Capítulo 8

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Un inesperado y repentino miedo se apoderó de Stiles después de recibir la sorpresiva sugerencia de Derek.

Un ataque de pánico.

Los pensamientos de desastre golpearon de lleno en su cabeza y tuvo múltiples sensaciones; una opresión en el pecho semejante a un dolor le provocó dificultad para respirar, igual que sus temblorosas y sudadas manos le impidieron abrir la puerta, pero cuando finalmente lo logró, unas fuertes náuseas le hicieron inclinarse sobre el porche, y el café que había tomado hacía menos de media hora, fue vomitado en dos segundos. Se sintieron como una eternidad.

No le importó pasarse el antebrazo por la boca y limpiarse con la manga de su camisa blanca. Afortunadamente llevaba un mandil que evitó que le manchara el resto, pero sus lustrados mocasines y su pantalón no corrieron con la misma suerte.

Trató de recuperar el aire, inhalaba y exhalaba sin parar pero el oxígeno se negaba a entrar a sus pulmones, los brazos se le iban entumeciendo, tenía mucho calor, pero a la vez, varios escalofrío surcaron su espalda, hasta que sintió una pesada y caliente mano sobre ella.

Stiles tuvo un brusco sobresalto e hizo que Derek le quitara la mano de encima, viéndolo con los ojos inyectados en sangre. Solo ahí pudo volver a respirar mediante jadeos rápidos.

—Calma. Soy yo —dijo Derek con suavidad, manteniendo sendas manos a la vista para no verse amenazante. Sabía a la perfección lo que le estaba ocurriendo—. Es un ataque de pánico. Tienes que mantener la calma.

El hombre trató de articular palabras pero notó que estas simplemente no podían salir. Abrió y cerró la boca con apenas sonidos parecidos a sollozos y su respiración era errática.

No tenía nada en contra de los niños, nada en contra de la misión de Scott, ni mucho menos en contra de Derek. Pero eran tantas cosas las que estaban ocurriendo a la vez, que cuando cayó en la realidad, se manifestó del único modo que podía.

Primero estaba su libertad: cuando se divorció de Lydia entendió que su vida era mucho más fácil sin la obligación de marido ejemplar, además de que los sentimientos que tenía hacía ella, habían cambiado radicalmente desde hacía ya mucho tiempo.

A sus veinticuatro años había conseguido el trabajo de sus sueños y este al final le consumía todo su tiempo. Aún así le gustaba. Pero ahora tenía que estar con una persona completamente opuesta a él por el bien de su pueblo.

Entendió que si los trillizos no aparecían y que si solo le contaban el plan, se habría echado a reír, negado rotundamente y continuado con su vida, ayudando a Scott a su manera. Exactamente en ese orden.

Sin embargo ahí estaba, con un plan que no era suyo y que ya tenía resultados, el cual podría o no cambiar, o terminar siendo peor.

A todo eso se le sumaban los ojos de Jordan.

¿Fue tan mal padre que permitió que su hijo matara a una persona inocente? ¿Lo habrá matado a él y por eso se comportaba así al principio?

No le gustaba Derek. No quería formar una familia con Derek. Sin amor no quería traer hijos al mundo.

Sin idea de cuánto tiempo pasó desde que su ataque había empezado, volvió a la realidad y reconoció a Derek, que estaba preocupado y mantenía una considerable distancia. Pero también vio que los chicos salían apresuradamente de la casa y se quedaron detrás del lobo.

Notó que le estaban diciendo cosas porque sus bocas se movían. Hasta que el audio se restauró paulatinamente.

—¿Estás bien? —escuchó a Eli y Jordan, uno tras otro.

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