Coincidencia

1.8K 193 15
                                    

Desperté dolorida y desconcertada. El rostro y el abdomen era lo que más dolía, sentía que en cualquier momento la cabeza me iba a explotar de tanta presión que estaba experimentando. Ese desgraciado es un animal, como lo detesto. Me tiró con toda la intención de matarme, ya no me cabe ni la menor duda. Quería levantarme y mirarme en un espejo, pero no podía hacerlo, el dolor en el vientre y una mano en mi hombro me impidieron levantarme de la cama.

—Es mejor que no se mueva, Srta. Bermúdez, su herida está muy reciente — reconocí esa voz al instante, ¿acaso este policía nunca me dejará en paz? ¿Qué demonios hace aquí?

—¿Ahora cree en mí o tengo morir para que lo haga? — me quejé, el dolor aumentaba cada vez más.

—Te pido una disculpa, pero entiéndeme, ese es mi trabajo — se oía arrepentido.

—Su trabajo solo se basa en atrapar delincuentes y abusadores, y en lugar de eso, sigue perdiendo su tiempo estando aquí — solté con el mayor de los ascos.

—No estoy perdiendo mi tiempo, tu bienestar es lo primero. Te aseguro que ese sujeto va a pagar por lo que te hizo, pero necesito toda la información que pueda ayudarme para dar con su paradero.

—¿Qué quiera que le diga? — intenté no quebrarme, pero recordar cada suceso es una realidad que destruye el alma muy lentamente—. ¿Quiere que le dé detalles de cómo me violó o quiere saber si en la inconsciencia le ayudé a escapar?

Desvió la mirada, apretando los labios con fuerza.

—Váyase de aquí, oficial — le supliqué al borde de explotar en llanto, pero no le di ese gusto de verme rota.

—Volveré en otro momento... — lo vi irse, y estallé en llanto, liberando todo lo que por dentro me estaba hundiendo de nuevo en ese pozo al que no quería regresar nunca más.

Estuve dos semanas internada en el hospital, por fortuna la herida en mi vientre no tuvo mayor complicación. Lo que me mantuvo tantos días en este lugar tan horrible y sofocante fue el hecho de haber perdido tanta sangre. El Oficial de Policía ha venido todos los días, pero me he negado a recibirlo. No quiero escucharlo ni mucho menos verle el rostro. Si antes me parecía un engreído, ahora lo detesto con todas las fuerzas de mi ser. Que venga a decirme que lamenta no haber hecho nada antes solo muestra lo negligente e inservible que es para esa institución. ¿Y así dice prestar un servicio de protección? ¡Qué le den!

Lucrecia fue quien vino por mí, más no contaba con que ese policía seguiría intentando hablar conmigo. ¿Acaso no entiende que no quiero hablar con él?

—Buenos días — se acercó con una sonrisa en los labios—. Espero que ya te encuentres mucho mejor.

—Estoy de maravilla, por si no se ha dado cuenta — ironicé.

—Laura — Lucrecia me golpeó suavemente el brazo, esbozando una sonrisa ladeada al hombre—. No le pongas cuidado a los comentarios de esta niña, oficial.

—No se preocupe, entiendo su posición.

—¿Vino a acusarme de nuevo? — lo miré directamente a los ojos, aborreciendo a todos a mi alrededor.

—Claro que no, vine a asegurarme que te encuentres bien y a custodiarte.

—No necesito un perro guardián — escupí con desdén—. Llévame a casa, Lucrecia.

—No seas grosera con el oficial, Laura — me lanzó una mirada de «luego hablaremos tú y yo muy seriamente» —. ¿En qué te podemos ayudar, Oficial...?

—Sánchez.

—Dame mi teléfono, necesito hacer una llamada mientras tú hablas con la autoridad negligente — lancé el comentario con toda la mala intención de que me escuchara.

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora