Provocación

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Hablamos de varias cosas antes de cortar con el videochat y, aunque no llegamos a hacer nada de momento, una parte de mí quedó caliente y ansiosa de verlo una vez más en su máximo esplendor. ¿Quién podría entenderme? Una parte de mí detesta a ese policía bueno para nada, pero cuando se trata de su firme y tonificado cuerpo más todas esas perversiones que me dice por mensajes, sufro de deliciosos calambres internos que me consumen y me llevan a perder hasta la razón. Ese hombre ha hecho que mi mente explote con tan solo imaginar, y tenerlo a pocos pasos de mí lo hace el doble de excitante y perverso.

Me levanté muy temprano en la mañana, tomé una corta ducha y me puse uno de los tantos trajes que traje hace un par de días conmigo. La sencillez del vestido lo hace ver muy bonito y sensual, o quizás sea todo el encaje o lo revelador que es lo que me gusta. Verme convertida en esa mujer hermosa y única cada mañana a través del espejo, es gratificante y un orgullo muy grande. Muchos años viví acomplejada por todas las burlas y el rechazo que sufrí, pero ahora sí puedo sentirme segura y plena de estar en el cuerpo correcto.

Dejé mi largo cabello caer en ondas por mi espalda y salí sin hacer mucho ruido a la cocina. Sé que aún se encuentra en la casa, no solo porque su auto está en el garaje, sino porque me dijo que le habían otorgado un par de días de descanso. Me siento un paso adelante en todo mientras él se revienta la cabeza por saber quién soy yo.

Conscientemente y llena de malicia empecé a hacer el desayuno al ritmo de una canción muy sensual. El baile siempre me ha fascinado, así que no le veo ningún problema en mover la cadera un poco en casa ajena, además, me parece que ese poli necesita alimentar el ojo y ciertas partes de su cuerpo con urgencia.

Me sumergí en la letra de la canción y en esa melodía casi orgásmica que invade los sentidos con tan solo tener en mente una sucia y deliciosa escena. Balancee la cadera de un lado hacia el otro, al mismo ritmo lento de la canción al tiempo que me deslizaba hacia el suelo y me sostenía del mesón de la cocina como si este se tratara del tubo. Volví a levantarme con ese mismo balanceo de caderas, cerrando los ojos e imaginando lo bien que me vería reflejada en ese par de ojos que ahora estoy segura que son de un gris muy bello.

Mordí la tostada cubierta de mermelada de mora, soltando un ruido bastante erótico tras el dulce deslizarse por mi paladar. La boca me quedó sucia, por eso mismo lamí paulatinamente mis labios hasta no dejar ningún rastro de la mermelada en ellos.

-Buenos días - escuché su profunda y entrecortada voz muy cerca de mí, y contuve la sonrisa que pretendía decorar mi rostro.

Aunque me sentí ansiosa, no solo por el hecho de que ahora tenga lo suficientemente claro que es él mi poli sexi, sino que también viva bajo su techo. Si antes lograba encandilar mis sentidos sin necesidad de ver su rostro, ahora mis fantasías empiezan a tomar forma y sabor.

-Buenos días, Oficial Sánchez - lo miré justamente en el momento en el que lamía mi dedo, y tragó saliva-. ¿Le apetece comer? -pregunté en doble sentido, mostrando esa sonrisa que suelo dejar ver frente a la cámara.

Enzo

Me quedé embelesado viendo todo ese divino cuerpo que tan libremente hace un momento se balanceaba en mi cocina. Sabía de sobra que la Srta. Bermúdez era hermosa, pero verla con ese vestido tan corto y trasparente, muy parecido al de la noche anterior, pero de un color rojo vivo que levanta hasta los muertos de sus tumbas, deja en claro las potentes curvas que posee. El vestido a penas si cubre parte de su trasero, sus muslos y el medio de ellos se ven demasiado apetecibles y ricos como para hundir el rostro y morir dignamente asfixiado. No quiero ni imaginar si se llega a dar la vuelta y queda frente a mí.

Hoy pretendía tener un día tranquilo y silencioso, pero es claro que con este mujerón es imposible tener paz por tan solo un día. ¿Será que me veré como un degenerado si me agacho tan solo poco para asegurarme si trae ropa interior o no? Necesito, digo, me urge corroborarlo ahora mismo.

-He preparado café y tostadas - volvió a hablar al notar que no tengo intención de hablar con ella-. ¿Le gusta la mermelada?

«No mucho, pero puedo llenarla de la mía si gusta», carraspee tras ese pensamiento antes de aflojar un poco ese nudo que se formó en mi garganta. Si las trago suavecito no dolerá.

-No se preocupe, Srta. Bermúdez, coma con tranquilidad, yo aún no tengo hambre - por lo menos no de esa.

-¿No desayuna? - se giró, y eso fue todo para que el flujo de mi sangre bombeara a mil a lugares insospechados.

-No suelo comer tan temprano. Además, pensaba hacer un poco de ejercicio primero - no pude apartar la mirada de sus senos, por más en que me dijera que los ojos quedan en la cara y no en el pecho.

¿Acaso no se da cuenta que en cualquier momento se le va salir el pecho de esa tela tan delgada y transparente? No sé para qué carajos se pone ropa si va a usar algo tan revelador y provocativo.

-Ah, ya veo, de razón se ve tan activo - lanzó el comentario intencionadamente, luego de pasear la vista por mi evidente erección.

Imposible no activarse desde tan temprano con las magníficas vistas de su casi desnudez. Además, el cuerpo es mucho más sensible en horas de la mañana, ella no debería jugar así de sucio. Espero que no lo esté haciendo con la intención de provocarme, porque si es así, tendré que hacerme una paja ahora mismo a su nombre porque ya lo ha conseguido.

-Disfrute su desayuno y no olvide echarle un poco más de mermelada a sus tostadas. Ya sabe, entre más dulce mejor disfrute - mordí mi labio inferior, sacudiendo la cabeza para calmar lo que ya es muy evidente-. Permiso - hui por mi vida, por mi paz mental y porque no puedo aprovecharme de una mujer que se supone vive en mi casa para protegerla del peligro.

Necesito con suma urgencia quitarme estas ganas con mi Laura, pero pedirle que nos encontremos ya sería mucho para ella. Sin embargo, no creo estar fallando si busco un poco de cariño en otra, después de todo, cada hombre tiene necesidades básicas que no se pueden suplir con solo una mano. El problema es que yo solo la deseo a ella, y bueno, ahora a la Srta. Bermúdez.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora