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A los trece años, mientras cenaba con su padre el pescado fresco que había conseguido la tribu ese día, rogó para sus adentros que nadie de la aldea le hubiera contado a su progenitor que lo habían visto con sus amigos, ya que eso podría desencadenar otra pelea entre ambos, de las típicas que comenzaron cuando tenía once años.

— ¿Conoces a Soyeon? — le preguntó de repente el mayor, a lo que Changbin asintió. Claramente la conocía, porque entre todos se conocían en ese lugar. — Sus padres y yo hablamos esta tarde.

— De acuerdo.

— Y consideramos la idea de comprometerlos cuando sean más grandes. — dicho esto se metió un bocado de carne a la boca y continuó diciendo — Puede ser ella o Soojin. Ambas tienen tu edad. — habló con simplicidad, como si atar el resto de su vida a una persona no fuera la gran cosa. — Sus padres están dispuestos a entregarlas si llegas a demostrar ser una buena opción. Eso significa que debes aprender a comportarte como un hombre, Changbin. — ¿acaso ya no era uno? ¿Qué significaba ser un hombre? ¿Qué estaba haciendo mal? El menor frunció el ceño pensativo. — Un verdadero hombre protege a su familia. Debes ser fuerte y valiente, ¿comprendes? Tener convicción.

— ¿Proteger a mi familia? — interrogó el menor, y su padre asintió, terminando de masticar. — Si tengo hijos, ¿protegerlos será también pegarles? ¿Debo hacerles sentir miedo cuando me vean? ¿Miedo de hablar o de ser ellos mismos? ¿Miedo de tener una opinión diferente a la mía?

— ¿Qué?

— No quiero que elija a la persona con la cual pasaré el resto de mi vida. — soltó de golpe, porque ya sabía lo que tenía que hacer, porque ya había recibido la primera visita de un hada. — Ya no decidirá nada por mí.

— Chang-bin — se esforzó en decir el mayor, soltando el pedazo de pescado que había tenido en manos para entonces tocar su cabeza, que daba vueltas y vueltas sin descanso. — ¿Qué hiciste? . . . ¿Qué me pasa?

— Papá . . . ¿Conoces el polvo de hadas? — tan sólo bastó mencionar la última palabra para que el hombre abriera sus ojos desorbitados e intentara escapar de ahí, pero sus piernas entumecidas volvieron su objetivo imposible de alcanzar. — Pedí una poción muy específica. Me ofrecieron cuatro deseos hace varios días, y esta mañana, después de que me golpearas con una de tus herramientas, decidí aceptar.

— Chang . . . Bin . . .

— Me dijo que sentirías que estás a punto de morir, pero no pasará, no te preocupes. — habló calmado, pausado y sin remordimientos. Tan sólo observaba a su progenitor, arrastrándose como un gusano con tal de llegar a la salida de la carpa. — Todo tu cuerpo quedará adormecido . . . Así como quedé yo el día que me dejaste inconsciente.

— Hi-jo . . . No . . .

— ¿Recuerdas una de tus reglas? Debía verte comer primero antes de tomar mi parte. Tus castigos son peculiares, los odio, pero esta vez me ayudaron. — decidió levantarse, llegar al lado del cuerpo moribundo y colocarse de cuclillas mientras lo estudiaba con la mirada, fascinado con el resultado de la magia. — Ahora escucha esto . . . Si vuelves a tocarme, o siquiera a gritarme por hacer algo que quiero hacer, lo siguiente será peor. Déjame en paz. Déjame ser feliz durante el tiempo que me queda con ellos . . . Mis amigos.

Tu ma-má . . . Tu ma . . .

— Lo sé, papá, lo sé — admitió, notó el rostro enrojecido del mayor, sus ojos llorosos y ese esfuerzo que hacía por respirar, por mantenerse con vida, por lo que sonrió complacido. — Ahora sé por qué antes éramos felices . . . Actualmente no podremos serlo aunque lo intentes, aunque finjas, así que al menos déjame ser feliz a mí. Es lo menos que puedes hacer . . . Déjame ser libre.

Con cariño, una flor del bosque | SKZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora