—Por amor a Dios, mamá, ¡Si estoy comiendo bien! —espete cansada, aunque no creo que me escuchara.
—¿Segura Brisa? Es que, entiende hija, me preocupo por ti. —Rodé los ojos e internamente agradecí que ella no pudiera verme o tendría un buen regaño y una larga charla acerca de los modales.
Solté un suspiro sonoro.
—Sí, yo sé que lo haces. Oye, ya tengo que colgar. ¿Puedes saludar a papá de mi parte? —hablé de forma apresurada.
—Bien. Pero, por favor, llámame más seguido.
—Lo haré, mamá —murmuré.
—Si no me llamas, no te sorprendas cuando te aparezca en tu puerta, uno de estos días —advirtió con voz severa.
Conocía a la perfección a mi madre, ella era capaz de eso y mucho más solo para asegurarse de que estaba bien.
—Lo prometo, mamá, te llamaré más seguido.
—Bien. ¡Adiós! —ya podía imaginar la sonrisa de satisfacción que tenía plasmada en rostro en estos momentos.
Levemente, negué con la cabeza mientras una sonrisa comenzaba a formarse en mi boca.
—Adiós.
Y una vez habiéndome despedido pude colgar la llamada.
Suspire sonoramente cuando el otro lado de la línea quedó en silencio, ya llevaban hablando con ella poco más de cuarenta minutos. Con seguridad podría afirmar que si seguía hablando unos segundos más, me volvería demente con sus interrogatorios sobre como estaba yendo todo, si comía bien y si había trabajado mucho esta semana.
Lo común.
Me encontraba de pie de frente a uno a de las pocas ventanas que había en mi habitación, yo vivía en uno de los primeros pisos y desde aquí se veía perfectamente la calle y sus alrededores.
El cielo había estado nublado desde temprano, avisando desde la mañana que una tempestad se avecinaba.
Cansada de estar en la misma posición por más de media hora, camine la corta distancia que me separaba de mi cama para tirarme boca arriba sobre ella. A mi alrededor y desparramados, se encontraban los peluches que habían ganado en la feria el día que salí con Arthur. Mi favorito era el oso panda, había sido amor a primera vista.
Mi mirada fue a parar a una de las paredes de mi habitación, la cual se encontraba llena de fotografías de la cámara que no paraba de usar desde que la había comprado. Varios días después de que la había adquirido, decidí que las quería en algún punto de mi habitación, así que, de una u otra forma, habían terminado pegadas en la pared y abarcaban la mitad de la misma.
Hoy era uno de los días libres que me daban en el trabajo, pero no tenía algún plan en particular. Más temprano había llamado a Nakia para salir un rato, sin embargo, ella ya contaba con planes que no podía cancelar ni posponer, así que, quedamos en salir otro día.
Tampoco podía llamar a Arthur, nos habíamos visto ayer y me explico que al mediodía tendría un almuerzo con su familia. Por lo tanto, lo más probable era que nos viéramos en la tarde.
Volviendo a mirar al techo, solté un sonoro suspiro, lo más probable sería que terminaría viendo mis redes sociales lo que restaba de la tarde o tal vez alguna película. Sin embargo, antes de siquiera poder decidirme por algo de lo que tenía en mente, el sonido de las notificaciones de mi celular rompió el silencio que me envolvía.
ESTÁS LEYENDO
Yo te cuido [#PGP2023]
RandomEn los días en los que los conocí estaba pasando por algo difícil: una ruptura después de una relación larga. Llevaba alrededor de unos cinco meses lidiando con ello y... no me estaba lleno tan mal, al menos desde mi punto de vista. Él también pasa...