"última noche juntos"

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La tarde había llegado, Alastor se paseaba de un lado a otro en su propia oficina sonriendo tensamente, no dejaba de temblar, las sombras a su alrededor se había desvanecido por las malas vibraciones que este expulsaba. Se sujeto la frente con una desesperada frustración, la imagen de su propio símbolo enmarcado en el alma de Angel, le había dejado la mente volando ¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo permitió tal cosa?  ¿Y si también tenía una marca en su propia alma, sellando la promesa y el pacto? Llevo una mano en su pecho, le era algo difícil de creer que ahora tenía una marca, pero no sé atrevía a mirar. Soltó un fuerte y ronco suspiro, con tan solo una mirada inocente y suplicas encantadoras ese niño hizo que su mundo se volteara repentinamente. Se sentó en su silla con una sonrisa cansada, nunca antes había experimentado algo parecido, algo llamado amor. Ni siquiera con Mimzy se sintió tan a gusto o experimentó algo remotamente similar, temía hacerle daño o no poder hacerlo feliz sin embargo no era momento de tomar en cuenta una futura relación, tenía que poner los pies sobre la tierra.
No se le había olvidado el tema con la princesa, la burbuja que había construido tenía que reventar. No sería nada fácil lidiar con el rey cuando se enterara del paradero del albino (estaba seguro que Lucifer estaba al tanto del tema de las marías) En ese instante abrió los ojos como si despertara de un sueño al haber recibido un golpe en la cara. ¿Qué sería de él? ¿Lo regresarían al cielo? ¿Le prohibieran estar juntos? ¿Y si jamás volvía a verlo?¿Lo iban a castigar, o peor aún, matar? Sintió un desconsuelo en su pecho, un vértigo se formo en sus entrañas como si su estomago diera un vuelco. No estaba dispuesto a separarse de Angel y precisamente aquella motivación lo movía a revelarse contra la realeza y poner su vida, su alma en juego.

**

Mientras tanto en la sala de comedor el joven arácnido se cepillaba con una enorme sonrisa de emoción. Tomó una pequeña fresa que le habían servido en su merienda y la mordió por la mitad con sus largos dedos, froto la parte del liquido rojizo para llevarlo a sus labios y darles un ligero brillo rosado. Arregló su ropa de manera mas sugestiva, encaminándose felizmente hacía la oficina principal. El ciervo le había advertido que no iban a poder a hacer gran cosa en aquella primera y quizás última cita. El infierno era un lugar peligroso y sin contar que ellos se escondían de la agarras de Lucifer. Pero eso a Ángel no le importaba, estaba feliz y con más vida que nunca. Se contentaba con escuchar música de la radio y pasar un rato agradable con el pelirrojo. Así de enamorado estaba. Sin mucha pena, se adentro en la oscura oficina antes de arreglarse un poco mas, diviso al ciervo en un sillón individual con una expresión muy dura, aun así cerro la puerta detrás de él, para dirigirse hacía el escritorio.

-¿Qué haces aquí? Pensé que nos veríamos en un rato—habida sonado más serio que de costumbre. Angel se descolocó un segundo antes de volver a su forma cariñosa.

-Vine a verte, quiero estar contigo—sonrió, procurando mantener su fachada amorosa y calmada.

-Merodeas por toda mi mansión, merodeas en mi cabeza y ahora en mi privacidad ¿Qué más quieres?—

-Nunca es suficiente si no estas ahí—comento sentándose encima de sus piernas y acomodando sus brazos en su cuello.

-Parece que nunca estas satisfecho—suspiro resignado. Se rendía ante él. Sujetó su cintura mientras acariciaba su espalda.

-Entonces, ven—termino de hablar mientras le daba un beso intenso, queriendo mas de el. Las bocas se rozaban en un espiral de locura y placer, saboreando todo a su paso. Las lenguas suaves peleaban para ver quién dominaba a quien. Alastor no lo quería admitir pero siempre perdía ante el albino. Lo dominaba como quería, estaba a su merced completamente. Sus cuerpos se acercaron mas de lo debido, gozando del calor del otro. El ciervo acaricio toda la extensión de piel, gozando la suavidad innata de aquel pelaje pristino. Angel gemia despacio, apretándose contra ese cuerpo varonil queriendo más de aquellas caricias. Alastor tomo el pecho de angel y se hundió en el, saboreando todo a su paso mientras el arácnido se desasia en placer.

-Dios, eres exquisito—no podía evitar verbalizar sus pensamientos. Todo lo que sentía en ese momento era dirigido a su ángel. No pudo contenerse, con fuerza saco todo de su escritorio y posicionó a Ángel encima. Empezó a llenarlo de besos y caricias en su abdomen y cadera, mordiendo todo a su paso, dejando huellas de propiedad sin querer pero Angel no se quejaba, adoraba la brutalidad y el dolor. Bajo hasta la entrepierna, descubriendo el exquisito miembro húmedo y necesitado de atención. Con una mano lo tomo empezando a acariciarlo lentamente en un tortuoso vaivén. El arácnido tiro su cuello hacia atrás gimiendo aún más alto ¿Cuál era el máximo de placer que un cuerpo podía soportar? Movía sus caderas acordé a las caricias hasta que bruscamente cesaron. Iba a protestar hasta que sintió una cavidad húmeda, caliente y envolvente. Alastor con su lengua experta chupaba y lamía toda la extensión del glande haciendo gritar al susodicho.

