    

Tan pronto mi madre salió, Laura ingresó a la habitación luciendo una sonrisa que terminó por incrementar esa taquicardia que venía presentando hace unos cuantos minutos atrás. Esa mujer es bella, increíblemente fascinante y preciosa para mis ojos.

—Hola — me las arreglé para decir, con una sonrisa boba en los labios.

—¿Cómo te sientes?

—Terrible, pero ya pasará.

—Me alegro tanto ver que no te sucedió nada malo — quedó tan cerca de la camilla, que desee por unos instantes que me tomara de la mano o me besara.

Joder, ¿por qué estoy teniendo esos pensamientos? Si ella y yo no somos nada, pero es difícil arrancarme de la cabeza el sabor de sus labios.

—Estaba muy preocupada por ti — confesó, dejando su mano suavemente sobre la mía—. Deberías descansar un poco, te ves agotado.

—No tengo sueño — mentí.

Más bien tengo unas enormes ganas de besarla, de estrecharla contra mi pecho y nunca más dejarla ir de mis brazos, pero es más de lo podría desear.

—De igual manera, descansa. Aquí voy a estar contigo... — fue todo lo le alcancé a escuchar antes de que el sueño y el cansancio que sentía me gobernaran de lleno.

El dolor que sentía en la pierna hizo que me despertara de golpe en medio de la noche, más por el hecho de que sentía que estaban tirando de ella con el fin de arrancarla. Jamás había sentido un dolor tan desesperante y poco tolerable en la vida, supongo que a esto se refería al doctor cuando mencionó el dolor y todo lo que conlleva la cirugía que me practicaron para salvar mi pierna, pero una cosa es que lo diga y otra muy diferente es vivirlo.

Las siguientes tres semanas estuve en cuidados intermedios, sedado la mayor parte del tiempo porque el dolor era mucho mayor a medida que avanzaban los días, y porque he mantenido una fiebre alta que no me ha permitido salir de este lugar lo más pronto posible y terminar de recuperarme en casa.

Mi único sosiego es que mi madre y Laura se han mantenido a mi lado a cada momento, siendo mi gran apoyo y mi fuerza. Nunca me he considerado un hombre débil o que se queja por las cosas malas que sucedan en la vida, pero ahora mismo ellas son las que me dan plena motivación para no dejarme vencer o llevar por la frustración, más cuando no es nada seguro que tenga movilidad completa en la pierna durante un buen tiempo.

Estuve un mes y medio en el hospital, pero hoy por fin me dieron el alta y podré continuar de recuperarme por completo en casa. Aunque tengo que realizar terapias, no importa, lo que me importa es que podré estar en mi cama y no en este lugar tan deprimente. La comida de ese hospital ya me tenía harto. No sé cómo pueden hacer comida tan fea para un enfermo.

La cirugía ha sido todo un éxito, mi pierna está entera y he sentido sensibilidad en ella, más no puedo forzarla o darle un movimiento en falso o podría lastimarme más de lo que ya me encuentro. La movilidad completa llegará cuando menos me lo espere, eso sí, todo depende de mí y del esfuerzo mental que mantenga en mis terapias.

Me hubiera gustado que ese hombre pagara por todos sus crímenes hasta morir detrás de las rejas, pero Dios quiso dejarlo de por vida en una cama y sin la posibilidad de levantarse de ella. Supongo que a eso es a lo que le llaman justicia divina y, aunque no me alegro del mal ajeno, ese hombre no merecía seguir viviendo luego de todo el mal que ha hecho. Hace poco su juicio se llevó a cabo, y para terminar de sumarle a la lista de sus desgracias, fue condenado a setenta años de prisión por asesinato, violación y secuestro.

Laura ha tratado de demostrar cada día que es una mujer apta para el niño, pero luego de aquel incidente, servicios sociales se ha vuelto más intransigente. Han estado encima de ella queriendo obtener pruebas que sí está a la altura de llevar con una responsabilidad así de grande. Sé que logrará obtener su custodia, pues se nota por encima lo mucho que adora a ese pequeño niño.

Aún tenemos una relación extraña, no sabemos lo que somos y seguimos viviendo juntos, más porque ella se ha hecho cargo de mí desde que salí del hospital por voluntad propia, pero no hemos tenido tiempo de sentarnos a hablar sobre un nosotros, si es que existe ese algo entre los dos.

Pero siento que ese algo que existía antes se enfrió con el accidente que sufrí, pues las cosas murieron de esa misma forma en las que empezaron. Ni siquiera nos hemos vuelto a dar un solo beso. Sé de sobra que ella no siente lo mismo que yo, por eso mismo he tratado de no demandar tanto su tiempo y empezar a valerme por mi cuenta, pero no voy a mentir, vivo ilusionado con esa mujer día y noche.

—¿Qué se supone que estás haciendo? — inquirió Laura, viéndome desde el umbral de la puerta de mi habitación.

—Tratando de llegar a la silla, desde luego — soné más distante de lo normal, pero lo hago por mi propio bien, no quiero seguir haciéndome ilusiones que a la larga me harán daño.

—¿Por qué no me llamaste?

—No quiero molestarte más.

—Sabes que no me molesta ayudarte en lo absoluto.

—Sé que no, pero de seguro tienes mejores cosas que hacer que cuidar de mí.

—¿Qué tienes? — se acercó a la cama, y me recosté de mala gana contra el espaldar de la misma—. Sé que es frustrante y muy difícil no poder hacer lo que antes hacías, pero ten paciencia, verás que antes de lo que canta un gallo volverás a tu vida normal. A mí no molesta ayudarte, créeme que lo hago con todo gusto y desde el fondo de mi corazón. Además, debo retribuir un poco el hecho de que aún permitas que siga viviendo en tu casa cuando ya no es necesario.

—Si quieres irte, eres libre de hacerlo. Nadie te va retener. No es como que tengas que quedarte más tiempo si no quieres.

—Oh, entiendo — sonrió, más no se atrevió a mirarme a los ojos—. Debiste decirme que ya no te sentías cómodo viviendo conmigo y lo hubiera entendido. Lamento mucho si molesté con mi presencia, no debe ser fácil compartir espacio con una desconocida.

—No me incómoda vivir contigo, Laura — lo arreglé, dejando mis defensas en el suelo—. Sabes bien que tu presencia en mi vida es más de lo que pueda desear o soñar, pero no nos digamos mentiras, estamos remando para lados diferentes cuando lo que en realidad quiero es que vayamos para el mismo rumbo.

—¿Qué estás queriendo decir? — me miró atenta.

—No me hagas caso, este encierro me está haciendo ver ilusiones donde no las hay — suspiré—. Me podrías ayudar a ir al baño, por favor.

Se sentó al borde de la cama y me apoye de su hombro, deleitándome con el aroma de su perfume y aspirando disimuladamente de ese aroma tan embriagante.

—Listo, ya puedes levantarte — susurró.

—Bien — dejé de lado esos pensamientos impuros que me dominaron y me impulse hacia arriba con la ayuda de mi mano, pero en el instante en que logramos ponernos de pie, perdimos el equilibrio y terminamos cayendo en la cama, ella encima de mí.

—Lo siento, fue mi culpa — se disculpó.

—No ha sido tu culpa — no pude apartar la mirada de sus labios.

—¿No te hiciste daño en la pierna? — se oía nerviosa.

—No, para nada.

—¿Estás seguro?

Asentí con la cabeza, acercándola un poco más contra mi cuerpo si es que era posible. Estaba a tan solo centímetros de robar sus labios, y en ella no había ninguna intención de apartarse, pero mi madre justo entonces le dio por entrar a mi habitación e interrumpir este momento que creí que nunca se daría una vez más.

—Siento interrumpir, pero la doctora ha llegado para empezar con tus terapias — dio media vuelta con una sonrisa grande y malvada en los labios.

—Será mejor bajar antes que vuelva — musitó, evitando mi mirada.

—Sí, será lo mejor...

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora