Capítulo 13: Marilyn.

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Mientras viajo hacia mi nuevo hogar les voy a contar mi historia.

No hablo mucho de esto, incluso Miranda sabe muy poco de mi historia, así que considérense afortunados.

Mis padres, o más bien, los que creía que eran mis padres eran muy mayores, hasta los doce creía que yo fui el errorcito, ya que con mi hermana nos llevamos dieciséis años, también fui la consentida por absolutamente todos.

Siempre noté como mis padres, tíos, primos, todos trataban a mi hermana diferente, como si hubiese cometido un error imperdonable por el que todavía le tienen rencor. Incluso una vez, luego de una cena de acción de gracias, antes de dormir me subí a su cama y en el oído le dije: No sé cuál será el error por el que te condena toda la familia, pero yo te perdono.

Un tiempo después, en una noche de aburrimiento decidimos revisar álbumes de fotos, había fotos de mí pequeña, de bebé, igual que de mi hermana, pero también había fotos de mi madre embarazada de mi hermana, de mí no.

-Hay fotos de mamá embarazada de ti pero no de mí, ¿qué raro no?

-Uhm, sí, creo que están en otro lado o no sé. –Estaba nerviosa.

-Ah okey.

Me desperté a desayunar la mañana siguiente, era sábado. Particularmente estaban todos muy serios, se me hizo raro, pero no le tomé importancia.

-Querida, tenemos que hablar. –Exclamó papá.

-¿Qué ocurre? –Tenía miedo y estaba confundida.

-Pero antes, queremos que sepas que te amaremos siempre.

-¿Okey?

-No somos tus padres biológicos. –Mi mundo se vino abajo en ese instante.

-¿Quiénes son entonces?

-Yo –Volteé a ver a mi hermana. –Yo y Chris somos tus verdaderos padres. Te tuvimos cuando teníamos solo dieciséis años, y no podíamos encargarnos de un bebé.

-Nosotros somos tus abuelos.

Era mucha información para analizar y digerir, así que me levanté de la mesa y corrí, a mis espaldas escuchaba – ¡Marilyn! ¡Regresa! –pero no hice caso, corrí y corrí escaleras arriba hasta entrar en la biblioteca, casi nunca íbamos allí.

Había mantas, sillones, algunos almohadones y muchos libros de todo tipo.

Me senté en el suelo, en un pequeño hueco que había entre una estantería y un sillón. Mi cuerpo temblaba, me costaba respirar, sudaba frío, lloraba, sentía que me iba a morir, me estaba asfixiando. Ese ataque duró algunos minutos, luego me calmé, pero seguía sin querer ver a mi madre y abuelos.

Así que cuando comencé a aburrirme agarré un libro cualquiera, el cual hablaba sobre la revolución francesa. Me gustó, estuve todo el fin de semana encerrada allí dentro leyendo sobre historia. Y me encantó, ahí fue cuando me enamoré de esta.

Aunque no lo crean, en la escuela tenía muchas amistades, era alegre y amable, era una persona rara, la nerd con amigos, extraño, mucho. Pero todo eso cambió luego de enterarme de la noticia, me volví la persona que conocen, fría, seca, terca, amargada. Aunque Mir era la única capaz de sacar mi otro lado. Mi lado bueno, cariñoso.

Con el tiempo comencé a aceptar mi nueva realidad, a llamar mamá a mi hermana, ella me llamaba hija, abuela a mi mamá. Y es más, a las pocas semanas de que me enterase de la realidad, mi madre descubrió que estaba embarazada, así que ya no era hija única. Y tres años después de eso quedó embarazada de nuevo.

más que compañerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora