37: El resfriado.

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Trabajar tan seguido sin descanso alguno terminó por enfermar al emperador.

Todo empezó con un estornudo a la hora del consejo. Al principio nadie pensó que fuera grave. Asumieron que había polvo en el salón y que por eso el emperador estaba estornudando. Sin embargo el estornudo fue seguido por muchos más, en una cadena que realmente preocupó a todos.

Luego vino el dolor de cabeza.

En cuestión de días el emperador se vio atacado por tos, alergias, dolores de cabeza, dolores musculares y un incesante dolor de estómago. Al principio se sospechó de veneno, pero con los días se desechó esa idea. Se trataba de una enfermedad común, una que tomó por sorpresa a todos. Los años de batallas y conspiración no habían hecho nada a su salud, pero tan solo unas semanas siendo el emperador habían quebrado por completo su inquebrantable salud.

Estaba enfermo.

Nadie quería acercarse a él. Tanto por el riesgo de contagio como por el peligro que significaba acercarse al malhumorado emperador. Su carácter de por sí era terrible. La enfermedad solo lo hacía peor.

El único dispuesto a atenderlo en su enfermedad era Luo Fei.

El dulce peliblanco atendía a su esposo con sumo cuidado, como una madre lo haría con su hijo. Luo Fei estaba allí para darle comida, limpiar el sudor de su frente y ayudarlo a vestirse. Se quedaba junto a él durante todo el día sin falta. Nadie jamás había visto tal dedicación o cuidado en una matrimonio. Con eso solo crecieron los rumores de que Luo Fei y Xu Lizhi se amaban más que cualquier otra persona sobre la tierra.

Luo Fei no se sentía para nada mal.

La enfermedad no podía tocarlo. Por lo que pasó en Piedras Blancas su cuerpo ahora era diferente. No se veía afectado por cuestiones mundanas.

Luo Fei entró a la habitación de su esposo poco después del mediodía. A sus espaldas venían Han Jun y Song Lao, junto con otros sirvientes que Luo Fei realmente no conocía bien. Todos se quedaron en la puerta, a excepción de Luo Fei. El peliblanco se acercó a su esposo y dejó la taza en una mesa cercana, inclinándose para despertar a su amado.

—¿Esposo? ¿Estas despierto?

Xu Lizhi dejó salir un gruñido.

Luo Fei no esperaba más. Su esposo tenía un fuerte dolor de garganta, así que hablar era difícil. No obstante Luo Fei era capaz de entenderlo incluso sin tantas palabras de por medio.

Sonriendo, el joven tomó el cuenco de sopa y lo acercó a su esposo. A regañadientes Xu Lizhi empezó a comer, siempre gruñendo y arrugando la cara.

—Esposo, tienes que comer mucha sopa para que te cures rápido. Todos dicen que la sopa es buena para el resfriado.

—Hmm.

Luo Fei sonrió.

Su esposo terminó de comer, así que Luo Fei le limpió la boca con un pañuelo antes de meterse en la cama junto a él. Se acurrucó contra su esposo, frotando círculos sobre su pecho, y se quedó dormido.

Abrió los ojos ya al atardecer.

Su esposo estaba sentado, tosiendo fuertemente.

Luo Fei no dudó en levantarse para ir a buscar el ungüento que debía aplicar sobre su pecho. El emperador trató de decirle que se sentara en medio de su tos, pero Luo Fei le ignoró. Su esposo insistía en que Luo Fei no hiciera tantas cosas. Huh. No sabía que para Luo Fei era un placer atender a su esposo. El trabajo de la esposa era cuidar del esposo en todos los aspectos, tarea que Luo Fei se tomaba muy en serio.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora