40: El extraño príncipe Fang Zheng.

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Crecer bajo la sombra del temible y cruel emperador fue casi una tortura para Fang Zheng. Desde el momento en que nació, solo conoció el dolor y la miseria. Si primer recuerdo era ver a su madre, una concubina con pocos años menstruando, ser atravesado por una flecha en medio del, y el emperador encima del techo con un arco entre la manos. El primer sonido que se grabó en su memoria fue la risa de su padre y el chapoteo de la sangre al caer en el suelo. Esa imágen acompañó a Fang Zheng toda su vida, recordándole constantemente lo efímera que es la vida.

Desde ese día Fang Zheng se cuidó a sí mismo. Más allá de la comida, nadie estaba atento a sus necesidades. Él tuvo que aprender a sobrevivir y al mismo tiempo a evitar las locuras de su padre. Pues aunque el emperador no podía matar a su único heredero, nada le impedía lastimarlo y hacerle sufrir. Su padre no perdía ni una sola oportunidad para hacerle sufrir, yendo desde matar a sus mascotas a hacerle ver cómo su más cercana sirvienta era profanada por los guardias. El emperador no tenía piedad.

Fang Zheng tomó el dolor, la crueldad y la maldad de su padre, y la guardó en su mente como una advertencia de lo que jamás debía ser.

Se prometió a sí mismo ser diferente.

Pero el dolor estaba marcada en su piel y en su mente.

Fang Zheng odiaba ser hijo de su padre. Odiaba tener que luchar día tras día con sentimientos y deseos que le repugnaban. Odiaba que en su mente surgieran imágenes sangrientas, cuando lo único que quería era ser normal.

El dolor de Fang Zheng era su único escape. Su única salida.

Fang Zheng no tenía otra liberación más que aquella obtenida cuando se infringia dolor a sí mismo. Desde cortes, quemaduras, hasta sogas amarradas fuertemente en su cuerpo; todo lo que le causara dolor era más que suficiente para llevarlo al borde del placer. Dolor.

Solo dolor.

Fang Zheng odiaba ser así.

Pero no podía evitarlo.

Mientras descansaba en una tina llena de aceites aromáticos y pétalos de flores, Fang Zheng se puso a recordar la primera vez que encontró el dolor gratificante.

Fue con su padre, curiosamente. Fang Zheng había estado jugando en el jardín con unos barcos de madera cuando de repente apareció el emperador frente a él. Fang Zheng no lo notó, así que siguió jugando. Sin darse cuenta mojó la túnica de su padre con algo de agua. Apenas levantó la cabeza para disculparse, el emperador le asestó un puñetazo en la cara. El cuerpo de Fang Zheng, pequeño y débil, cayó sobre su costado por la fuerza del golpe. Su mejilla palpitó y sus ojos derramaron lágrimas que mojaron la tierra bajo su cara.

Fang Zheng recordaba sentirse mareado. Recordaba el dolor, agudo y penetrante. Pero más que todo recordaba la risa que escapó de sus labios. Recordaba reírse, encantado con el dolor palpitando en su mejilla y  la sangre acumulándose en su boca.

Su padre lo miró curioso y luego procedió a darle una patada igual de fuerte en la cara. Una vez más Fang Zheng rió y sus ojos se mostraron emocionados.

El emperador se fue entonces, pero apenas estaba empezando. Después de eso…

Fang Zheng sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos. Su padre estaba muerto y permanecería muerto por el resto de la vida de Fang Zheng. No tenía sentido recordar tales cosas. No ahora.

No cuando finalmente había encontrado a alguien interesante que pudiera distraerlo de sus recuerdos más oscuros.

Fang Zheng salió de la tina, agua deslizándose sobre su pecho con lentitud. Se vistió con una bata y caminó hacia su habitación.

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⏰ Última actualización: Jun 01 ⏰

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