Aquél último día fue algo caótico para mí, toda la jornada mi cabeza solo pensaba en Taylor, y durante los primeros días de vacaciones también, así que sentí que un cambio me vendría bien, me ayudaría a despejarme.
Así que decidí cerrar un ciclo, abandonar el pelirrojo, lo había usado durante años, más de diez, era hora de decirle adiós y volver a mi color natural, al castaño.
Y eso hice, una mañana luego de desayunar le dije a Miranda que me iba y que volvería tarde, solo eso, no le di más explicaciones.
Luego de salir de la peluquería fui de compras.
Volví a casa a eso de las cinco de la tarde, Miranda no estaba así que intuí que estaba con Marilyn, y así era, volvió a casa al día siguiente, después del mediodía.
-¿Quién carajos eres? –Dijo Marilyn al entrar, yo estaba en la sala, de espaldas a ellas. –Guau, gran cambio, me gusta. –Soltó ella cuando voltee.
-Gracias.
-¡Volviste! Volvió la Charlotte de Dunedin. La Charlotte no soltera. –Mandy estaba en shock.
-Solo es un cambio de color de cabello, no es que vuelva a tener veinticinco años, ojalá, pero no. A propósito. ¿Estás bien?
-Sí, no es nada, es solo un pequeño esguince. –Contestó Marilyn, había notado la pequeña férula en su dedo índice hace minutos. Y por su nerviosismo al contestar supe cómo ocurrió y qué.
-En realidad no sabría a cuál preguntarle, si tú tienes el dedo así me sorprende que Miranda camine, o quizás tenga vagina de hierro.
-¡Idiota! –Gritó mientras ambas se tapaban la cara de vergüenza.
Para ser sincera, las vacaciones sí son reconfortantes, paz, estar solo con Miranda y Marilyn, no tener que convivir con cientos de adolescentes que me odian, es agradable. Pero a la vez no puedo sobrellevar mucho ese estilo de vida, así que estaba ansiosa de volver a las aulas.
Mandy había dormido en casa de su novia, así que no había ni rastros de ella en la casa. Desperté, me arreglé, desayuné y salí, esa fue toda mi rutina de la mañana.
Particularmente hoy quería llegar temprano para revisar unos libros de la biblioteca que necesitaba para mi primera clase del día. Así que llegué antes que nadie.
O eso creía.
Apenas entré a aquella sala de profesores me encontré con el rostro que quería ver y a la vez no, estuve todos los días atenta al celular, a recibir un mensaje de ella, pero nada. Y eso me destruyó.
-¿Qué haces aquí? Solo pueden entrar profesores. –Pregunté seca, exagerando mi enojo, aunque en realidad quería correr a sus brazos y degustar sus labios.
-Soy la nueva profesora de filosofía. –Estaba sorprendida. Sin querer comenzamos a acortar la distancia entre nosotras.
-¿Así que nos veremos más seguido? –Crucé mis brazos y levanté una ceja.
-Así parece, ¿Algún problema con eso?
-Al contrario, es un honor ver tu bello rostro todos los días. –Dejé a un lado mi papel de mujer enojada.
-El honor es mío. –En este punto solo estábamos a centímetros de distancia, no lo pensé mucho, simplemente actué. La besé apasionadamente y subí a un escritorio. El besó no terminó ahí, seguimos por unos minutos, hasta que ya era casi imposible seguir respirando. Y ahí sí terminó.
-Lo siento mucho, me dejé llevar y sé que no te gusta, y que malentiendo las situaciones y ¡Agh soy una estúpida! Realmente lo lamento y ahora esto será mucho más incómodo porque trabajaremos juntas. –Comencé a hablar sin parar mientras moría de la vergüenza.
-Charlotte, Char, espera, sí me gusta, solo que tú saliste corriendo la última vez y pensé que había cometido un error en besarte, por eso decidí no escribirte, hasta hace minutos creí que estabas enojada conmigo. Por cierto, abandonaste el pelirrojo.
-Sí, quería un cambio, ¿M-me queda mal?
-No –Parecía ¿indignada? Por mi baja seguridad en mi misma. –Te queda hermoso.
-¿En serio te gusta?
-Me encanta. –En ese momento entraron las pequeñas tórtolas y cortamos la conversación.
-Disculpe señora Adams, no puede estar aquí. –Dijo Marilyn en tono intimidante.
-Es la nueva profesora de filosofía, tranquiliza a tu fiera Miranda.
-Bienvenida entonces. –Dijeron.
-Gracias.
Sofía entró y la presentó formalmente como la nueva profesora, luego, mientras todos se acercaban a darle la bienvenida, fui a la biblioteca a revisar aquellos libros que necesitaba para la clase de hoy.
Y justamente al final de esta llegó a mi mente la respuesta a una pregunta que me venía haciendo por semanas, desde que la conocí.
Salí del salón lo más rápido posible y ella justamente salía del salón de en frente.
-Tay. –Llamé su atención.
-¿Estás bien? ¿Sucedió algo?
-No, yo estoy bien. Solo es que desde que te conocí, sentía que tu rostro o tu nombre me sonaban, y ahora lo recuerdo. Romeo Stevens.
-Ese es el padre de Zach.
-Y el profesor de filosofía que fue descubierto fumando marihuana con alumnos de último año en Santa Mónica. Leí las notas, de ahí te recuerdo.
-Sí, fue un gran caos.
-¿Qué tal tu primer día? Sí ellos te han hecho renegar podría darles un buen reto y darles mucha tarea, tengo con ellos luego del recreo.
-No, son buenos, o la clase estaba muy entretenida. Pero gracias.
Zach
Noté a mi madre dispersa y con una felicidad particular desde mi suspensión, no sabía cuál era la causante, hasta que vi a la profesora Charlotte en casa, al parecer son amigas, o eran. Porque después de ese día mi madre volvió a ser la de antes, solo que con una tristeza que intentaba tapar.
Al volver a clases también noté a la profesora un poco dispersa, y quería hablar con ella para decirle que me hacía feliz el hecho de que ella y mi madre fueran cercanas, aunque era raro, pero mi mamá estaba feliz, y eso me gustaba.
Luego me enteré que mi madre iba a comenzar a trabajar en mi escuela, una parte de mí estaba irritado y la otra parte feliz, y a su vez estaba incómodo. Creía que mi madre iba a estar todos los recreos detrás de mí o me llamaría Zaqui o Zachcito en frente de mis compañeros, por más de que mi madre es la mejor y la más cariñosa, su cariño puede llegar a ser excesivo.
Pero no fue así, me trató como un alumno más, como si no fuera su hijo, y estuvo bien.
Al salir al recreo la vi en el pasillo con Charlotte, algo en ella brillaba, brillaban, juntas. Y en ese momento una voz susurró en mi oído
-Llévate bien con ella porque será tu madrastra.
Ese susurro me agarró desprevenido y me paralicé del susto, cuando busqué a quién lo dijo no la encontré. Era una voz femenina, y las únicas dos mujeres que pasaron por mi lado fueron la profesora Miranda y una chica de último año con la que no he hablado nunca.
Las últimas dos horas del día teníamos matemáticas, así que al final de la clase tomé todo el valor posible y fui a hablar con Charlotte.
-Profesora Soriano, ¿podría hablar con usted?
-Claro Stevens, ¿qué sucede?
-Es que, la vi a usted y a mi madre. –Levantó su palma haciendo que me callase.
-¿Qué viste? –Estaba ¿Nerviosa?
-A usted y a mi madre cenando y riéndose, quiero agradecerle por eso, ella está muy feliz últimamente, desde que ustedes son cercanas. Y por ayudarme con las actividades ese día. ¿Qué más podría haber visto?
-No tiene que agradecerme Stevens, yo también disfruto el tiempo junto con su madre.
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más que compañeras
Romance¿Quién pensaría que pedir una reunión con la madre del chico problemático de la escuela haría que Charlotte comenzara a creer en el amor a primera vista? ¿Quién diría que ir a una reunión haría que Taylor conociese a una persona que le movería el p...