Reacción

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Enzo

No me interesaba otra cosa que no fuese la promesa que me hizo Laura. Después de tanto tiempo, rogando para poder verla, ella tomó la iniciativa por su cuenta. No quiero hacerme ideas que no son, pero no puedo dejar de sentirme como un crío con el hecho de que la veré muy pronto.

Llevé a la Srta. Bermúdez a casa, recreando conscientemente a Laura en mis pensamientos. Conozco cada rincón de su divino cuerpo, pero su rostro es un enigma para mí. Aunque no hace falta ser un adivino para saber que debe ser preciosa. Imagino sus ojos de un color precioso y digno de admirar por horas. Las facciones de rostro deben ser como las de un ángel, listas para ser acariciadas por la yema de mis dedos. Joder, es que si pudiera tenerla de frente, mi imaginación quedaría corta a todo lo que le haría sin remedio alguno. Pero si debo conformarme a verla a través de una pantalla, no me importa; lo que me importa es que se muestre únicamente como ella es para mí.

—Mi casa no es muy grande, pero espero puedas estar lo suficientemente cómoda — le abrí la puerta de la casa, y entró tras darle el paso—. Cómo te había dicho antes, son muy pocos los días que estoy en casa, así que, prácticamente, estarás sola.

—¿Vive solo, oficial? — inquirió, viendo todo a su alrededor.

—Sí, vivo solo.

—¿No tiene esposa? — se veía curiosa.

—No — negué con la cabeza.

—¿Hijos?

—Tampoco.

—¿Ni una novia?

—No hay nada — sonreí, trayendo a mis pensamientos la silueta de una mujer.

—Entiendo, porque lo que menos quiero es una loca celosa pensando cosas que no son por quedarme en casa de su hombre.

—Puedes estar tranquila — me referí a todo, y desvió la mirada, cambiando su expresión—. No podrá encontrarte aquí. Estando acá vas a estar segura, yo mismo te voy a cuidar. Lo prometo.

—No haga promesas que no puede cumplir, oficial — sonrió triste, y más culpa e impotencia sentí—. ¿Dónde voy a dormir?

—Voy a cumplir mi palabra, ese desgraciado va a pagar por todo lo que ha hecho.

Se me quedó viendo, más no dijo nada, así que preferí no insistir más en el tema, porque sé de sobra que he fallado en mi labor. Su mirada guarda un profundo dolor, pero su temple demuestra el tipo de mujer que es al estar ahora aquí frente a mí, siguiendo la vida como si nada hubiese pasado nada.

—Ven conmigo, te llevaré a la que será tu habitación — seguí el camino escaleras arriba, y sentí sus pasos detrás de mí en completo silencio— Mi habitación queda al lado, si necesitas algo y me encuentro en casa, puedes llamar a la puerta a la hora que quieras.

—Gracias — dejó la mochila a una esquina de la cama.

—Te dejaré mi número personal por si me necesitas. Trataré de venir lo más rápido posible. Claro, en caso de emergencia. Abajo en la cocina hay un teléfono que puedes usar libremente y están los números de la estación y la extensión de mi oficina.

—De acuerdo, gracias — sonrió.

No supe qué más agregar, principalmente porque su mirada me dice que no le agrado ni un poco.

—Bien. Debo irme. El baño queda al fondo en el pasillo, y no te preocupes en usar lo que quieras de la cocina.

—De acuerdo — fue todo lo que dijo, observándome a detalle—. Ten un lindo resto de día, poli —agregó, pero no pasó desapercibido la acidez con la que lo dijo.

Sus deseos se me hicieron muy conocidos, pero sería tan ilógico e irracional que ella sea mi Laura. Es decir, la Srta. Bermúdez es preciosa, cuerpo perfecto y rostro de ángel, pero no la veo como si fuera mi chica pasional y salvaje. Aunque vista de manera tan provocativa, simplemente no puedo verla como ella. Mi Laura no tiene punto de comparación con absolutamente nadie. Lo único que ellas comparten es el nombre, y eso a que ese sea el verdadero nombre de ella, es mucho decir.

—Igualmente — sonreí y salí de la habitación sin saber por qué me sentí tan extraño bajo su atenta mirada.

Pasaron días en los que me dediqué día y noche a buscar a ese hijo de puta, pero no sé cómo rayos hace para esconderse tan bien. Vivirá un infierno según lo encuentre y le haga pagar con creces lo que ha hecho. Entre ese caso, los otros y Laura es imposible tener algún tiempo libre. No ha pasado día que no hable con ella y, aunque no me ha dejado en claro cuándo la podré ver, es estremecedor hablar con ella de una cosa y otra sin problema. Cada día me encanta más. No creo que estar fascinado con una chica por medio de internet sea tan malo, ¿o sí?

Luego de semanas sin tomar ni un solo descanso, llegué a casa y me di una larga ducha, olvidando todo y esperando que el agua hiciera el trabajo de relajar cada uno de mis músculos y mi mente.

Cuarenta minutos después, salí del baño envuelto en una toalla alrededor de mi cintura y, para mi sorpresa, me estrellé con la Srta. Bermúdez de frente. Incluso había olvidado que ella aún vivía en mi casa. Pero no fue su presencia lo que me dejó sin habla, fue el hecho de que estuviera en un vestido blanco de encaje tan transparente y corto, que no pude evitar ver sus exhuberantes encantos en todo su esplendor. Está demasiado buena la condenada.

—Buenas tardes — me las arreglé para decir, desviando la mirada de su cuerpo.

—Buenas noches — corrigió ella, esbozando una sonrisa que raya mi cordura y hace que mi cuerpo reaccione incluso más de lo que ya lo ha hecho con solo verla vestida de esa manera—. Ya que lo veo, poli, ¿en qué momento me podré ir de su casa?

Mierda, había olvidado por completo que necesitaba encontrar un lugar para ella.

—Pronto — fue lo único que se me ocurrió decir.

—Bien, avíseme cuando ya me pueda ir, ya sea a otro lugar o a mi apartamento — se dio la vuelta, y por poco escupo hasta el pulmón tras la impresión y la buena vista de su trasero—. Dulces sueños, Oficial Sánchez —me miro por encima de su hombro, antes de encerrarse en la habitación, dejándome bien animado de la cintura para abajo.

Entré a mi habitación con la sangre bombeando a mi corazón a mil y una erección que no es de Dios ni del diablo. No puedo creer que me haya pasado esto justamente frente a ella. Sabrá Dios qué estará pensando de mí en momento, pero en mi defensa, es imposible no reaccionar ante una mujer tan bella por dónde sea que se mire. Habría que ser ciego para no sentir deseos por una mujer que todo lo tiene buen puesto en su lugar.

Mi teléfono sonó una sola vez, por lo que lo tomé en mis manos y sonreí tras ver el mensaje que tanto había esperado por largas semanas: «Espero estés tan libre como yo para verte, poli».

Obsesión[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora