18: La esposa es atacada. Sangre de la esposa, sangre del esposo.

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Las noches eran cada vez más cálidas. El invierno iba desapareciendo, dejando a su paso nada más que una leve brisa para enfriar las calurosas tardes y noches del palacio.

Luo Fei detestaba el calor.

Tal era su odio hacía el calor que en más de una ocasión casi salió de su recamara con nada más que su túnica interior. No lo logró, pero en la mente del duque Xu quedó grabada la vivida imaginen de su esposa atravesando la puerta con una ropa tan sugerente. Desde ese momento la puerta fue vigilada por Song Lao, mientras que Han Jun se quedaba con él para asegurarse de que se vistiera de manera correcta. Luo Fei era demasiado descuidado a veces.

El joven Luo Fei pasaba sus días jugando y jugando y jugando. No tenía nada que hacer, ninguna obligación y el Duque rara vez le permitía acompañarlo.

Eso después de los muchos incidentes en los que amigos del emperador se acercaban a hacer comentarios y preguntas indecentes que dejaban a un muy enojado Duque y a un muy confundido Luo Fei. Desde entonces no se le permitía salir del pequeño espacio del palacio que les pertenecía. Siempre estaba allí, ya sea en el jardín o en la recámara. No tenía muchos lugares a los que ir sin exponerse al riesgo de un encuentro con los viles amigos del emperador, quienes parecían estar llegando al palacio en oleadas últimamente.

No era una coincidencia.

Luo Fei bailaba todos los días. Le gustaba mucho hacerlo. La música era como el viento, el sol y la lluvia. Podía sentirla más allá de su piel, calando hondo en sus huesos y guiandole aún en medio de la inconsciencia. Podia con los ojos cerrados recitar más de una canción e incluso ejecutar los respectivos bailes sin un solo error. La música, descubrió, era otro de sus talentos. Tanto así que el duque no dudó en conseguirle clases para que aprendiera a bailar todo tipo de músicas.

¿Cómo consiguió clases? Bueno…

—Han Jun, apresúrate si no quieres que nos perdamos las clases.

—Cállate.

—¿Te pusiste ya las ropas? Tenemos que-

—Cállate.

—Han Jun, mueve más las caderas. Mira. Debemos enseñarle a la duquesa Luo Fei lo que debe hacerse.

—¡Cállate!

Esa era la conversación más usual entre Han Jun y Song Lao, los dos soldados que por mala suerte fueron obligados a recibir lecciones de baile para luego impartirlas al joven Luo. El duque se los ordenó así con tal de evitar que Luo Fei abandonara el palacio. Aún así quería cumplir los deseos del peliblanco.

Luo Fei era un excelente bailarín ahora.

Las tardes del verano llegaron a su  punto máximo al mismo tiempo que Luo Fei se aburrió del baile y del jardín.

—¡Esposo!— chilló Luo Fei una tarde, sentado en el regazo de su esposo mientras éste trabajaba.

—¿Qué pasa?— cuestionó el duque.

—¡Quiero salir!

El duque se frotó la frente. No era la primera vez que el peliblanco empezaba a hacer berrinches o quejarse porque le aburría en exceso estar confinado al palacio. Hasta su capacidad de divertirse era limitada cuando no podía salir de un pequeño espacio. Bueno, no tan pequeño en realidad. Solo le parecía pequeño porque llevaba casi seis meses en aquel lugar. Anhelaba algo más.

Extrañaba la mansión Xu. Ahí podía hacer todo lo que quisiera.

—Esposo, estoy aburrido.

—Ya lo sé. No te cansas de decírmelo.

Esposa Forzada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora