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Por mantenerlo fuera de peligro, Hyunjin convenció a Seungmin de quedarse dentro de la carroza, luego montó el único caballo que tenían y comenzó el recorrido con dirección al bosque, cada vez ganando mayor velocidad.

Dentro del vehículo Seungmin continuó sollozando desconsolado mientras se abrazaba a sí mismo. La espada yacía a sus pies, ni siquiera quería tocarla. Tenía los ojos cerrados e intentaba imaginar que todo era un sueño, que las hadas en realidad no existían, que al abrir los ojos estaría en su carpa, su padre estaría atendiendo a los demás aldeanos, y que sus amigos estarían en la carpa de Felix, lo recibirían como siempre, le mostrarían una linda sonrisa y luego escaparían de allí. Era así, ¿no es así? Ellos nunca eran atrapados, siempre huían exitosamente, ¿por qué sería diferente en esa ocasión?

De repente la carroza se detuvo, la puerta fue abierta velozmente y Hyunjin lo apresuró en salir del lugar, por inercia Seungmin sujetó su espada y tomó la mano del hada, para entonces comenzar a correr por el bosque.

— ¿A dónde...

— ¡La puerta! — exclamó Hyunjin. Notó que un par de hadas lo habían reconocido, lo siguieron con la mirada y se fueron avisando entre sí que el ala derecha del emperador estaba huyendo con un humano. — ¡Corre! ¡Más rápido! ¡Rápido!

Seungmin usó toda su fuerza de voluntad para lograr estar a su altura. No se sentía en las mejores condiciones, pero sus amigos siempre le habían dicho que era veloz, así que debía ponerlos orgullosos. Cuando le tomó ventaja a Hyunjin, y ahora era él quien jalaba de su mano, reconoció el camino y llegaron rápidamente a la puerta blanca, el portal por donde había llegado, la cual había invocado hacia tan sólo unos días.

— Vamos — dijo el castaño al ver cómo el mayor detenía su paso frente a la puerta. — ¿Qué haces? Están viniendo. Nos van a matar.

— Seungmin...

— ¿Qué? — soltó más serio de lo planeado. — Mis amigos han muerto, Hyunjin... — en la última palabra su voz se quebró. Había deseado seguir sonando firme, pero era tan doloroso que su cuerpo actuaba solo. — y no pienso dejar que haya sido en vano. Lo hicieron por salvarme a mí, por salvar a la tribu Osiarap, debo volver, los debo proteger, pero no puedo seguir sin ti.

— Yo pertenezco aquí — murmuró el hada con pesadez. Echó un vistazo hacia atrás, pero todo aún se escuchaba lejano, así que llevó sus manos a los hombros del menor y lo miró fijamente — Y tus amigos no sólo hicieron todo esto para proteger, lo hicieron con la intención de destruir... Mi mundo está al borde del colapso, no puedes pedirme que me vaya contigo.

— Pero ellos te van a matar — insistió Seungmin con terquedad. Pronto sus ojos volvieron a arder, volvió a retener sus lágrimas y se sintió impotente. Dejó caer su espada, tocó las manos de Hyunjin, que estaban sobre sus hombros, con la suyas y las acarició con suavidad — No quiero... No quiero perder a nadie más... No puedo... No... No me dejes... Por favor, no me dejes...

— No lo haré. — prometió, y entonces sus frentes se tocaron y cerraron los ojos conmocionados. — No sabes cuánto te amo... Te he amado desde siempre, incluso cuando no sabía quién eras, incluso sin conocerte ni saber tu nombre... Te pertenezco, Seungmin. Siempre estaré contigo.

— No quiero estar solo — su tono consternado mezclado con sus lágrimas encogieron el corazón de Hyunjin, tuvo unas inmensas ganas de aceptar su propuesta, fugarse con él, irse lejos, vivir juntos, morir juntos, ser felices para siempre, pero pensaba en su mundo, en su clan, en su hermana, en lo que estaba pasando y sabía amargamente que estar con Seungmin aún no era su destino. — Por favor... Ven conmigo...

Entonces las hadas llegaron, ambos las escucharon gritar porque pudieron reconocer sus siluetas, notaron sus antorchas acercándose cada vez más, pero Seungmin no quería irse y Hyunjin no había acabado. En ese momento ambos se miraron y entonces el hada besó a su humano, y un círculo de fuego corrió veloz y firme alrededor de ellos, apartando a los intrusos, los cuales evitaron acercarse al enorme muro de fuego que se había alzado tan repentinamente y rodeaba tanto a la pareja como a la puerta y a todos los árboles próximos a ellos.

Con cariño, una flor del bosque | SKZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora