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Se nos acaba el tiempo... es tarde, te quiero... y aunque quiera cuidarme, sé que no hay remedio... ya nos acostumbramos a un amor en coma... —murmuré en voz baja, mientras limpiaba. No era una persona muy ordenada, el principal problema era que me costaba mantener el orden por más de tres días.

Ya había organizado el resto del apartamento, lo único que me faltaba era el baño y era lo que estaba terminado de limpiar en este momento. De mi cuarto, lo que me quedaba pendiente era el escritorio, en el cual se encontraban las fotografías, las cuales había puesto en una esquina para que no estorbaran.

Al salir del cuarto de baño, apagué la luz. Odiaba gastar energía de forma innecesaria. Luego, me detuve frente a mi escritorio para comenzar a organizarlo, inicié con las fotografías del día del parque que se encontraban en una esquina. Las había dejado allí para no estropearlas y que no estorbaran.

Al tomar la primera fotografía entre mis dedos, no pude evitar que una sonrisa se formara en mi boca.

Era la fotografía que le había tomado a Arthur.

Recorrí el lugar con la mirada, sabía lo que quería con esa fotografía, quería decorar alguna parte de mi habitación con ella. Sin embargo, no la quería en el enorme collage de mi pared porque no sé notaria entre tanta variedad.

Así que, reduciendo mis opciones a la más evidente para mí, la pegue en la pared justo donde se encontraba mi escritorio. Ese lugar era el único de mí, había que no tenía algún tipo de decoración, era simplemente perfecto.

Para terminar de organizar de una forma que me resultará mucho más cómoda, tomé asiento en la silla de mi escritorio. Y así duré unos cuantos minutos, mirando con detalle cada fotografía y descartando las que no habían quedado bien, hasta que, el silencio cómodo que me envolvía fue interrumpido de forma abrupta por el ruidoso tono de mi teléfono celular.

Solté un sonoro suspiro, por ahora organizar había quedado descartado.

En movimientos rápidos, me levanté para tomar mi teléfono, el cual se encontraba en una de las mesitas de noche al lado de mi cama.

Al leer el nombre iluminado de la pantalla, no dude en contestar la llamada. Ya la había hecho esperar un poco, no quería que Nakia se impacientará.

—Hola —saludé.

¡Amiga! Cuanto tiempo. Siento como si hubiera pasado años cuando solo han pasado días desde que me fui.

Ante sus palabras, no pude evitar soltar una risita. Ella era la dramática en esta amistad.

—Sí, han sido días largos.

Tomé asiento en la cama y terminé acostada boca arriba mirando el techo como si fuera lo más interesante del mundo.

Lo sé. Ahora, cuéntame ¿Cómo has estado, amiga?

Suspiré.

—Intentando no resfriarme, el cielo se está cayendo aquí. Y tú, ¿Cómo te ha ido?

Ella respondió un par de segundos después.

Bastante bien, ¡Estoy tan emocionada! Hugo ha sido tan romántico conmigo, estos días con él han sido increíbles. Sin duda era justo lo que necesitábamos. Su tono de voz me confirmaba esa emoción.

—¡Eso es fantástico! Me alegra que todo esté de maravilla —comenté, entusiasmada.

Hasta estábamos pensando en repetirlo en un futuro.

Ante sus palabras, no pude evitar que una sonrisa se formara en mi boca.

—Eso es buena señal. Después de todo, ustedes merecen ser felices y Hugo te quiere mucho.

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora