—Quiero ir a mi casa — exigí, guardando mi teléfono y con el corazón en la garganta.
—No es conveniente que vayas a tu apartamento por ahora, por lo menos no mientras Rivera se encuentre libre.
—Necesito ir por ropa, no puedo estar así quién sabe por cuánto tiempo.
Tras notar que no sonaba su celular, la duda más se implantó en mi pecho. Necesito confirmar que este policía no es el mismo con el que he estado hablando. Habiendo tantos hombres policías, no puede ser precisamente este imbécil el que tantos pensamientos impuros me ha causado con esa imagen de su perfecto cuerpo a lo largo y bien duro.
—Está bien, pero solo tienes un par de minutos para traer contigo lo que necesites — echó un vistazo a su teléfono, y suspiró antes de empezar a manejar en completo silencio.
Y la curiosidad me ganó, así que detallé al hombre mientras conducía a mi casa. Su piel luce un leve bronceado que le sienta a la perfección, sus brazos son anchos y se vislumbran varios tatuajes sobretodo en su brazo izquierdo. El tipo es alto, podría jurar que está a mi mismo nivel, y es un poco robusto, aunque no pasa a la exageración. Se nota que hace mucho ejercicio, por la misma tensión de su camisa en su pecho y en sus brazos. Su cabello es castaño oscuro y lo lleva en un corte bajo digno de un policía, y recuerdo que sus ojos son de un color entre gris y verde muy claro, no estoy segura cuál de ellos verdaderamente es, porque, aunque en un principio me pareció un postrecito muy atractivo, con los días dejé de verlo como un platillo y empecé a odiarlo. Nada más con recordar en la manera tan odiosa en la que me acusó, la rabia crece en mi interior.
Alejé esos pensamientos de mi cabeza y me dediqué a rezar para que mi mala suerte no estuviera esta vez un paso adelante de mí. Sería una puñalada trapera tener que aceptar que este sujeto es el que tanto placer me ha provocado en los últimos vídeos que tuve el gusto de grabar.
Al llegar a mi casa, me encerré en mi habitación y cogí una mochila donde eché varias cosas que tomé con rapidez. Estar en este apartamento es como vivir paralelamente lo que ocurrió hace dos semanas, y nada más con traer esos recuerdos en colocación, mi cuerpo es un manojo de nervios y mi corazón late apresuradamente de miedo. En un principio desee encerrarme en mi cuarto y no salir por muchísimo tiempo, pues me siento sucia y temerosa, pero quedarme aquí, es como reproducir sin parar una escena infernal.
Tomé asiento a una orilla de la cama y revisé el mensaje del poli, titubeando a si tomar ese riesgo o no.
—Entonces, ¿eso quiere decir que no vas a volver a grabar nada para mí? — era lo que su mensaje decía.
—No creo volver a grabar nada durante mucho tiempo — me sinceré, evitando derramar esas lágrimas negras de mis ojos.
—¿Por qué? No puedes quitarle a un niño su dulce favorito — adjuntó una carita triste, y sonreí con amargura.
No sé si sorprenderme o asustarme con la velocidad en la que responde mis mensajes. Es como si estuviese con su teléfono en mano esperando una señal de vida de mi parte. Y es eso lo que me hace sentir tan bien.
—Porque me han pasado muchas cosas de las cuales primero debo sanar.
—Yo te puedo ayudar en lo que tú quieras. Solo dime cómo puedo hacer para hacerte cambiar de opinión y volver a ser esa mujer que me fascina tanto.
—No la hay...
—Entiendo que estés triste por la muerte de tu hermana, pero no te cierres a lo que haces y eres. No me prives de verte una vez más, Laura.
Y el bombillo se iluminó en mi cabeza.
—O tal vez sí la hay.
—Dime, ¿cuál es? Hago cualquier cosa que me pidas para verte.
—Me gustaría conocerte — sé que es un error, pero de algún modo tengo que sacar esa duda.
—¿Me estás hablando en serio o estás jugando conmigo?
—Puedo hacer una excepción si se trata de ti, después de todo, te tengo confianza. Créeme cuando te digo que con ninguno de mis seguidores hablo como contigo sí lo hago — no mentí.
—No sé si vivimos en la misma ciudad o país. ¿Cómo es que nos vamos a encontrar?
—Por videollamada, desde luego.
—¿Laura es tu nombre? — quiso saber una vez más, pero no estaba segura en si era seguro o no confesarle que sí es mi verdadero nombre.
—Te lo diré cuando nos veamos. Debo irme, tengo trabajo que hacer.
—Contaré los días para verte. No sabes lo feliz que me haces.
—Te avisaré cuando tenga el tiempo. Cuídate, guapo — lancé el teléfono a la cama y suspiré, pensando en que acabo de meter la pata.
Si Lucrecia se llega a enterar, capaz y viene cortarme lo que ya no tengo, pero me urge salir de estas dudas tan grandes que se han sembrado en mi mente. Debo estar muy mal de la cabeza como para atreverme a mostrarme frente a uno de mis seguidores, y no a cualquiera, sino precisamente a él.
Salí de la habitación luego de guardar una de mis máscaras y un traje en la mochila y fui con el oficial que esperaba en su auto por mí. Él se encontraba como en otro planeta, luciendo una sonrisa en los labios bastante irritante. ¿Por qué sonríe tanto? ¿No le han dicho lo feo que se ve sonriendo de esa manera tan ridícula? Pero eso era mentira, porque ahora que lo veo mejor, sus labios se ven muy apetecibles y su sonrisa es bien bonita.
—¿Lista?
—Sí — subí al auto y lo miré por un momento—. A todas estas, oficial, ¿a dónde se supone que voy a vivir de ahora en adelante?
—En mi casa, pero será por un par de días mientras Gabriela se encarga de conseguirte un lugar más cómodo para ti.
—¿Su casa? — eso sí que no, menos cuando la espinita está en mi pecho.
—Sí, ¿tienes problema con ello? De igual manera, vivo más en la estación que en mi casa. Te aseguro que no nos encontraremos en ningún momento — me sonrió amable antes de arrancar el auto.
Pensándolo bien, quedarme en su casa no suena mala idea, pues estando allí podré saber si se trata o no del poli sexy.
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Obsesión[✓]
RomanceEnzo es un oficial de policía que vive sometido a su arduo trabajo para proteger a la sociedad de la maldad. Su trabajo no le permite disfrutar de los placeres de la vida como le gustaría, pero en sus cortos descansos encontró su propia diversión en...