Capítulo 21. Dalia.

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— Porque sigues comportándote así ¿no te das cuenta de que solo nos metes en problemas?

— ¿Entonces esperas que me quede viendo como maltratan a nuestros amigos?

— Nosotros no somos tus amigos.

— Una omega como tu solo hace peor nuestra vida.

Aprete mis puños con fuerza, me hartaba cada vez que ellos se dejaban mangonear por los "superiores", en esta ocasión no deje que un beta jalara del cabello de una de mis compañeras mientras limpiábamos el establo.

— Solo has tu trabajo.

Suficiente era que el resto de mi manada nos considerara basura. Que mis iguales lo creyeran era el colmo. Era para que entre nosotros nos consoláramos y nos defendiéramos.

— Sí sigues de esta manera solo

— Ellos nos necesitan, ya se los he dicho, ¿Quién mantendrá limpios sus hogares, alimentaría al ganado durante el invierno, realizaría las tareas que ellos por orgullo no hacen?

— Fácilmente nos castigarían o nos matarían.

— Traerían a otros que nos reemplacen, jamás se fijaran si uno de nosotros desaparece.

— Eso es porque nunca nos damos nuestro lugar.

— Eres tú la que no conoce su lugar. ¡Ni siquiera tienes nombre!

— ¡Eres solo una desgracia como todos nosotros!

— ¡Deja de creerte especial!

— ¡Tus padres te botaron! ¡Tu padre era un beta y tu madre una delta!

Golpee al imbécil que menciono a quienes me dieron la vida, las demás voces no dejaron de reprocharme, sali del almacén donde todos los omegas dormíamos. Los odiaba.

Odia cade vez que los mencionaban.

¿Quién abandonaría a sus hijos solo porque es diferente de ellos? Tengo su misma sangre, incluso herede el pelo rojo de mi progenitor.

Me negaba a llamarlo padre. Él jamás se comportó como uno.

¿Solo por ser una "omega"? ¿Solo porque no tengo fuerza?

Me mandaron al orfanato que había aquí, solo cachorros que habían perdido a sus padres durante ataques de otras manadas, yo era la apestada. Al cumplir los 6 años me echaron de ahí y me mandaron con los demás omegas, desde entonces he vivido con ellos, en esa destartalado almacén que llaman hogar.

— Oye, ¿porque siempre haces lo mismo?

Era uno de pocos niños huérfanos que había en la manada. Otro omega.

— Hola. Lo hago porque no deberíamos ser tratados así.

— Pero somos sus sirvientes. Nacimos para eso.

— Todos somos hijos de la Luna, ella no ve de que rango somos nos da su protección por igual.

— ¿Entonces porque no nos ayuda?

— ...

Las palabras de niño me dejaron sin habla. Nunca le pedí a mi Diosa que me ayudara. Solo me enfocaba en cuidarme y a otros omegas.

¿Por qué seguía pensando que los demás omegas algún día cambiarían de parecer?

Él niño ya no pensaba en salir por cuenta propia, sino que la Diosa cambiara nuestra situación sin más, era estúpida. Hasta ese momento no me di cuenta de que incluso los niños tenían la misma ideología. Todos estaban sumidos en la resignación y los restantes esperaban un milagro que no pasaría.

Un  rechazo más para una omega cualquiera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora