"Especial"

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Con una mueca cansada, el locutor abrió lentamente la puerta pero apenas pudo adentrarse en el cuarto, cuando sintió alrededor suyos unos fuertes brazos suaves, rodeándolo en un fuerte abrazo, casi desesperado.

-Volviste, de verdad que lo hiciste—su voz sonaba a un ruego silencioso de un alma herida. Angel creía que el ciervo lo había abandonado en aquella habitación. Que tendría que vivir toda su vida encerrado en jaulas lujosas a disposición de un maniático pervertido.

-Angel—se sorprendió el locutor—Por supuesto que iba a venir ¿Creíste que te mentiría, querido?—se alejó del arácnido y entro cerrando la puerta detrás de si.

-Yo—bajo los ojos dolido—no se en quien creer—recodaba el principio, cuando Valentino era amable y lo amaba con locura. Él le había creído y nada de eso resultó ser cierto ¿Qué es lo que hacía diferente a Alastor de Valentino? Intento olvidarlo, delante de él había un hombre que había cumplido con su palabra y debía retribuirlo por ello. Angel se inclino para darle un suave y sutil beso, apenas logro rozar sus labios cuando el pelirrojo con un ligero escalofrió, volteo la cara de inmediato, sujetando con firmeza las muñecas delgadas y apartándolo gentilmente.

-¿Alastor?—Preguntó algo decepcionado, con sus pequeños ojos llenos de lágrimas.

-Querido, no puede volver a repetirse lo de anoche. No es buena idea—Camino nervioso por la habitación. El aroma del albino le estaba haciendo mella en su lógica.

-¿Por qué?—

-Debo enviarte al palacio de los reyes, esa era la misión principal. Además mi pareja esta en el otro lado de la torre. Esto fue un error—se sentó en el sillón de terciopelo rojo que adornaba una de las esquinas del sillón.

-¿Un error? ¿Así lo sentiste?—susurro suavemente algo decaído. El de verdad había creído que aquel encuentro había sido obra del destino. Aunque igualmente había creído lo mismo con Valentino. Odiaba ser tan ingenuo, odiaba creer en cuentos de hadas. El ciervo respiro hondo y tomo al arácnido de los hombros mirándolo fijamente a los ojos con una expresión dura, ante la confusión de el.

-No se trata de eso, tienes que olvidarlo. Puse mi destino en juego, tengo una misión y muy pronto mi nombre pasara por encima de los estándares mas grandes de todo el infierno. No puedo arriesgar todo eso... por... por...—

-¿Por mi...? ¿Por sexo? ¿Placer?— El ciervo comenzó a respirar con mas profundidad, apretó los dientes, sintió su cuerpo mas pesado y un ligero temblor en sus piernas. Forzó su agarre como si temiera soltar al albino, quien mantenía un semblante algo desanimado.

-Tu me vuelves loco, ni con Mimzy me pasaba esto—suspiro lento—Quisiera que todo fuera diferente. Te tendría aquí conmigo—por primera vez había sido sincero.

-Te prometo que seré bueno. Te daré lo que quieres— susurro suplicante. Finalmente la mente del pelirrojo, se rompió. No pudo resistir mas. Acercó al de cuatro brazos abrazando su cintura, para perderse en un beso húmedo. Aun cayendo en la suave tentación, Alastor estaba totalmente consciente de lo que estaba haciendo. Estaba mal, pero no podía evitarlo. Necesitaba adentrarse en esa piel, saborear mas esos labios, perderse en la bruma del placer. Aquella lengua despertaba el más bajo deseo y los instintos de bestia lo envolvían poco a poco. Sus manos tomaron conciencia propia, adueñándose de las tiernas carnes albinas. Que delicia, que maravilloso aquel cosquilleo que sentían sus dedos, el rápido respirar de la araña, los sonidos húmedos del beso desesperado. Se encontraban sentado al borde de la cama con el joven encima de su regazo, acariciando esos carnosos muslos, apegando su delgada anatomía a la suya propia. Necesitaba sentir todo su ser otra vez, cuánto lo anhelaba, cuánto lo deseaba. Con tanta desesperación que su radio interna gritaba de dolor. ¿Cómo podía existir un ser tan bello en este basurero? Regreso a besarlo suavemente, saboreando la dulzura que experimentaba, delineando cada recoveco con sus garras. Tan delgado y perfecto, tan sensible que gemía ante cada toque. Angel también estaba desesperado, sentía la misma necesidad de poseerlo, de tenerlo entre sus brazos. Es como si Alastor le hubiese hechizado y no al revés. Le encantaba la masculinidad que borraba de sus poros, el cabellos desordenado, sedoso de color carmesí. La dormida sarcástica, casi traviesa que posaba en su anguloso rostro, firme, con nariz aguileña y pómulos fuertes. Aquellas manos que le hacían gemir tan alto, aquel cuerpo fornido y fibroso. Le encantaba todo de el ¿Cómo era posible?

Era como si se conocieran, como si se hubieran besado unas mil veces en el pasado y el futuro. Encajaban a la perfección. El locutor bajo sus manos hacia sus piernas, acariciando todo a su paso, disfrutando del tacto, sintiendo el suave temblor que experimentaba el contrario. Era sensible a su tacto y eso lo hacía enloquecer, quería dominarlo, quería poseerlo de una forma sucia, insana hasta romperlo, dañarlo, beberlo, besarlo. Tantas emociones pululaban en su mente, en su corazón indomable. Las manos del ciervo se dirigieron a un lugar sensible, aquel pecho abultado que parecía algodón. Aquel pecho era exquisito al tacto y se notaba que era un punto sensible. Angel temblaba entre sus brazos cada vez que lo apretaba y estimulaba. Tan lindo, tan exquisito aspiraba su dulce aroma y saboreaba aquel sabor embriagante. Bajó las caricias posando sus firmes manos en aquellas caderas, moviéndolas encima de su regazo, rozando sus miembros en un vaivén placentero a través de una erótica fricción. Mordió su cuello, deleitándose de aquel néctar. El albino grito por la impresión antes de disfrutar de las lamidas. Se había dado cuenta que el dolor le gustaba, derritiéndose por la sensación que quemaba su piel. Desesperado por mas contacto el ciervo le arranco el atuendo a Angel, quien soltó un grito agudo por la repentina acción mientras el contario contemplaba ese cuerpo frágil y sensual, lanzándolo a la cama cuál bestia. No podía evitar serlo, estaba exasperado y deseoso por penetrarlo con todas sus fuerzas. Sin detenerse, beso el abdomen antes de morder sus caderas y las piernas intensamente. Angel no podía más, estaba duro, líquido pre seminal salía sin control y los gemidos salían a destajo. Todo aquel ser era sublime y delicioso y se maravillaba a ante la escena. Tomo el glande del albino y empezo a masturbarlo lentamente, para que sufriera consumido por el mismo placer que el sentía y lo estaba logrando. El albino abrió la boca con temblor, gimiendo a toda voz, gozando tímidamente por aquellas frías manos que lo envolvían y realizaban un vaivén cadencioso que lo dejaba sin aliento. Las caricias se detuvieron de un momento a otro. Notó como el mayor se detuvo, posicionándose encima de el, para devorar sus labios y empezar a tocarlo nuevamente, pero está , aún más rápido. Su mente se nublo, no podía pensar con coherencia o intentar articular alguna palabra. Movía sus caderas, deseando más contacto, más roce ya que aquella mano no era suficiente y Alastor lo sabía. Le abrió las piernas y lo penetró de una estocada. El arácnido grito, dolido pero en aquel minuto no importaba, se sentía caliente, húmedo y delicioso.

-Alastor—Sollozo ligeramente, soltando algunas lagrimas traviesas.

-Relájate o dolerá aún mas—le beso la cabeza para transmitirle seguridad. Por el calor del momento se la había metido sin preparación. Había dolido, hasta a él le había dolido, pero no pudo resistirlo.

-No he dicho que te detengas—cerro los ojos sonrojado. El ciervo empezó lentamente, hasta que las sacudidas actuaron por si mismas. Se movía velozmente, entrando y saliendo de su interior, enloqueciendo por la voz de placer que salía de aquellos labios de cerezas. Lo abrazo posesivamente, llegando más al fondo. No quería salirse de allí, le succionaba, apretaba y mojaba ¿Qué más podía pedir?

-Arrgh—gemía recibiendo la fuerza del contrario—mas—pedía obnubilado por el placer. Lo único que sentía era el momento del pelirrojo tocarle las entrañas.

-Angel, di mi nombre—dijo con voz ronca—Ruega por mi nombre, pídeme más—incontrolado por la complacencia, cada vez entraba y salía más rápido.

-Aahhh—gemía—Alastor, dame más—cambiaron de posición, ahora el albino estaba encima, moviendo sus caderas al ritmo fogoso que imponía el locutor. Angel lo rodeo con sus cuatro brazos, no quería que terminara, el pelirrojo sabía moverse muy bien y lo satisfacía de maravilla, logrando hacer que se corriera rápidamente. El orgasmo los azotó con fuerza, dejándolos en un estado de aletarga delectación. El locutor cayo rendido aun lado de su amante, solo se escuchaban sus respiraciones agitadas y sus corazones desembocados. Fueron unos segundos de silencio relajante, hasta que la risilla traviesa del blanco demonio, levanto la emoción del ambiente.

-Eso fue increíble, sonrisas. Eres un experto—sonrió mostrando sus hermosos colmillos blancos—otra vez— Se subió entusiasmado encima de el, con ambas piernas a sus costados—Hagámoslo otra vez— grito animado volviendo a sellar su boca con un apasionado y firme beso. Más el contario, sin molestarle tal acto, abrazo su cintura con una mano mientras le acariciaba la espalda con la otra, poniéndose duro otra vez. Pasando una larga tarde en aquella habitación, los dos juntos.

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"Divina Obsesión"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora