Capítulo 8: el impulso de cambiar.

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Ya ha pasado un mes desde que Taylor comenzó a dar clases en el colegio. En todos los años que hace desde que ejerzo, nunca me tocó un curso en el que no hablen mientras resuelven las actividades, y sinceramente no creo que exista. Pero aprovecho para escuchar sus conversaciones, en todos los cursos, y últimamente hay un tema que se repite mucho, Taylor, todos la aman, es más, la apodan señorita Miel.

Recuerdo la primera vez que escuché ese apodo, fue en octavo. Particularmente esa conversación me descolocó.

-¿Hoy tenemos con la señorita Miel? –Preguntó uno de los chicos del fondo.

-Sí, pero tenemos que esperar hasta después de historia para tener filosofía. –Ahí entendí que la señorita Miel era Taylor.

-Aún falta mucho. –Se quejó otro.

-Igual disfrutémosla antes de que tronchatoro la ponga en nuestra contra, son muy cercanas al parecer. –Espetó una chica de las primeras filas.

-¡Cállate! –Su compañera de banco la codeó y me miró de reojo, ahí entendí que yo era tronchatoro.

-Igual podría no estar equivocada. –Soltó el primero.

Hoy no tenía clases hasta la segunda hora, así que podría haber llegado más tarde, pero decidí llegar al horario habitual, era una especie de presentimiento.

Al entrar en la sala de profesores noté que estaban los bolsos de Miranda y Marilyn, pero no había rastros de ellas, así que pensé que, o podían estar revolcándose en el salón de reuniones, o en la biblioteca. Al salir de la sala, me di cuenta que estaban en la biblioteca.

Me apoyé en la puerta, allí adentro, además de Carla, y la parejita calentona se encontraba Taylor con una gran sonrisa y Sofía.

-¡Tía Charlie! –gritó Gino mientras corría a mis brazos. Nadie se había dado cuenta de mi presencia hasta que él la notó.

-Hola mi pequeñín. –Lo tomé en brazos y lo levanté alto, a él le encanta.

-La tía Mandy corrigió mi dibujo.

-¿Sí? ¿Te puso buena calificación o deberé retarla para que te ponga una mejor?

-No, me puso un diez. –Sus ojitos brillaban de felicidad. Él miró a Miranda y río, significaba que iba a decir algo que no debía. –Te ves bajita hoy tía. –Dijo tocando su cabeza. Y claro, desde mis hombros él era gigante.

-¿Ah sí? –Ella comenzó a hacerle cosquillas y a sacarlo de mis brazos, mientras Gino nos contagiaba la risa a todas, e intentaba hacerle cosquillas a Miranda.

Volteé a mirar a Taylor, ella estaba muy feliz, me di cuenta sobre cuanto ama a los niños.

-Ahora suéltame Miranda. –Soltó serio.

-¿Cómo Miranda? Para ti no soy Miranda. –Ella fingió enojo.

-Bueno, suéltame tía, por favor. –Ella lo bajó, y él corrió hacia Taylor, quién lo recibió con los brazos abiertos y platicó con él por varios minutos.

La campana sonó, señal de que comenzaban las clases, todos formamos para la ceremonia matutina de la bandera, y los docentes fuimos a la sala de profesores por nuestros bolsos, Gino siempre nos seguía. Yo me senté en uno de los escritorios a terminar de corregir unos ejercicios, cuando absolutamente todos escuchamos como el niño se despedía de Tayl.

-Adiós tía favorita. –Miranda lo miro fingiendo estar ofendida, a lo que él soltó una carcajada.

-Prepárate para las cosquillas cuando vuelva eh. –A lo que él respondió sacándole la lengua.

-Gino, il mio bambino, compórtate. –Lo regañó Carla.

Minutos después noté que Mandy se había dejado una carpeta con lo que parecían ser tareas, así que fui a llevársela, pero al pasar por el salón de séptimo, el que se encontraba con la puerta abierta y Tayl adentro decidí quedarme ahí, a escuchar por qué la querían tanto.

Primero en principal les decía: mis amores, los niños con ella se callaban, ella les preguntaba sobre cómo les había ido en la semana, si tenían algún problema que quisiesen hablar con ella, y al parecer los viernes son día de picnic en su clase.

Estuve veinte minutos escuchando y observando, luego fui al salón de décimo, en este estaba Mandy.

Ella estaba charlando con los alumnos mientras escuchaban música.

-Mand, ¿Tú vives con tronchatoro cierto?

-¿Quién es tronchatoro? –Contestó levantando una ceja.

-La bruja Soriano, ¿Fuera del colegio es igual a dentro? Digo, da miedo, sobre todo cuando se enoja.

-Conozco a Charlotte desde hace años, ella tiene su carácter, es especial, pero no deberían temerle. Pero a quién deberían temer cuando se enoja es a la profesora Marín. –Dijo bajando el tono de voz.

-¿Y cómo sabes? –Preguntó uno de los alumnos.

-Em. –Miranda se comenzó a poner roja, y terminó tapándose el rostro. En ese momento los alumnos comenzaron a gritar y aplaudir. –Bueno, bueno, cálmense, nos van a retar a todos. Bien, comencemos la clase, luego hacemos otra pausa. –Miranda fue hacia el escritorio a buscar algo en su bolso, era mi momento para entrar. Golpeé la puerta y entré.

-Profesora Grey, permiso, se dejó esto en la sala de profesores. –Le entregué la carpeta.

-Gracias. –Me marché. –La invocaron. –Soltó Miranda, haciendo que todos se rían.

Al pasar por el aula de octavo y ver a los niños saltando y abrazando a Sam cuando les dijo que había horneado galletas para todos, me di cuenta todo lo que hacía mal, los niños les tenían respeto, y no eran exigentes, ni frías, ni secas. Les querían, les tenían confianza. Me enfoqué tanto en que me respetaran, que logré todo lo contrario, que me detesten y pongan apodos horribles.

Me sentía mal, así que propuse cambiar. Pero hoy no, comenzaría mañana con mis cambios.

Mientras tanto iba a almorzar, pero vi a Miranda y Marilyn entrar a la sala, así que decidí no hacerlo, no quería presenciar su película porno.

Al salir de la escuela me fui directo a casa, sentía que estaba haciendo todo mal, por suerte Miranda se había ido con Marilyn.

Así que al cruzar la puerta de mi habitación rompí en llanto, sentía que estaba haciendo mal mi trabajo, lloré y lloré, y me embriagué.

más que compañerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora