Especial

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Arthur

Este día estaba aburrido.

Había trabajado la mayor parte del día y deseaba poder tomarme un descanso.

Aunque la biblioteca no era tan grande, el papeleo era intenso y bastante extenso. Sin dudas, mi parte menos favorita de todo mi trabajo.

Sin embargo, mi día estaba a punto de dar un giro drástico.

—¡Te odio!

Esa voz la conocía.

Rápidamente, levante mi vista del aburrido papeleo para toparme con cierta rubia que no había salido de mi cabeza últimamente. Su ceño estaba ligeramente fruncido debido a la molestia que sentía y me miraba fijamente.

No lograba entender su arrebato tan repentino.

—¿Pasita?, ¿qué sucede?

Estaba de más el destacar que no comprendía lo que estaba sucediendo en este momento.

Ella hizo un sonido con su garganta en señal de frustración, luego, con movimientos bruscos, sacó uno de los libros que le había obsequiado la última vez que la había visto por aquí. Encuéntrame para ser preciso.

Creo que ya intuía, que era lo que le sucedía.

—Esto sucede —tiró el libro en el mostrador—. ¿Por qué no me dijiste que Ian se iba a morir?

Ante sus palabras, no pude evitar que una sonrisa torcida se formara en mi boca. Luego, tomé el libro entre mis manos y comencé a leer las anotaciones que le había hecho al margen.

Algunos eran garabatos, había subrayadas muchas oraciones en el libro y notas en los márgenes.

—¿Acaso no recuerdas quién fue la que me pidió que no le diera ningún espóiler por más que lo pidiera? —La pregunta había sido planteada con ironía.

—Ya lo sé, pero con una advertencia me hubiera bastado —su voz sonaba mucho más calmada, sin embargo, eso solo hizo que mi sonrisa se ensanchara.

—Pero te hubiera arruinado la trama.

Levante la vista haciendo contacto visual con ella. ¿Brisa siempre había tenido ese pequeño lunar en uno de sus ojos? Era bonito.

—Puede ser —parecía una niña haciendo una rabieta. Eso me hizo soltar una risa ronca.

—Y por lo que veo, te gustó el libro —cerré el libro y lo coloqué en el mostrador. Ella asintió repetidas veces—. Lo sabía, pasita —mi sonrisa nunca me abandonó.

—Me gustó mucho —mi pecho se hinchó de orgullo ante sus palabras. Sin embargo, una nueva duda se instaló en mi garganta.

—¿Ya lo has acabado?

Aunque era más una afirmación.

—Sí... no podía dejar de leerlo... y... ya lo terminé —jugaba con mis manos en señal de nerviosismo y su rostro se tornó rojo. En ella los sonrojos lucían adorables—. Tal vez lo hubiera terminado mucho más rápido, pero... fue hace como cuatro días que me animé a leerlo.

La miré anonadado.

—Dios, Brisa... ¿Tanto te gustó? —inquirió.

Ella asintió con un movimiento de cabeza mientras que volvía a sonrojarse. ¿Debería seguir llamándola pasita o empezar a llamarla tomatito? Ese pensamiento me hizo sonreír.

Hacerla sonrojar me parecía divertido.

—Bueno, pasita, era de misterio, no podíamos esperar que todos salieran vivos y felices —murmuró intentando volver a trabajar, cosa en la que fallé estrepitosamente—. ¿Y el otro libro? ¿Aún no has iniciado con la lectura? —Volví a mirarla atentamente.

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora