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Toallitas húmedas, listo.

Jabón para el cuerpo, listo.

Crema corporal, listo.

¿Necesitaba un nuevo cepillo de dientes? No recordaba, lo compraré igual.

Pasta para dientes, listo.

Nutella, no estaba en mi lista, pero acababa de ser agregada.

Cremas para el rostro, listo.

Creo que con eso ya tenía todo lo que necesitaba por ahora.

Era algo tarde para salir a comprar mis productos de limpieza personal, pero las compras de mi despensa no era lo único que solía olvidar seguido y aunque había anotado este pendiente, se me había olvidado y lo recordé cuando me di cuenta de que me quedaba muy poco champú.

Mentalmente, estaba deseando que esto no siguiera siendo una costumbre.

Al estar segura de que no olvidaba nada, me dirigí a la caja registradora para pagar por mis compras.

Sin embargo, a la hora de pagar fue algo bastante complicado y por algo que ya se salía de mis manos. El joven detrás del mostrador no dejaba de mirarme fijamente sin moverse ni un centímetro, parecía congelado y yo ya empezaba a inquietarme porque solo me miraba sin hacer ningún movimiento.

Hasta que, después de unos segundos, decidí romper el silencio.

-Necesito pagar... por mis cosas -murmuré incómoda, haciendo que volviera en sí y en movimientos rápidos, comenzara a guardar todo en una bolsa. Su agarre era torpe, tanto que algunos productos se le cayeron. Sus mejillas se cubrieron por un ligero sonrojo que se fue incrementando conforme pasaban los minutos.

-Serían veinticinco dólares, señorita -murmuró por lo bajo sin hacer contacto visual conmigo.

De forma despreocupada, saque del bolsillo trasero de mis jeans el dinero y se lo extendí. Él lo tomó con mano temblorosa.

-Gracias. -Sonreí mientras tomaba mis compras, que ya se encontraban en una bolsa de reciclaje y a un andar calmado, salí de la farmacia.

El clima era frío con un ligero viento que hacía que las bajas temperaturas se incrementarán, la penumbra era iluminada por las farolas de la calle y solo eso, ya que esta noche estaba carente de estrellas. Y aunque no estaba lloviendo como toda la semana anterior, el tiempo indicaba que el cielo descargaría su furia en algún momento de la noche.

Esa era la principal razón de que ahora, en la calle, solo se encontraban unas cuantas personas caminando.

Así que, cuando escuche esos pasos apresurados como los míos, me puse alerta casi de inmediato. Y aunque intente calmarme, mis miedos comenzaron a incrementarse cuando después de dos cuadras todavía seguía escuchando ese andar que se apresuraba cada vez que yo caminaba más rápido.

Estaba siguiéndome.

Para este momento exacto, mi respiración era un desastre. No sabía exactamente cuáles eran las intenciones de esta persona conmigo o si me haría algún daño físico, lo único que tenía claro en mi mente era que no podía detenerme por nada, porque muy posiblemente mi vida dependía de no detenerme ni para descansar.

En un intento desesperado por perderlo y por puro instinto, giré en una esquina que se me hacía conocida, y no pude estar más aliviada al visualizar él edificó de Arthur justo al frente.

No sabía como, pero inconscientemente y en medio de mi pánico, me había dirigido hasta este lugar.

Sin dudar ni un segundo ni mirar a ambos lados, crucé la calle y subí las escaleras casi corriendo. Solo cuando estuve adentro de la seguridad del lobby del edificio fue que pude soltar el aire que no sabía que retenía.

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora