Capítulo 45. Farsante

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La beta caminaba en direcciona a la casa del Alfa.

El camino era siempre el mismo, se volvió una rutina, su pan de cada día básicamente.

Como futura Luna y como futura dueña de la casa principal no tenía otra opción.

Esa era la vida que le esperaba.

Desde que Andru no alcanzó las expectativas del Alfa, fue a ella a la que se le asignó la mitad de las labores del Joven Alfa.

Vigilar a los betas jóvenes, alimentación, vivienda, vestimenta, asegurarse de que nada les faltara, y supervisar a los betas adultos en sus rondas en los límites de la manada durante las mañanas.

Y su trabajo aumentaba con las labores que la Luna dulcemente le asignaba.

Visitar a los deltas, asegurarse de su bienestar y que cumpliesen con su tareas y obligaciones dentro de la manada como la mano de obra que eran.

— Jacinda, — la Luna salía de la cocina, y como era costumbre saludo efusivamente a la que deseaba como nuera — que bueno que has venido, estaba a punto de llamarte. Sobre las inspecciones de hace unos días, debemos discutir... — ella hablaba sobre los asuntos de interés de cualquier Luna, un tema que nunca faltaba entre las dos.

— Me disculpo mi Luna, he venido debido al Alfa.

— Oh, está bien, ¿te parece si te acompaño?

— Usted es libre de ir a donde lo desee mi Luna.

— Ya te he dicho que me digas mamá, o suegra si prefieres, dentro de poco nuestro Andru se recuperará y ambos tomaran el lugar que les corresponde, así que dejemos ya los formalismos.

Ante aquella afirmación la beta solo inclino parte de su cuerpo mostrando su lealtad y disposición.

La luna sonrió, aunque, a decir verdad, no parecía complacida.

Caminaron una delante de la otra, como lo estipulaba la ley de licántropos.

Ni bien llegaron, la voz de Alfa les invito a ambas a pasar.

Él se encontraba de espaldas viendo el cuadro de arena. Al notar los aromas tan familiares, se volvió y con una gran sonrisa recibió a ambas.

Una era su pareja y el gran amor de su vida.

La otra, el boleto de lotería que escasamente aparecía en una vida.

— Cariño, — le dio un beso casto a la Luna, — Jacinda, querida, ¿Cómo ha ido todo? ¿Ella se sigue comportando desvergonzadamente? —

Solo existía una presencia dentro de la manada de la cual el Alfa se dirigía tan despectivamente.

Eunice Conti.

Jacinda no solo había sido asignada a cumplir con los roles de un joven Alfa y una pequeña Luna, sino que también era la única con la destreza y "argumentos" para seguir de cerca a la omega.

— Alfa, — al igual que lo hizo con su Luna, mostro el respeto correspondiente a su Líder — la omega sigue recorriendo la manada, ayer la paso casi todo el tiempo cerca de las casas de los deltas, su atención fue especialmente dirigida a la plaza. —

Él gruñido del Alfa lleno la habitación, le irritaba el comportamiento altivo de la omega. Nunca le dieron el trato que una representante de una manada aliada merecía, en realidad, le habían ignorado sin la mínima pizca de remordimiento, aunque le proporciono una habitación, fue la que se encontraba en peor estado, no la llamaron al comedor ni una sola vez y mucho menos le dieron insumos. ¿Cómo carajos ella seguía en pie?

Un  rechazo más para una omega cualquiera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora