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—No te preocupes Brisa, puedes irte a las seis sin problemas —murmuró la morena aceptando la petición que le había pedido.

—¿De verdad? ¡Te lo agradezco mucho! —espeté entusiasmada y sin poder evitarlo terminé dándole un gran abrazo que me correspondió luego de unos segundos.

Sarah no era alguien a quien le agradara mucho el contacto físico, así que intentando no ser brusca se soltó de mi agarre.

—Ve a casa rubia, nosotros terminaremos con todo. —Me sonrió. Con esa oración entendí que se quedaría con el chico nuevo que había iniciado a trabajar a inicios de esta semana.

Asentí en respuesta con una sonrisa y de forma apresurada busqué mis pertenencias para iniciar mi trayectoria a la casa.

Desde el inconveniente, hace más de una semana, no había podido tener mucha tranquilidad. Las salidas nocturnas, algo característico en mis horarios, las había eliminado por completo de mi rutina. 

A las seis de la tarde solía invadirme un sentimiento de angustia y de pánico que solo menguada cuando estaba en la seguridad de mi apartamento. Sin embargo, a veces ni eso lograba calmar el miedo, solo ponerle el seguro a la puerta y recostarme en mi cama me tranquilizaba.

Era en ese momento que podía soltar el aire que no sabía que retenía. 

Desde lo sucedido, Arthur me había hecho varias invitaciones para intentar distraerme mientras la denuncia avanzaba y todo se solucionaba. Más la mayoría de esas salidas solía rechazarlas por el simple hecho de que solían ser muy avanzada la tarde y el solo imaginarme volver a casa sola, me tenía temblando como hoja de papel.

No le había contado a nadie como me sentía, ni siquiera a Arthur, que había estado conmigo ese día. Así que él no comprendía por qué estaba tan empeñada en rechazar casi todas sus invitaciones. 

La respuesta era simple, no quería volver a toparme con ese hombre de nuevo.

Al girar en la esquina de siempre, a cierta distancia pude visualizar mi edificio y de mis labios salió un suspiro de alivio por saber que estaba a nada de llegar al lugar que mi mente había etiquetado como seguro. Mi andar se había incrementado al punto de casi trotar y al igual que los otros días, solo había podido sentir paz estando dentro de las cuatro paredes de mi habitación.

Ahora me encontraba recostada a la puerta de madera, sentada en el suelo y con mi respiración errática debido a que había corrido por el pasillo y por la mitad de mi apartamento. No sabía en qué momento las lágrimas habían comenzado a correr por mis mejillas y no me creía capaz de detener el llanto que ya había iniciado. 

Mi cuerpo temblaba como ese día.

A mi alrededor el tiempo parecía detenerse y los sonidos se habían vuelto tenues, sabía que algo estaba haciendo ruido a la distancia. Sin embargo, no había hecho el más mínimo intento de levantarme a averiguar que era. No me encontraba en condiciones para lidiar con cualquier otra persona.

Fue justo en ese momento que el primer sollozo salió de mis labios y fue cuando mi llanto se hizo incontrolable. 

Lloré... por lo que pareció una eternidad, desahogando todo eso que me atormentaba, ningún sonido salía de mis labios y aun así sentía como si mi garganta ardía. Lloré... hasta que no pude más. 

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora