Capítulo 30. Luna de Ater.

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Paso cerca de dos semanas después de aquel encuentro incómodo entre Eunice, Evan y Edith, tiempo después la noticia de que ellos dos se harían cargo de las empresas de Elpis se conoció por todos. Los líderes a los dos días de la bienvenida regresaron y por ende estuvieron más tiempo en casa, ya era tiempo que los jóvenes se hicieran cargo, eso decían. Al contrario de Alicia que desde el juramento se volvió la primera beta, no debía salir tan a menudo. La manada necesitaba de ella, y tampoco era como que deseara hacerlo, ella no podía pasar más de dos horas lejos de su mate, pasaban su tiempo juntos queriéndose a su modo mientras reducían el trabajo a la mitad compartiendo tareas, matando a dos pájaros de un tiro. Dejó de lado su año de servicio y por lo tanto su antigua meta de titularse, visualizando su futuro viviendo en su gran mayoría entre la manada Ater y Elpis, ya no había razón para trabajar en el mundo humano, suficiente trabajo era ser la primera beta.

Sobre Dalia, era sorprendente como no se había retirado de la manada. Su mate no pudo seguirla a todos lados debido a sus responsabilidades, claro eso no quitaba el exceso de atenciones que recibía del Alfa, Luna y demás miembros de la manada, tuvo algunas invitaciones a cumpleaños o de juegos para los 3 cachorros, su actitud los primeros días en la manada no estaba lejos de la apatía. Curiosamente en la primera invitación de cumpleaños escucho una historia que cambió su perspectiva. Fue hecha por una de las 4 omegas originarias de Ater.

— Me alegra que viniera. Mi pequeña hija la adora. No deja de hablar sobre lo linda y hermosa que es nuestra futura Luna.

Sus ojos grandes y claros totalmente iluminados ante esas ilusiones solo provocaban en la otra omega una profunda incomodidad.

Los pequeños empezaron con juegos, la nueva atracción eran los inflables. Se veían caritas chapeadas por todo el lugar subiendo, rebotando y corriendo de un lado a otro totalmente despeinados.

— Es lindo verlos crecer.

— Si, es realmente bueno cuando lo hacen en un lugar seguro.

— Mi nombre es Cadie por cierto.

— Dalia... — La omega Cadie se quedó observando a su compañera de al lado.

Postura recta y orgullosa. Ojos atentos a los cachorros y todo lo que los rodeaba, algunas miradas alternas a los betas y deltas que pasaban a su lado.

No era exactamente como ella lo recordaba, pero si podía identificar las mismas señas, después de todo, ella también paso por algo similar.

Miedo.

30 minutos.

...

63 minutos.

...era la mate de su futuro Alfa y podía fácilmente adivinar lo que cruzaba por su cabeza.

No dejaría ir esta oportunidad.

Hablaría con la omega.

— Antes de que naciera nuestro pequeño Damián nuestra manada no era diferente del resto, como sabrás nuestro Alfa y Luna ya son muy grandes, fueron cerca de 130 años en espera, — inicio un relato, Dalia la miro, y volvió a su vigilancia — muchos perdimos la esperanza de tener un sucesor con sangre Alfa, lo que nos colocó como objetivo número 1 en ataques. —empezaba a atraer su atención, aunque no la virara directamente, sabía que la escuchaba —Fueron años duros, y perdimos a muchos lobos, en el séptimo ataque perdí a mi padre, él y yo éramos los últimos omegas de esta manada, las alarmas tardaron en sonar, los betas enemigos sacaron y mataron a muchos de los nuestros en ese ataque, mi padre me cubrió de los ataques de un beta, él aguanto tanto como pudo pero inevitablemente falleció... el beta que asesinó a mi padre se volvió contra mí, estaba rabioso, su orgullo de beta fue destruido al no poder acabar con un omega de manera instantánea. Sus patadas iban directo a mi estómago, me golpeó la cabeza, me desoriento, pero pude ver cómo nuestra Luna estaba mirando en mi dirección, el ligero sentimiento de calidez recorrió mi pecho, en ese momento no sabía lo que significaba. Solo pude ver a través de manchas como mi Luna alejaba a esa beta de mí y lo mataba. Perdí la conciencia, al siguiente me encontraba en una cama tan blanca, era tan suave que pensé que había muerto, no tuve prisa en levantarme, escuche la puerta abrirse delicadamente me hice la dormida hasta que olfatee el aroma de mi Luna, me levante enseguida, algo me dejó estática, mi cuerpo actuó a voluntad y mire directamente a los ojos de mi Luna, ella se me acerco y se sentó en la cama, me confirmó la muerte de mi padre y a pesar de tener inmensas ganas de llorar fue poco lo que llore la Luna me abrazó y consoló un largo rato. Ese día fue el primero en que me convertí en un miembro real de la manada, todo porque mi Luna me aceptó. Ella me salvo porque para ella ya me había aceptado como parte de su pueblo... — Ningún cambio en el semblante de Dlaia, no era del tipo de persona que se deja influenciar tan fácil —Hubo algunos cambios. — Cambiaria su narración, su propósito no era el hacerla cambiar, en parte le alegraba que fuera de esa manera, solo debía darle un empujoncito. — La Luna actuó como mi protectora, ayudaba a todos en la manada, más de lo que antes ya hacía, hablaba sobre la justicia, la empatía, el cuidado, y la unión. Algunas lobas la siguieron sin prejuicios, como bendición de la Diosa la tan esperada noticia se dio a conocer. Nuestra Luna estaba embarazada. Al nacer nuestro Alfa los ataques cesaron y nuevas ideologías nacieron. E servido casi 30 años en la casa de los Alfas y nunca me han dicho una mala palabra, mucho menos me han puesto un dedo encima. No sé lo que pienses sobre nuestra manada, pero... — Estaba sonriendo, la omega Cadie estaba feliz , porque ahora su Futura Luna la miraba de frente, sin esa mirada precavida, era tan transparente... — como una Omega que ha tenido la oportunidad de conocer a mi Alfa, Luna y ver crecer al joven Alfa, solo puedo pedirte que cuides de él, es un joven noble como pocos hay. Cuídalo y amalo él se lo merece y aún más mi Luna el conocer a sus nietos. — recordaba lo mucho que su Luna cuido de su embarazo, acariciaba constantemente su vientre y animaba a los demás a hacer lo mismo, cuando ella lo hizo por primera vez, el Alfa se movió, era la sensación más tierna y emocionante que había tenido en ese entonces, aun antes de nacer, le cantaba todas las noches a su preciado hijo, lo sabía porque ella le ayudaba a cambiarse cuando el Alfa no podía, fueron pocas veces y se quedaba más de lo necesario.

Un  rechazo más para una omega cualquiera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora