IV

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El crepúsculo del amanecer se asomaba por el horizonte, pintando todo a su paso con tonos naranjas, rojos y rosados. Simplemente, era un espectáculo para la vista.

Yo tenía una fascinación increíble por el amanecer, tanto que hubo un tiempo en el que me levantaba temprano solo para mirar como la claridad de la mañana invadía la penumbra de la noche.

Así que, no fue una sorpresa para mí cuando me desperté unos minutos antes de que el sol hiciera acto de presencia. Miraba el horizonte fascinado mientras, lentamente, el cielo se iluminaba con tonalidades rojas y rosadas.

Necesitaba esto, era eso que me mantenía atado a la realidad, cosa que no había logrado mi psicólogo en las dos semanas que había retomado la terapia. Sabía que los resultados de esas visitas no se veían inmediatamente, pero sus frases que supuestamente tenían que ayudarme comenzaban a causarme impacienta.

No sentía que avanzaba, era tan simple como eso.

Tampoco sentía ni la más mínima sensación de calma que esas sesiones tendrían que darme, no se asomaban ni en lo más mínimo a lo que había sentido anoche y la respuesta era simple: no era a la persona correcta a la que le estaba relatando lo que había sucedido.

Sabía que Brisa no estaba cerca de ser mi psicólogo, también tenía muy en claro que ella no era alguien que mereciera cargar con todo las cosas que me atormentaban, pero algo era claro: ella merecía una explicación. Y anoche había podido dársela.

Había sido de las conversaciones más difíciles que había tenido a lo largo de mi vida, pero lo había hecho y no podía sentirme más orgulloso de mí. Así que, después de lágrimas, muchas confesiones y una botella de vino que ni siquiera sabía de donde había salido, mi conciencia se había quedado tranquila y con ello había quedado la incertidumbre de cómo continuaría todo.

Pedirle que fuera mi novia era un buen paso para empezar, más no deseaba apresurarme y dar la impresión de estar haciéndolo por algún tipo de remordimiento.

Era cuestión de tiempo.

Por ahora, disfrutaría esta cabaña en la playa con ella, no había pagado todo esto en vano.

Repentinamente, unas manos pequeñas y algo delgadas me rodearon. Su cuerpo pequeño se apegó al mío, dándome de su calor corporal y arrancándome una sonrisa.

—Es muy temprano para estar despiertos —susurró.

—No podía perderme algo como esto.

Hice referencia al amanecer.

>>Además, se que amas dormir. Por eso no te desperté.

Ella soltó una risita baja.

—Buen día —susurró.

—Buen día... pasita.

Ella dejó un beso en mi espalda que me hizo estar tenso por unos poco segundos. Eso no era algo que esperaba.

—Extrañaba eso.

Murmuró de forma repentina.

—¿Qué cosa?

Ella se posicionó a un lado de mí sin dejar de abrazarme.

—Ese apodo, saliendo de tu boca, lo extrañaba.

Sonreí.

—Y yo te extrañaba a ti. —Bese su frente.

Las confesiones no habían parado desde la noche anterior, así como los besos y las muestras de cariño que no nos habíamos dado en más de un mes.

—Entonces, ¿por qué no fuiste antes por mí? —susurró.

Se había separado de mí y ahora me miraba con esos ojos marrones que tanto me encantaban.

Yo te cuido [#PGP2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora