Anoche fui a la habitación de Miranda para preguntarle si quería ordenar comida china, sí, hace quince años vivimos juntas. Toqué la puerta y no atendió, volví a insistir pero nada, así que abrí la puerta. Vaya sorpresa me encontré, pero estaba feliz por ella, tantas noches nos quedamos hablando de cuan enamorada está de Marilyn, cuanto la deseaba, y ahí estaban, ambas desnudas en la cama, besándose y solo ellas saben si haciendo algo más. Me disculpé y salí de la habitación, muy feliz.
Desperté con la esperanza de encontrarme a Miranda en la casa para felicitarla, pero ella ya no estaba.
Fui al trabajo, y apenas entré a la sala de profesores las encontré a ambas sentadas tomando café, apenas me vieron se pusieron rojas de la incomodidad.
-Debo disculparme por lo que pasó anoche.
-No tienes que hacerlo Miranda, hace quince años vives allí, es tu casa también, al contrario, soy yo quien debe disculparse, vayan todas las veces que quieran, pero avísenme así no las interrumpo.
-Gracias.
-No me agradezcan, debo irme, tengo con noveno. –Revolee los ojos, ese es el curso de los demonios.
-Suerte, la necesitarás.
Entré al aula como cualquier día, todo parecía ser normal, el mismo bullicio insoportable de siempre. Crucé en línea recta el salón hasta mi escritorio. –Buenos días alumnos. –Alcancé a decir antes de sentarme mientras escaneaba cada rostro de los alumnos. Mi mirada se clavó en la expresión de Stevens, Zach Stevens, ese idiota que se encarga de hacerle la vida imposible a cada profesor de la institución. Me miraba como si estuviera planeando algo, pero no sabía qué. Hasta que me senté.
Tendría que haberlo pensado, si se me hubiera pasado por la cabeza ver la silla antes de sentarme las cosas hubieran sido diferentes. Dejé caer mi cuerpo sobre la silla, y recién cuando mi trasero estaba totalmente apoyado sobre el asiento lo sentí, sentí la pequeña punzada y el dolor constante acompañado de una sensación húmeda, en la parte superior de mi muslo.
Me puse de pie de un salto soltando un pequeño grito de dolor, instantáneamente la mayor parte del salón estalló en risas.
-Sufre bruja. –Alcancé a escuchar entre medio de las risas, Stevens, otro idiota no puede ser.
Mire mi falda y noté un círculo de no más de cinco centímetros de sangre con un punto dorado en centro. Ese estúpido había colocado una chincheta en mi silla para que me la clave.
-¡Stevens! –Grité roja de ira. –A dirección ¡Urgente!
-Claro, siempre soy yo el culpable, ¿por qué se supone que soy yo el culpable? –Tomé su estuche de lápices y ahí había una pequeña caja con chinchetas doradas.
-¿Acaso esto no son pruebas suficientes?
Salí de la habitación rumbo a dirección.
Iba furiosa, en mitad del pasillo vacío, cuando una dulce voz con tonada extranjera me detuvo.
-¡Charlotte, espera! –Me frené en seco y di la vuelta. –Estás sangrando. –Carla salía del salón de séptimo año con una pila de libros.
-Lo sé, Stevens colocó una chincheta en mi asiento. –Lágrimas de ira, bronca y rabia amenazaban con salir de mis ojos.
-Ven aquí. –Me abrazó y una que otra lágrima salió.
-Gracias. Iré a hablar con Sofía.
Podría catalogar a Sofía como una amiga, nos hemos encontrado varias veces fuera de la escuela a tomar algo.
Últimamente la noto muy estresada buscando un reemplazo para la profesora Sáenz, la antigua profesora de literatura que murió a los setenta y ocho años hace seis semanas. Y hoy no es la excepción.
Apenas entré a la oficina ella terminó una llamada, colocó sus codos sobre el escritorio y apoyó su rostro en sus manos mostrando su frustración.
-¿No hay reemplazo?
-No encuentro interesados, pero tengo una última opción, esperemos que sea la correcta. ¿No se supone que tendrías que estar dando clases?
-Por eso vine, mira: –Le postré donde estaba la chincheta. –Stevens puso una chincheta en mi asiento. Ya no puedo más con él Sofía, con ese curso, es una tortura entrar a ese salón. Ya no puedo. –Comencé a llorar de frustración.
-oye, tranquila, solo resiste, no sé cuánto tiempo más estará ese chico en esta escuela, pero no creo que sea mucho.
-Es que no lo comprendo, no entiendo por qué es así, quiero entenderlo.
-¿Quieres reunirte con su madre?
-Sí.
-Bien, les acordaré una cita, ve a casa, vuelve mañana. Conociéndote no dejaras que los alumnos te vean llorando.
Salí de la oficina y al lado de la puerta estaba Carla esperándome con un botiquín de primeros auxilios en la mano.
Si fuera por mí solo hubiera retirado la chincheta y puesto una bandita, pero Carla no, ella quería hacerlo diferente y no me quedó otra más que aceptar su ayuda y su método.
Apenas llegué a casa Martha me miro asombrada, intento formar una oración que probablemente haya sido. – ¿Por qué llegó tan temprano? –Pero antes de que lograra decir algo hablé.
-Tuve un pequeño accidente en el aula, me dejaron volver por eso. –Seguí hacia mi habitación.
Me encerré en mi habitación a dormir, pero tenía tanta bronca que no lo logré.
Miré el reloj, Miranda debería estar llegando. Apenas terminé de pensar en eso la puerta se abrió de golpe.
-¿Estás bien Charlie?
-Sí, solo que estoy furiosa. –Ella se paró en mi cama, me tomó de los tobillos y elevó mis piernas. -¿Qué estás haciendo?
-Quiero ver donde te lastimó. ¿Ahí? –Tocó el lugar exacto.
-¡Auch! Sí.
-Me imagino que pediste reunión con sus padres.
-Sí. Mañana.
Aproveché el día para corregir y preparar algunas evaluaciones. Sabía que mañana sería un día complicado, por más que no tendría clases con noveno, el rumor de que Zach Stevens lastimó a la bruja se difundiría muy rápido por todo el establecimiento. Él pasaría a ser el héroe y yo el hazmerreír.
Apenas entré a la sala de maestros todos me miraron y comenzaron con las preguntas.
-¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?
-Estoy bien, fue una herida menor.
-Ya es hora de que expulsen a Stevens. –Dijo Cameron, el profesor de deportes y hermano de Sofía.
-Estoy de acuerdo. –Todos coincidieron.
-Quiero ver si puedo lograr cambiar su personalidad. Si no lo logro será hora de que busque otra escuela.
-Charlotte, no puedes intentar corregir lo incorregible, Zach es un caso perdido, no eres una superhéroe, no puedes cambiar la personalidad de ese idiota. –Sentenció Marilyn.
-Les demostraré que se equivocan. –Estaba a punto de salir de la sala cuando entró Sofía junto a una persona alta, de cabellos rubios y ojos celestes, atractiva, para ser sincera.
-Chicas, Cameron, les presento a Sam, elle es el nuevo docente de literatura.
-Es un placer, soy Miranda Grey, profesora de Artes. –Se aproximó a saludar mientras veía como el odio crecía en Marilyn.
-Marilyn Marín, historia. –Le estrechó la mano mientras pegaba la cadera de Miranda a la suya y besaba su mejilla, marcando territorio.
-Charlotte Soriano, matemáticas, es un placer, pero debo irme.
-Te está esperando en mi oficina. –Indicó Sofía.
-Suerte. –Dijeron todos.
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más que compañeras
Romansa¿Quién pensaría que pedir una reunión con la madre del chico problemático de la escuela haría que Charlotte comenzara a creer en el amor a primera vista? ¿Quién diría que ir a una reunión haría que Taylor conociese a una persona que le movería el p...