-Mierda ¿Dónde aprendiste esto, no estuviste con una mujer?—se preguntaba sudando.

-Aun no me conoces querido—hundió su cabeza, Angel agarraba aquellos suaves cabellos rojos que se resbalaban entre sus dedos. Antes de poder alcanzar el orgasmo el ciervo se detuvo. El arácnido iba a protestar. Alastor le sonrió calmándolo. Uno de sus dedos se encamino a su entrada, metiéndose con facilidad, moviéndose y arañando todo a su paso. Al principio, el albino lo encontró incómodo pero poco a poco el placer lo envolvía nuevamente. Encontró la ansiada próstata, haciéndolo gritar y chillar de placer, pidiendo más, más de el. Y quién era Alastor para no dárselo. Se desabrochó el pantalón, apretado y húmedo por lo demás y descubrió su pene erecto y dispuesto a meterse en su amado.

-Si, sigue—Angel abrió las piernas dispuesto y de una estocada el pelirrojo se hundió en el arácnido. Dolió, no podía negarlo pero era más exquisito que ningún otro placer que había experimentado. El pelirrojo se quedó quieto, esperando que su pareja se acostumbrara a la intromisión. Pero el arácnido era impaciente, empezó a mover las caderas a los segundos después. Trataba de sentir aún más el momento de Alastor y éste entendió la indirecta. Lo penetró con fuerza, saliendo y entrando en aquella entrada que lo recibía gustoso. Que maravillosa sensación lo envolvía de pies a cabeza. Perdía el juicio en aquellas carnes, apretaba, lamía y mordía todo a su paso, siempre esperando más. Angel tomo el control, se posicionó a horcajadas controlando el ritmo de cada estocada, llegando aún más profundo.

-Me vas a matar—Alastor estaba en el límite y Angel también. El ciervo lo jalo de los cabellos besándolo entre orgasmos. Había sido delicioso, sublime. Se quedaron abrazados, gozando aún de los espasmos y el relajo post coito ¿Por qué habían tenido que pasar Miles de años para encontrarse? Sus cuerpos calzaban. A la perfección y amaban estar en los brazos del contrario.

-Tú también lo harás—respondió Angel antes de caer en los brazos de Morfeo, relajado entre aquellos brazos.

**

El mayor toco suavemente la mejilla del albino con mucha dulzura mirándose fijamente aquella cara que tanto amaba. Deseaba en lo profundo de su corazón que esta noche compartida nunca terminara. Sin embargo debían regresar a la realidad.

-Angel— comentó serio el locutor—Tenemos que hablar—entrecerró los ojos. Con eso el mencionado supo a lo que se refería y bajo la mirada con algo de desconsuelo. No quería oírlo, no quería saber nada de eso, temía lo peor, no podía soportar saber que pronto podría ser llevado a donde no quería pertenecer. Se sentía devastado y el miedo le carcomía lentamente—No quiero, no quiero que me devuelvan al cielo— murmuro desconsolado

-No lo permitiré pero aun así, deben saber que estas aquí. Haré todo en mi poder para evitar que te arrastren a donde no quieres, te prometo que no te obligaran—volvió a acariciarlo para calmar a su alma.

-Quiero quedarme contigo—susurro mientras se escondía en el cuerpo del mayor.

-Yo igual, estaremos juntos, no te preocupes— lo abrazo con fuerza acurrucándolo, mientras hacía una señal a su sombra que entendió el mensaje. Esta se desvaneció, llevando lo que sería una nota entre sus garras a la pequeña niffty con la dirección del palacio real. Una vez mas, en las enormes paredes del castillo Magne, la encantadora princesa se encontraba con los nervios a flor de piel pensando que quizá nunca encontraría una solución a toda esta situación. Mientras su novia, en un intento de pobre consuelo, acaricio su cabello para confortarla un poco, pero antes de poder decirle algo, el ruido veloz de un golpeteo de pies llego hasta ambas mujeres, quienes se sobresaltaron a ver a una diminuta cíclope con una gran sonrisa en su rostro en frente de ambas. No se habían dado cuenta cuando apareció y antes de preguntar esta levanto su bracito, extendiendo la nota enviada por su amo, dejándolo entre los delicados dedos de la rubia para desaparecer en un par de segundos, dejando a la del lazo muy impresionada.

-Es muy rápida— comentó la grisácea regresando su atención a su pareja la cual miraba la nota—¿Qué dice cariño?—
-Es de Alastor—trago duro—Ya encontró el problema, vendrá mañana en la mañana—

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"Divina Obsesión"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora