Luo Fei no pudo recorrer toda la mansión Xu en una sola tarde debido a lo grande que era. El cielo se oscureció más pronto de lo que pensó y por consiguiente Han Jun se vio obligado a llevar a la esposa del duque al comedor principal. La cena en la mansión Xu siempre ocurría a la misma hora y siempre se daba del mismo modo, sin importar quién estuviera allí.
Luo Fei era ignorante a éstas costumbres.
—Todavia no tengo hambre— dijo Luo Fei con una mirada distraída.
—Lo lamento, Duquesa. El duque exige la presencia de sus invitados durante la cena.
—Yo no soy un invitado. Soy su esposa.
—Duquesa, espere…
Ignorando olímpicamente al guardia que le seguía, Luo Fei caminó por un pasillo muy angosto solo para meterse en una habitación vacía. El guardia le siguió con prisa, fue ignorado una vez más por el joven Luo y terminó esperando en la puerta. El Duque le dijo que no se quedara a solas en una habitación junto a la duquesa a menos que su vida estuviera en riesgo, hecho que Luo Fei nunca sabría. Él solo se alegró de ver qué finalmente podía estar lejos de aquel guardia.
Luo Fei quiso sonreír cuando notó que el guardia ya no estaba, pero pronto se distrajo. La habitación a la que entró por casualidad resultó ser el viejo estudio del duque, dónde guardaba sus pergaminos viejos y materiales que realmente no necesitaba en aquel momento dónde todo era batallas y una guerra constante. Curiosamente a Luo Fei le recordó al estudio de su padre, dónde siempre se metía a jugar sabiendo que recibiría un castigo después de hacerlo. Más seguido de lo que le gustaría, Luo Fei terminaba recitando poemas en la esquina para así calmar la ira de su padre.
Luo Fei era muy bueno leyendo. Siempre tuvo grandes maestros como su madre y padre. Era inteligente, solo que un poco ingenuo sobre cómo funcionaba el mundo fuera de la mansión Luo.
Dió vueltas en busca de algo sin saber muy bien qué era lo que buscaba hasta que lo encontró. Sobre una repisa y polvoriento encontró un abanico muy hermoso. Lo sopló para quitarle el polvo, lo que terminó alterando a unas cuantas arañas que descansaban en la repisa.
Luo Fei lanzó un chillido antes de correr, agitando el abanico con agresividad en caso de que alguna araña le estuviera persiguiendo. Sin darse cuenta llegó al pasillo donde había dejado a Han Jun. Ni siquiera reparó en su presencia y siguió sacudiendo su mano de manera brusca para alejar las arañas que en realidad no lo estaban siguiendo de ningún modo. El miedo lo llevó a cerrar los ojos.
Permaneció así hasta que golpeó algo duro con su abanico.
Abrió sus pequeños ojos con duda, deslizando su mirada a lo largo de todo su brazo para llegar al abanico entre sus pequeños, delicados y pálidos dedos. Descubrió que el abanico en su mano estaba golpeando un rostro conocido.
Muy conocido.
—Esposo, me gusta éste abanico— soltó el muchacho sin parpadear. —¿Puedo quedarmelo?
El duque Xu no dijo nada. Solo asintió, por lo que Luo Fei soltó una risita y se fue corriendo.
O al menos intento irse corriendo, pues el duque sujetó su cintura de manera inesperada. La fuerza del agarre hizo que terminara inmovilizado entre los brazos del Duque Xu, su bello abanico retraído.
Luo Fei no era miedoso o asustadizo. Sin embargo el rostro de su esposo le hacía temblar un poco. Más que nada por las llamativas y enormes cicatrices que le recorrían como resultado de las muchas guerras que peleó por el emperador. Luo Fei sí sabía que su esposo era un hombre temible, pero no le tenía tanto miedo porque nunca le había lastimado después de aquella vez en la que se conocieron. Ahora estaban casados. Y en la mente de Luo Fei, estar casados significaba que él duque nunca le haría daño ni le infligiria temor.
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Esposa Forzada.
RomanceLuo Fei es un segundo hijo de la familia Luo. Mimado por sus padres y hermanos desde que era pequeño, el pequeño Luo Fei apenas sabe qué existe tras las puertas de la mansión Luo. Nunca sale, debido a su incomparable inocencia y excepcional belleza...