Epílogo

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Caminaba a paso lento por la calle, con dirección a ese lugar que había sido el testigo de mis males, desamores, confesiones, conversaciones amenas y... sobre todo, recuerdos que me durarán toda una vida.

La terraza donde muchas cosas habían iniciado y donde muchas otras habían tenido un cierre. Ese sitio se había vuelto mi lugar de sanación y ahora, más que nada, necesitaba sanar.

Este último mes había sido bastante complicado para mí, lleno de altos y bajos, muchas lágrimas y sentimientos abrumadores. No había sido sencillo, pero aquí estaba, lo había logrado y no podía estar más orgullosa de eso.

No mentiría, en este momento me encontraba algo estancada y necesitaba cerrar este ciclo de una vez por todas, y ¿qué mejor lugar donde todo comenzó? Sería el lugar que marcó un inicio y el que marcará un final, al menos para mí.

Las calles comenzaban a vaciarse, dándole paso a la noche oscura, desde lo que sucedió, había comenzado a perderle el miedo a salir en la noche, al punto de que ya no me molestaba, pero era muy precavida a la hora de salir, avisándole a mi mejor amiga cada que salía y llegaba a mi destino.

Al pisar el Lobby del edificio, salude mi celular para enviarle un mensaje de texto a Nakía, ya se me había hecho una costumbre, una que nos había sacado de muchos aprietos. Cuando ingrese a la caja metálica, suspire sonoramente, me sentía muy nerviosa, sobre todo porque era la primera vez en un mes que salía a un lugar que no fuera mi trabajo.

Este sin duda era uno de los primeros pasos que daba para comenzar a seguir adelante. Y por mucho que esto me costará, iba a seguir avanzando.

En la caja metálica, mi nerviosismo se volvió más notorio y al pasar por su piso, comencé a sentirme algo nostálgica. Agradecía estar sola en este lugar, el nudo que sentía en mi garganta me hubiera impedido tan siquiera decir un par de palabras. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, salí a paso rápido en dirección a la cornisa, el encierro en el ascensor me hacía sentir claustrofóbica, aun cuando no tenía algún tipo de fobia.

Al estar apoyada en la cornisa, el ligero viento que hacía, me dio directamente en el rostro e inmediatamente me sentí muchísimo mejor. La vista desde este edificio me dejó cautivada, justo como la primera vez que había estado aquí y sonreí sintiendo como me calmaba, porque este lugar siempre era reconfortante para mí.

En movimientos pausados, saque de los bolsillos de mi suéter, mi celular y unos audífonos, no solo había venido para cerrar un ciclo, sino que, también había venido a hacer uno de mis pasatiempos favoritos, escuchar música. Al poner la primera canción, me invadió un sentimiento de tranquilidad y pude relajarme completamente.

No supe cuanto tiempo pasó exactamente, solo sé que pude sentir una tranquilidad que no había sentido en el último mes.

Al tener los audífonos puestos, no me di cuenta de que había otra persona en la terraza, solo cuando se posicionó a un lado de mí, fue que noté su presencia. En movimientos torpes y con las manos temblándome, me quité los audífonos y detuve la música, porque estar a su lado, era algo que aún me afectaba.

—Buenas noches. —susurró con voz ronca y profunda.

Yendo contra mis instintos que me gritaban que me fuera de ese lugar, lo miré y lo que vi me dejó intrigada.

Allí se encontraba la razón de mis males, con ropa muy parecida a la que uso cuando lo vi por primera vez, el cabello mucho más largo de lo que solía tenerlo y ni hablar de esas profundas ojeras bajo sus ojos color gris. En su iris, ese brillo que le daban vida a sus ojos, apenas si se notaba. Se veía opacos y sin vida.

Él, a su vez, también hacía un examen visual de mi aspecto, sobre todo en mi rostro.

—Buenas noches —susurré unos segundos después.

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora