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Nunca creyó en las hadas.

La idea de una raza superior que podía seducirte, arrastrarte a la profundidad del bosque para tomar tu vida, y el hecho de que el humano se deje atrapar con tanta facilidad se le hacía como un chiste. Claro, porque él se negaba a creer que se había enamorado de Felix, un hada.

Detestaba a esas criaturas. Eran la respuesta a cada desgracia en su tribu. Si un hombre golpeaba a su hijo, como el padre de Changbin, no era su culpa, era obra de las hadas. Si una abuela botaba a sus nietos de su carpa y los obligaba a dormir en la intemperie sin dejar que nadie se acercara a ellos como castigo, no era su culpa, las hadas la habían enloquecido. Si un niño era discriminado desde su nacimiento y llega al punto de creer que merece ser odiado, o si otro niño siente que tiene la obligación de comportarse como un adulto y dejar sus otros intereses de lado por los demás, no es culpa de los adultos, era por la existencia de las hadas. Jisung no quería creer que se había quedado huérfano porque esos seres existían, necesitaba culpar a alguien que pudiera ver, alguien a quien pudiera amenazar o golpear, a quien pudiera escuchar, a quien pudiera odiar, porque de otra forma terminaría odiandose a sí mismo.

Ahora había alguien . . .

— Fue él. — señaló a un hada de cabello azul. Ni siquiera conocía su nombre, pero pudo mirarlo con un odio real, porque odiaba a su raza. — Él me besó a la fuerza.

— ¿¡Qué!? ¡No!

— ¡No! — soltó de repente su compañero del mismo clan, el cual estaba también arrodillado a su lado.

— ¡Yo no lo hice!

— ¡No fue él, majestad! ¡Él no hizo nada! — volvió a exclamar con desesperación. Veía a su amigo, luego volvía a posar su mirada en el emperador, y por último miró al humano, quien continuaba viendo fijamente a Soobin. — ¡Él no hizo nada, majestad! ¡Nosotros nunca entramos a la celda! ¡Nunca pasó!

— Verdugo. — dijo el emperador, y esa fue la señal para que el hada corpulento arrastrara consigo el cuerpo de Soobin.

— ¡¡Yeonjun!! — gritó el hada peliazul aterrado, pero su amigo no podía ir muy lejos por el grillete que encerraba sus muñecas y sus piernas. — ¡¡Ayúdame!! ¡¡No quiero morir!! ¡No así!

— ¡¡Soobin!! ¡¡Soobin, no!! — Yeonjun echó su cuerpo a un lado e intentó alcanzarlo mientras se arratraba con sus codos y rodillas. — ¡Por favor, no! ¡Emperador! ¡Es injusto!

— Llévense a todos de aquí. — ordenó Minho, y de inmediato los guardias tomaron a hada por hada y se las llevaron de ahí como si fueran cuerpos inertes.

Yeonjun sollozaba sin dejar de maldecir mientras veía cómo el verdugo acomodaba a Soobin en la guillotina para su ejecución. Ni siquiera podría estar ahí, ¿y por qué? ¿Porque un humano lo ordenaba? Porque el Emperador pudo usar su voz para dictar la sentencia de muerte, pero era ese humano quien ahora mandaba. Antes de que lo sacaran de ahí logró conectar su mirada con la de Jisung; ambos sin conocerse se estaban jurando la guerra, pero sobretodo su odio recayó en un solo ser, el cual podía cambiar las cosas con sólo decirlo, pero no tenía ni la más mínima intención de ayudarlos: el Emperador.

— Emperador . . . Si el clan Aisnetroh se entera de esto, pueden-

— ¿Y qué harán? Ellos no tienen nada, ni siquiera un lazo, no están conectados a nada importante, son sólo súbditos. — le interrumpió Minho a Chaeryeong. Tras ello tuvo el valor de tomar la mano de Jisung, y este después de meditar lo que estaba pasando, le sonrió.

"Espero que esto sea suficiente para que uno de los clanes te odie. Sólo será el principio, porque ahora sé que eres capaz de matar a los de tu propia raza por mí, sólo por existir". Y en cuanto se oyó al hada Soobin gritar: "¡Que viva el clan Aisnetroh!" y luego cuando el sonido de la cuchilla se devoró el ruido y se volvió protagonista en medio del silencio, todos los presentes supieron que la ejecución se había realizado. Jisung sólo vio un segundo y luego no quiso mirar porque le causaba repulsión, sin embargo, Minho pudo ver todo con un rostro inexpresivo. ¿Cuántas muertes había presenciado con sus propios ojos que se había quedado sin un corazón para sentir?

Con cariño, una flor del bosque | SKZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora